lunes, 29 de abril de 2013

LA MUERTE DE MIKEL ( 1983 )

 
  Película ambientada en la España de la Transición, en el País Vasco. Naturalmente aparece de lleno el conflicto político existente, el terrorismo etarra y la lucha parapolicial del Estado, y también algunos aspectos de las nacientes estructuras de los partidos políticos. Todo ello tocado de una manera marginal, muy transversalmente, sin entrar a fondo a tocar los problemas. Y quizás en eso falle la película. Mikel, el personaje principal ( Inmanol Arias), en un farmaceútico de una pequeña localidad guipuzcoana. Su vida personal es un desastre: su  matrimonio hace aguas y  su persona también. Vemos a lo largo de la película a un personaje errabundo, sin tener muy clara su personalidad. Se ha casado y también ha ejercido malos tratos a su pareja, recibe asistencia psiquiátrica, pero parece que no sale del pozo en el que está metido. Por otro lado, milita en una formación de la Izquierda Abertzale, es uno de sus más feroces militantes, apareciendo a la cabeza de las manifestaciones políticas en la calle. Aunque este aspecto quizás sea secundario porque Mikel va a descubrir, de manera casi accidental, su homosexualidad. Conoce a un travesti en Bilbao del que se acabará enamorando. Digamos que "saldrá del armario" y en su salida nos deja vislumbrar los enormes prejuicios sociales de los primeros 80, incluso en un contexto más progresista, donde se supone que recibiría más comprensión, es incomprendido. Su familia, muy conservadora en lo social, tampoco lo apoya. Llegará al intento de suicidio, como se puede preveer por la situación asfixiante que padece en el plano personal.


   El título ya anuncia el desenlace de la película, si bien este nos es mostrado contínuamente a lo largo del film, con contínuos saltos temporales hacia el  sepelio, en la iglesia del pueblo. De hecho la película comienza con dicho funeral. Un aspecto interesante es cómo los abertzales, los compañeros del partido, reivindican su muerte como un acto de violencia estatal, lo elevan a mártir, cuando nosotros ya sabemos, al ver la película, que la muerte de Mikel no tiene nada que ver con ello.

   Si la película nos quiere mostrar el ambiente que se vivía en una pequeña población vasca gobernada por los amigos de los terroristas, el ambiente de  intimidación  y la violencia de las fuerzas de seguridad, no lo consigue plenamente. Aborda ese tema como telón de fondo pero  se queda corta, en comparación con otras películas posteriores. El tema queda como de perfil, como muy de pasada. Quizás el guión pudo haber penetrado más en ese mundo o quizás no se pudo hacer por la época en que se rodó el film.

   Otro aspecto en el que la película falla es en la puesta en escena de los malos tratos que recibe Mikel de la policía. Son poco creíbles para lo que en realidad pudo haber pasado con las torturas y el crimen de Estado que se vivió entonces. La lucha parapolicial no aparece bien reflejada, solo unas leves palizas que recibe nuestro protagonista por su silencio, tratando de no implicar a ninguno de sus conocidos en los actos terroristas de ETA. Y después, tan tranquilo, sale a la calle. 
   

    Mejor tratada está la lucha entre su familia ultraconservadora, fundamentalmente la madre, y el protagonista cuando muestra claramente su orientación sexual, cuando pasea con su novio, el travesti Fama, las miradas de desaprobación del pueblo, ese ambiente opresivo en las costumbres sociales. Ahí está el gran acierto de la película, tratar ese tema en ese momento de la historia de nuestro país. Los malos tratos que inflinge a su mujer, de la que está separado pero hay una reconciliación momentánea al principio de la película, tampoco están muy bien abordados, es más, la escena en cuestión peca de morbo y violencia gratuítas, sin sentido. 

  El trabajo de Uribe es destacable pero quizás nos deja la sensación de un quiero y no puedo, de unas posibilidades desaprovechadas en cuanto a guión y un rodaje con abundancia de primeros planos que no logran transmitir toda la emoción que podría desprenderse de esas situaciones Logra captar el ambiente opresivo de un pueblo tan cerrado en lo social y político, donde aparentemente se está disfrutando de unas fiestas en las que se trata de arrancar de cuajo el cuello de un pato, lo cual no deja de ser paradigmático. El trabajo de Inmanol Arias es correcto, sin más, no llega a ser totalmente creíble en su papel, ni como maltratador, ni como líder violento abertzale, ni como homosexual. No me parece una interpretación a la altura de otras como en El Lute, por poner un ejemplo. Si que destaca y es creíble Ramón Barea, en el papel de líder batasuno, con una barba que a penas deja entrever su rostro. El resto de actores nadan en la mediocridad a excepción de la madre de Mikel ( Montserrat Salvador) que convence con su duro papel conservador, en lucha constante con su hijo.


  Esta dualidad de la que hablo, entre un pueblo progresista en lo político (aunque con amenza de terrorismo) y socialmente tan conservador queda también en un final poco claro, con demasiados interrogantes. Sabemos que no es una muerte política porque en el momento anterior al fallecimiento ( que no se muestra) Mikel está solo, queda ese interrogante que, sin embargo, no desluce del todo la película, que es un retrato del conflicto vasco en un pequeño pueblo en la Transición y de la moral arcaica de la sociedad no solo vasca, sino española del post-franquismo. Y si que aparece una crítica hacia ese mundo filoterrorista que busca rentabilizar políticamente cada muerte propia. Aunque para ser sinceros debemos afirmar que la cinta ha envejecido muy mal, en su momento podía ser rompedora pero vista desde la óptica actual es antigua, arcaica, incluso si la intentáramos ver con los ojos de 1983.

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