martes, 27 de agosto de 2013

LOS GIRASOLES CIEGOS (2008)

    Hacía mucho tiempo que no me sumergía en una de estas películas españolas sobre la Guerra Civil que podemos calificar ya como un auténtico género cinematográfico. Aunque yo prefiero llamarlo la Guerracivilmaquia, como una especie de corrida de toros donde siempre vemos las mismas cosas, los mismos lugares comunes: el drama de una gente que tuvo que exiliarse, perseguidos por el fascismo español del general Franco, mucho Cara al Sol y camisas azules, curas a mansalva adoctrinando a los pequeños ( ríete tu de Educación para la Ciudadanía) y otras atrocidades propias de los primeros años 40, la época más dura y deplorable del deplorable régimen dictatorial.  Algunas de estas películas merecen el calificativo de buenas, otras muy buenas y hasta obras maestras. Pero otras, por desgracia, aunque utilicen la poética en parte de su desarrollo, aunque la mona se vista de seda...pues ya  sabemos. Y es el caso de estos girasoles ciegos, demasiado oscuros a mi entender porque no innovan a pesar de que la novela recibió muchos elogios y premios y de que el guión está coescrito por el genial Azcona. Todo maestro tiene un borrón.

  Me gustó, por ejemplo, la maravillosa La lengua de las mariposas, porque rezumaba buen hacer y sensibilidad en un contexto rural, en parecida época de represión y barbarie. Pero esta obra de Jose Luis Cuerda no me convence, lo siento, no puedo comprar esta versión tan floja de una familia represaliada, con una hija preñada que huye por los montes orensanos hacia Portugal con su novio comunista, con un padre que lleva ni se sabe cuanto viviendo en un agujero detrás del armario de una habitación en situación de muerte civil, volviéndose loco poco a poco, impotente, con una mujer luchadora y aguerrida, que saca adelante traduciendo panfletos nazis del alemán al español. Ella, desde luego, es de lo mejor de toda la película. Ella. Es Maribel Verdú en el papel de Elena, esa madre que además tiene la capacidad de irradiar una sensualidad y bellezas sublimes que, obviamente, deslumbran a cualquiera.


   Pero mucho más a un joven diácono recién salido del seminario y futuro cura, con enormes dudas respecto a su fe, después de haber matado como soldado en la guerra y de tener contínuas tentaciones carnales. Él. Es Raúl Arévalo en el papel de Salvador, preclaro nombre, que también es de lo más potable de toda la película, aunque un poco sobreactuado a mi modo de ver. Desde el momento en que se encuentra en el colegio con ella, con Elena, que lleva a su hijo siempre a la misma hora, justamente cuando está acabando el Cara al sol en el patio de la escuela de curas ( resulta hasta molesto tener que ver la misma escena vergonzante tantas veces) queda obnubilado, fascinado, intrigado, enamorado por  la belleza escultórica y salvaje de la Verdú.


  A partir de ahí, lo que suele suceder en estos casos de amores imposibles: entre un cura de derechas, radicalmente nacional y franquista y una mujer que asegura estar viuda pero que no lo está y es republicana y de izquierdas. La antítesis que, por un momento, parece tener visos de verosimilitud, en uno de esos giros típicos cuando dos personas enamoradas se alejan y se dan la vuelta para ver a la otra persona alejarse esperando que la otra también se gire. Elena se gira, intuyendo algo o sintiendo algo por ese amable y joven diácono. Pero poco a poco el jovenzuelo cofunde el culo con las témporas. La persigue y acosa con la excusa de hablar de su hijo, el jovencito sagaz, que hace muy bien su papel. El niño Roger Princep, que hace el papel de Lorenzo. El chaval está muy bien enseñado, siempre dice que es huérfano de padre y que es ferviente admirador de Franco y su movimiento.

   Todo toma una espiral diabólica, con la historia de Elenita que interpreta Irene Escolar, como de soslayo, por poner algo más ahí pero fuera de lugar, fuera de la trama principal, con el noviete poeta comunista que es Martín Rivas, saliendo a escondidas del país y dando a luz la chavala por el camino. Tragedia garantizada como es obvio. Gran tragedia del marido de Elena. El. Es Javier Cámara y no convence mucho como persona que debe pasar el resto de su vida en un agujero, no cuadra en este papel, su desesperación es obvia, su impotencia también pero algo falla en este personaje que traduce los textos del alemán al español y se los entrega a su mujer. ¿Por qué nadie sospecha?. Es lo que nos preguntamos, como es posible que un republicano no sea descubierto durante tanto tiempo en una ciudad tan pequeña como Orense. Cómo los falangistas acuden al hogar y no se les ocurre nunca registrar la casa. Son cosas que hacen que el guión no sea muy sostenible que digamos por no decir que dejan el asunto en un segundo lugar, cuando podía haber centrado más la historia. Es un drama pero parece que el director prefiere centrarse más en la lujuria de ese cura y en las evasivas de la Verdú.

  ¿A qué viene introducir esa desagradable escena del diácono masturbándose con una almohada pensando en una mártir semidesnuda ilustrada en la biblia?. ¿Era necesario? ¿Es que el cine español simpre tiene que ser tan explícito?. Todas estas cosas son las que arruínan un argumento del que se podía haber sacado algo potable. Jose Luis Cuerda sigue en la cuerda floja, valga la broma. Ni la música ni la fotografía, que son relevantes, consiguen hacerme remontar la debacle de  esta película de la posguerra española en Galicia. Una pena.

jueves, 22 de agosto de 2013

A SANGRE FRÍA (1967)

  Excepcional y helador film de Richard Brooks basado en la novela-investigación homónima del excéntrico escritor estadounidense Truman Capote. Brooks nos sumerge en un cine negro puro, apasionante y agotador. Y es que es un Thriller con todas las de la ley, de asesinatos, de delincuentes comunes corroídos por una sociedad inhumana y cruel, hijos de familias desestructuradas que habían dado con sus huesos en la cárcel repetidas veces. También es una Road-Movie de lo siniestro que sobrecoge, que acongoja y que apasiona en dosis parejas. 
    Con actores muy poco conocidos se crea una atmósfera que muestra excepcionalemente la idea primordial del film que no es otra que ese retrato psicológico del duo criminal, ese sinsentido criminal y demente que les lleva a perpretar el atroz asesinato de una tranquila y apacible familia del interior de los Estados Unidos. Un crimen absurdo en apariencia, con un botín de unos cuantos dólares, pero que guarda relación con el pasado tortuoso de los asesinos. Ese momento, el del crimen, aparece muy pronto en el metraje de la película pero el director nos lo oculta, conscientemente, para mostrárnoslo en el tramo final en toda su crudeza, cerca del del juicio, cuando ya estamos derrotados.


   Nos coge por sorpresa y nos levanta de nuestro posible adormecimiento. Es por eso una película incómoda y altamente intranquilizadora. Desde luego, después de ver el largo metraje nos ronda durante un rato el pensamiento del crimen por el crimen, cuando no hay botín ni ningun ajuste de por medio. De si nos podría pasar una noche a nosotros en nuestros hogares, de si existen chavales desarraigados igual que los que vemos durante los más de 100 minutos asfixiantes, llenos de alicientes sorprendentes eso sí, pero agobiantes al fin y al cabo.

   La familia Clutter, sencillo matrimonio mayor, madre enferma y encamada, padre en trance de jubilación e los hijos en plena adolescencia, con ilusiones universitarias, de salir a la vida, sufre ese espantoso crimen por parte de Perry Smith y Dicke Hickock. Pero, en realidad, la maldad que se ha apoderado de ellos los domina y los incita a la violencia, al crimen. El análisis psicológico que Brooks-Capote realiza de ambos es excepcional como ya comentaba. Pero hay mucho más: porque tanto como la vida de esta escoria de la sociedad la película es la historia detectivesca, de búsqueda en un pajar, por parte del comisario Alvin Dewey, un excepcional John Forsythe, sí el de Dinastía, que realiza una labor dura, inflexible y brillante para conseguir detener a la pareja asesina. Esa es la historia y, además, hay una maravillosa reflexión en torno a la pena de muerte, a su pertinencia, su sentido, su conveniencia. Alguien reflexina algo así como: "los matamos pero, después de ellos aparecerán muchos más....su muerte es en vano, no sirve para nada".

  Técnicamente la película es muy buena. El blanco y negro de el tono perfecto y preciso a la narración tortuosa de las andanzas de los asesinos, esa fotografía es extraordinaria, del mejor y más puro  Noir.  Los ambientes que aparecen, entremezclados, de la ciudad y el medio rural, del día y de la noche, esa penumbra está mejor que bien utilizada en cada momento preciso. También el ambiente carcelario está muy bien tratado.  Además los planos  están muy bien rodados, desde diversos puntos de vista, medios planos, primeros, subjetivos, picados y contrapicados...todo para dar esa sensación de ritmo cinematográfico y dramatismo total. Los flashbacks precisos para que veamos los horrores y traumas que acompañaron a esos chicos de pueblo, víctimas en cualquier caso. Para que todo sea redondo en esta gran película tenemos una inquietante música a cargo de Quincy Jones.

  Los actores, poco conocidos a excepción de Forsyte, que borda un serio papel, rayan a gran altura, todos sin excepción, pero especialmente la pareja homicida, Perry ( Robert Blake), extraordinario con esa estética rockera, a lo Elvis, con brillantina y patillas y Dick ( Scott Wilson) ese delgaducho rubio de ojos malignos que en todo momento muestra su frialdad, con esa despreocupación y parsimonia a lo largo de la huida. Una película imprescindible, dura y real, como la vida misma. Y otro libro pendiente de lectura obligatoria, otro más de Capote.

viernes, 16 de agosto de 2013

CHARADA (1963)

  A veces descubro en mi disco duro películas que han llegado ahí y son de esos clásicos que siempre nos quedan por ver. Sinceramente no creí que nunca vería esta película porque no me llamaba el argumento a priori. Pero por uno de esos azares del destino van y la ponen en televisión sin anuncios. Bueno, pues habrá que verla. Tiene mucha fama y no la he visto. Y lo cierto es que es uno de los grandes clásicos de Stanley Donen, con unos especialmente brillantes Cary Grant y Audrey Hepburn. Es de esas películas imprescindibles que como decía le faltan a uno siempre por ver y he de reconocer que he visto mucho de Hitchcock en ella. De hecho si alguien viera dos películas, una del maestro británico y esta de Donen pensarían que podían ser del mismo director con una salvedad, difícilmente el director británico hubiera hecho primar el humor sobre el suspense, como aquí hace Donen. Es por tanto un thirller de suspense trufado de comedia romántica.  Ese humor está presente a lo  largo y ancho de ella aunque no decaiga la trama de misterio.  Observamos desde el principio el tenor, es solo una pincelada, pero cuando una pistola emerge desde un rincón de la agradable terraza en la que Reggie Lampert ( Audrey Hepburn) pasa sus vacaciones en la nieve    creemos que alguien la va a matar como, en la secuencia inmediatamente anterior, acaban de asesinar a su marido, el señor Lampert. Pero es solo un niño engreído y juguetón que mancha su cara de agua. Pues como eso todo, porque la historia de espionaje que se desarrolla en París es sencillamente un disparate total y roza el absurdo. Pero da igual, porque no tiene precio ver a la Hepburn, porque ver a Grant en un papel de los suyos, agradable, cómico y metido en mil y un líos resulta siempre un placer.

  Y  tenemos un asesinato sobre la mesa, para empezar, el del señor Lampert. Su esposa, que quiere separarse de él porque nunca está en casa, se entera del homicidio nada más regresar a París. Pero antes, en la estación de esquí ha conocido como de casualidad a un atractivo personaje llamado Peter Joshua ( Cary Grant) con el que surge una chispa prematura, una complicidad. Los dos están separados, los dos parecen tener cosas en común, parece que ha sentido algo por ese personaje tan trajeado que se ha cruzado en su vida. Esto es tan solo el epílogo. Después comienza la trama principal: París, que es la protagonista coral de todo este embrollo maravilloso.

 En la ciudad de la luz, el comisario de policía comienza sus pesquisas para averiguar algo de  del asesinato del señor Lampert. Advierte a Reggie de que no salga de la ciudad después de reconocer el cadáver de su todavía esposo. Pronto, otra escena del absurdo, de esa comedia sutil: el funeral. Ella y su amiga solas en la sala, al fondo el comisario observando. -Parece que no tenía mucho amigos, ¿Verdad?, dice ella. Pero, de pronto, comienzan a entrar unos individuos muy sospechosos. Todos se acercan al féretro y miran al difunto. Alguno incluso saca un pequeño espejito, de los que se usaban para saber si una persona no exhalaba ningún aliento. Todo es grotesco, pero estos personajes, tres, conocían muy bien al fiambre: eran compinches de un gran robo durante la Segunda Guerra Mundial, un dinero que pertenecía a los aliados y que ellos hicieron desaparecer para apropiarse de el cuando el conflicto terminara. Pero vaya por Dios que todo el dinero se lo trincó el señor Lampert y ahora todos lo buscan y creen que está en posesión de la señora Lampert.


    Ella por supuesto no sabe nada, ni siquiera la identidad exacta de su marido. La había tenido engañada a la par que abandonada aunque, por lo que parece, con numeroso cash en su poder. Ella que era una dulce chica, traductora de la EURESCO, que jamás se había metido en problemas se va a ver inmersa en un follón de tres pares de narices. Pero pronto aparece de nuevo en París el hombre que la había impresionado en la estación alpina. El señor Josua o ¿ en realidad es otra persona?. ¿Está usted casado? le pregunta ella...no estoy divorciado. Al final la pregunta es ¿ cuál es su verdadero nombre, señor Josua? y, nuevamente ¿está usted casado?. Y vuelta a empezar en el embrollo.

  La verdad es que todos creemos que el tal Josua es parte de la trama, que solo quiere enamorar a la chica para tomar el dinero y correr. Pero no será así, al menos no tan crudamente.  El inspector la remite a la embajada americana  donde un personaje maravillosamente intrepretado por Walter Mattau, el señor Bartolomew, la pone al corriente del pasado de su difunto marido y la previene: todos quieren el dinero, ella está en grave peligro si no devuelve o encuentra el dinero. El dinero debe volver a su dueño: los Estados Unidos. En la foto que le muestra está su marido y los otros tres personajes que asistieron al funeral. Allí están James Coburn, Georg Kennedy y Ned Glass, los tres actores que tan magníficamente interpretan el papel de matones pero, de buen rollo, para que el tono de la película no se aparte mucho de la comedia ligera. De buen rollo pero asesinos al fin y al cabo. Bartolomew advierte a la señora Lampert del enigmático señor Josua: también quiere el dinero, es "el cuarto hombre" que no aparece en la foto, un tal Dyle,que estuvo en el pelotón de los ladrones.


   El papel de Cary Grant es la clave de bóveda de toda la película: sus múltiples cambios de personalidad. ¿será ese cuarto hombre que quiere el dinero?. Aún dudando, ella está enamorada y confía en él. Parece absurdo, como toda la película lo parece, pero todos los sospechosos se hospedan en el mismo hotel. Y allí van cayendo como moscas. Alguien va acabando con ellos para quedarse todo el dinero. Cada víctima aparece vestido en pijama, absurdo ¿verdad?. Lo cierto es que hay cosas y situaciones casi surrealistas. ¿Quén será Carlson Dyle, ese cuarto hombre que está asesinando al resto para quedarse todo el botín?. ¿Será el amable, simpático y divertido señor Josua, que está por otro lado siempre al lado de Reggie?. Ella no puede confiar en nadie y debe llamar al señor Bartolomew si hay novedades.  Al final descubriremos al auténtico Dyle, sucio y vil asesino pero entre medias tenemos escenas de un gran sentido del humor, divertidas. 

   Son esas escenas que quedan en la retina de un clásico como este. Cary Grant y Audrey Hepburn jugando al juego de la manzana, con las expresivas caras del primero. El actor americano duchándose vestido, en una especie de juego absurdo de fetichismo, los paseos románticos por el Sena, y muchas otras más que son como un puzzle que compone una película coral que ha quedado para la historia del séptimo arte. Nadie podría sospechar donde está el dinero y, sobre todo, quien lo tiene. Ese es el misterio de la película, es imposible saber quién será el asesino, desde luego ninguno de los que huelen a ello lo serán pero si se puede decir que el mundo de la filatelia tiene mucho que ver.


   Lo cierto es que la película cuenta con otros valores al margen del guión que, como digo, es delirante por no decir absurdo aunque no puede ser de otra manera al tratarse de una comedia metida con calzador dentro de una trama de misterio. Ello ofrece al guión valores positivos, es muy difícil hacer una buena y entretenida comedia y mantener la tensión con el suspense que tiene la historia. También es perfecta la banda sonora de Henry Mancini, siempre genial. Y la labor fílmica del director está fuera de toda duda, por su maestría y el ritmo brutal que sabe darle a toda esta locura. Impagables las escenas finales, donde todo coge mucha mayor velocidad y parece que quedamos un tanto aturdidos.

  Las actuaciones son, a mi modo de ver, correctas pero no extraordinarias. Audrey Hepburn aparece excesivamente encasillada en su papel de mujer glamourosa y fatal, exhibe en cada escena un modelito diferente de Givenchy. Cary Grant no deja de ser el de siempre, un actor con una marcada vis cómica y un siempre agradable papel. El resto del reparto está correcto para lo que se les exige. Hay pesos pesados como comenté antes, como Kennedy o Coburn pero no nos acaban de parecer creíbles por lo ridículo de sus papeles, aunque sean criminales sin escrúpulos. Mención aparte merece el siempre genial Walter Mattau, que en esta ocasión no necesita a Jack Lemmon porque ni falta que le hace. Está soberbio. 

   Charada es una puta locura, pero una locura fenómenal, misteriosa y entretenida. Absurda, pero ya quisiérmos que todas las absurdeces fueran tan geniales como esta. Chapeau.

miércoles, 14 de agosto de 2013

LA CAJA DE MÚSICA (1989)


   Esa maldita caja de música esconde un secreto terrible, tras su mecanismo y  tintineo machacones.   Nos encontramos ante una película de intriga familiar, histórica y judicial realmente impactante y emocionante que me ha planteado muchas inquietudes, algo que dice mucho en favor de su argumento. Es una película de inquietudes flagrantes y descorazonadoras. Logra crear ese necesario nudo en el  estómago cuando estamos ante una gran película de suspense y misterio. Descartemos lo obvio: no es una película más de juicios, a pesar de que buena parte del metraje se desarrolla en una sala del tribunal. Va muchísimo más allá: es una película de emociones familiares que van in crescendo cuando las dudas razonables se tornan en temores y las pruebas en sospechas inquietentes, en quasi certezas.

     ¿Puede que nuestro anciano y venerable padre, todo bondad, todo amabilidad, un "padrazo" que nos ha criado como buenas personas, como personas íntegras y sociables y que nos ha dado una carrera y nos ha entregado lo mejor de su vida para criarnos un mal bicho, un ser capaz de lo peor que puede dar el ser humano?. La duda estará presente a lo largo de todo el metraje, es su leiv motiv.


   Si bien es cierto que el tema de un emigrante húngaro anciano acusado de haber sido un nazi durante la ocupación alemana de Hungría podría resultar un tanto manido, aunque hay que tener en cuenta su datación, de 1989 y la trayectoria del director, Costa-Gavras, siempre valiente en sus películas, decidido a denunciar los males de nuestra sociedad, las injusticias capitalistas y los crímenes contra la humanidad, sean o no de nuestro tiempo.

    Este personaje, Mike Lazslo, fantásticamente interpretado por Armin Mueller- Stahl, actor alemán de larguísima trayectoria y que intervino en alguna de las películas-icono de la cinematografía alemana además de en numerosas películas en Estados Unidos en los que demostró su buen hacer ( sobre todo para determinados papeles digamos "siniestros") es el enmigrante húngaro que va a ser acusado por la fiscalía de ser en realidad otra persona, de haberse "colado" en los EEUU después de la Segunda Guerra Mundial bajo otra personalidad, de haber ocultado su identidad engañando a todo el mundo. Ahora es reclamado por el gobierno Húngaro, comunista ( aún no había caído el telón de acero) como criminal de guerra nazi. Por tanto deberá ser extraditado y, más adelante, ser juzgado como tal. 

  Su hija Anne Talbot( Jessica Lange), separada con un hijo, abogada de prestigio, lo va a defender de todas las acusaciones, siempre confiando en la palabra de su padre, de que todo es un cúmulo de insidias indignantes. ¡¡Cómo un honrado ciudadano, cumplidor con su país de acogida, patriota como ninguno, anticomunista, un auténtico yankie, puede ser ahora puesto en duda por esa misma administración!!!. Ese es el argumento de Lazslo, sus hijos y nietos lo creen, ¿cómo se pueden atrever a dudar de su honorabilidad?.¿Cómo va a ser el mismo personaje que Hungría, ese país comunista, reclama como integrante de un grupo parapolicial que asesinaba judíos y gitanos?. La interpretación de Jessica Lange es estremecedora, primero como fiel hija y leal abogada ( aunque no conviene mezclar a la familia en asuntos profesionales y eso también se ve en la película). Esa complicidad traerá más de un problema a Anne. Ella, siempre creyente de la veracidad e identidada actual de su padre obtiene informaciones que desmienten que Laszlo sea el de la foto, el del carnet policial que todos los testigos van reconociendo, se agarra a las argucias propias de un buen abogado, el carnet puede haber sido falsificado, los testimonios son equívocos....ella no quiere creer tampoco como persona, como hija, todo lo que va apareciendo. Tampoco su nieto, Mikey cree a los que maledicen de su abelo, se pelea en el colegio y ha escuchado de él que el holocausto fue una gran metira...eso escucha Anne y lo reprende...¿quién te ha contado eso?...el abuelo...entonces será el otro abuelo.


   Lo que va a ser clave en el desenlace son las flexiones de Misha ( que así era conocido Lazslo). Este comenta a su nieto que el siempre hace flexiones antes de acostarse, porque el físico es tan importante como la mente. Estas flexiones unidas a un  macabro juego con la bayoneta jugarán un papel decisivo no en el juicio, sino en la moralidad de Anne, que se irá desplomando como una mosca, poco a poco, conforme le llegan certezas cada vez  más palmarias. Pero el juicio prosigue y Anne como decía recibe ayudas desconocidas que echan por tierra los testimonios de todos los que, presuntamente, habían recibido abusos de Misha. ¿Será todo un complot comunista contra su padre?.

   La presencia de una Budapest majestuosa pero decadente, con esa luz plomiza, esos coches anticuados tomará un protagonismo decisivo. Juez, fiscal y  abogado viajan a la bella ciudad húngara para tomar testimonio a un viejo anciano agonizante. Esta persona dice haber sido testigo de las violaciones y matanzas de Lazslo. Pero en el hotel, Anne recibe una carta (volvemos a la red de ayuda de los criminales nazis) que desacredita al anciano. El juez irritado manda regresar y el juicio parece visto para sentencia. Pero entonces Anne pide a sus taxistas que detengan el coche en el puente sobre el Danubio. Pasea por el lugar en el que los testimonios decían que su padre había convertido el Danubio en rojo y se imagina todo lo que pudo haber pasado 40 años antes. Por si fuera poco, decide visitar por su cuenta y riesgo a la hermana de un hombre que parece que chantajeaba a su padre en EE.UU. Está deseosa de saber la verdad aunque en lo más profundo de su corazón desea que todo sea mentira.


  Su padre había pagado a un señor un dinero durante varios meses. Este individuo, Tibor Zoldan, también húngaro, había muerto atropellado. Pero había dejado una nota y una dirección que habían llegado a manos de Anne. Esta dirección le remitía a la casa de su hermana en Budapest. Allí, Anne, deseosa de saber la verdad real, no la judicial que ya se ha sustanciado, recoge un billete de una casa de empeños americana. Podría haber arrugado ese papel y haber continuado su vida pero el ansia de saber la verdad puede más que la tranquilidad de vivir atemorizada el resto de sus días, pensando que su padre era ese abyecto criminal de guerra. En la casa de empeños recoje una caja de música. Cuando acciona el mecanismo se oye una dulce melodía. Pero la maldita caja esconde un secreto terrible.                

     Estamos pues ante una extraordinaria película que recuerda a las tramas de Hitchkock, sabemos de la admiración de Costa-Gavras por el director británico de suspense...y como ya comentábamos la historia sirve al director Greco-francés para denunciar algo que jamás debería de prescribir: los delitos contra la humanidad, las redes pronazis y anticomunistas que existieron ( y posiblemente existan todavía) en los años 80 del siglo pasado. También nos permite acercarnos a la reflexión de si es conveniente para una sociedad poner una tupida y densa capa de silencio, de olvido consciente sobre hechos abominables acaecidos en el pasado o si conviene siempre tener presente la historia, sobre todo cuando todavía las heridas permanecen abiertas, cuando todavía hay víctimas vivas o familiares dispuestos a no permitir que su memoria, la de todos ( esa memoria histórica), sea pisoteada o ensalzada. Yo me inclino por la segunda opción: no olvidar y, a ser posible, perseguir penalmente, ante la justicia crímenes que jamás deberían prescribir: los crímenes contra la humanidad. Costa-Gavras no duda por un momento tampoco: a pesar de que los verdugos sean venerables ancianos ocultos bajo una máscara de respetabilidad e integración social, los crímenes no deben prescribir. Esto sirve para todos los países en los que han sucedido estos delitos y que han quedado sin castigo, no solo la Alemania nazi o sus satélites durante la guerra sino que es un mensaje universal, válido para cualquier lugar y tiempo, ya sean países latinoamericanos ( donde por cierto sí se han perseguidos esos crímenes) como otros en los que se violaron sistemáticamente los derechos humanos, caso español, por no irnos muy lejos.

   En cuanto a las interpretaciones hay que señalar a una portentosa Jessica Lange que hace un papel duro y desgarrador, difícil. Obtuvo una nominación a los Óscar de la academia. Y el ya comentado actor alemán Armin Mueller- Stahl que sabe jugar muy bien con un papel a su medida: da pena y compasión pero cuando mira al público durante el juicio vemos la mirada de la fiera, la mirada del mismísimo diablo.

   La banda sonora  de Philippe Sarde está interpretada por la Sinfónica de Hungría y es excepcional. El guión es extraordinario, basado en la novela homónima, sabe crear esos momentos de tensión y de relajación dentro de la exhasperación que supone la visión del peor de los dramas humanos y de la eterna duda existencial.  La fotografía sirve para aumentar ese suspense, describiendo los presentimientos que todos vamos teniendo, esa luz tenue nos da muy bien el tono general de la película, ese Budapest decadente es extraordinario.

  Una reflexión final: la injusticia muy frecuente de la "verdad judicial" que poco o nada tiene que ver en ocasiones con la realidad y que solo la historia es capaz de desentrañar. Muchas veces quedarán impunes gravísimos delitos y miserables delincuentes no pagarán por ellos por defectos de formas, contradicciones y falsos testimonios o incluso, algún juez corrupto. No digo nada del jurado popular, al que respeto, porque en esta película no existe y, sin embargo, el juez de origen judío es de una pulcritud espectacular, que casi hiere.
 

martes, 6 de agosto de 2013

Cómo matar al perro de tu vecino (2002)

 

  Cómo matar al perro de tu vecino, como no podía ser de otra manera con ese título, es una comedia costumbrista, algo amanerada y cursi pero con un muy buen guión y magníficas interpretaciones que hacen de esta parodia de un escritor de teatro en decadencia que se ve inmerso en una enorme crisis de insomnio por culpa del perro de un vecino un brillante producto que consigue hacernos pasar una agradable hora y media disfrutando en muchas escenas de momentos hilarantes, muy divertidos. Todo en ella es delirante: recuerda un poco a esas comedias alocadas de un woody allen en apuros que toma caminos erróneos que parecen no conducir a ninguna parte pero que adquieren todo su sentido al final. También recuerda a ese magnífico humor inglés, siendo una producción norteamericana.

   Es un humor inteligente  aunque podía haber llegado más lejos si hubiese arriesgado un poco más porque en muchas de sus escenas acaba resultando convencional. Pero no nos adelantemos. La historia nos cuenta la vida marital de Peter y Melanie McGowen, unos acertadísmos Kenneth Brannagh y  Robin Wright. Él, como decía, dramaturgo de éxito en los 80 pero de fracaso en fracaso en los 90. Está inmerso en una nueva obra que le trae por el camino de la amargura. Ella es una bellísima profesora de danza que vive obsesionada con ser madre. La verdad es que Peter no está muy por la labor pero periódicamente acuden al ginecólogo con la esperanza de que el embarazo se haya producido. Bueno, más bien ella que él, que no se ve, ya cuarentón, cuidando a un niño: ello podría laminar su creatividad artística. Hay que tener en cuenta que tiene que cuidar de su suegra que está en estado de demencia casi irreversible.

    Brannagh es el personaje central de todo el largometraje, es un tipo culto y refinado que se exhaspera con la vulgaridad y mediocridad del común de los mortales. Además ha dado con unos actores muy malos que no saben entender el texto que les ha ofrecido. Tampoco el productor de la función lo comprende muy bien y, entre todos, le obligan a cambiar páginas completas de su obra. Cómo está en crisis y en baja forma se plega a tamaño despropósito pero en su vida corriente está irascible e insoportable. No aguanta a nada ni a nadie y para colmo, una noche, escucha los ladridos insistentes de un perro de su vecino y el insomnio se apodera de él. 

    En realidad, como dice en una entrevista que acaba como el rosario de la aurora, "yo tan solo padezco insomio 4 veces al año....y dura tres meses". Ese tipo de frases son las que dan fuste a esta comedia. En todo momento su pareja, Melanie es dulce y ejerce una acción calmante en él, aunque esté cercano a la desesperación.  La situación se va complicando, como suele suceder en estas comedias de enredo: un ladrón que se hace llamar Peter McGowen amenaza la apacible urbanización angelina. Pronto Peter, insomne perdido, saldrá a pasear y se encontrará con el energúmeno, que en realidad es un paranoico seguidor del escritor. Juntos pasaran las noches con unas divertidas conversaciones de por medio. Una escena memorable es cuando la policía detiene al verdadero Peter pensando que es el ladrón.

   Entrará en acción una familia que se traslada enfrente de los McGowen. Se trata de una madre divorciada con su hija tullida. La madre admira al escritor y la niña parece un poco repelente. Sin embargo, este pequeño diablo con una discapacidad en una pierna, será la clave de bóveda del desenlace final de la historia. Al  principio Peter detesta que su mujer haga de canguro con la niña   pero poco a poco irá cogiéndole cariño. No en vano le da unas ideas fabulosas que apunta mecánicamente en un pequeño bloc y que después trasladará a su obra. La niña despierta en él todo el instinto parternal que jamás tuvo y generará las escenas más emotivas del film.

     El guión como señalaba anteriormente es certero, con grandes muestras de brillantez que dulcifican el camino al espectador. Aunque tiene aspectos de comedia al uso, supera el nivel de esas películas  ñoñas de una tarde de domingo. Maravillan todas esas conversaciones, es un humor inteligente muy por encima de las mediocres comedias convencionales. Cuando le preguntan si le gusta fumar (porqué fuma compulsivamente) asevera: "no me gusta el tabaco, pero pero me ayuda a escribir". Todas estas situaciones rocambolescas, como en el caso de sus escapadas nocturnas con su fan- fanático, sus problemas con la próstata y la dolorosa  revisión de la misma, sus disputas acaloradas por asuntos triviales y otras situaciones más, en especial su relación con la niña, Amy ( Suzi Hofrichter) convierten esta película en una agradable velada. 

   A destacar el papel de Kenneth Brannagh que demuestra que no solo es capaz de hacer espléndidos papeles dramáticos, shakespearianos o de cualquier otra clase, sino de adentrarse en una comedia ligera, en un papel que no está hecho precisamente para este tipo de actor. También Robin Wright está fantástica, en un momento excepcional de su ascendente carrera cinematográfica que después la condujo a papeles de mayor importancia. Es la mujer dulce, comprensiva y, a la vez, de gran caracter y personalidad. Esta pareja demuestra química y dan ese frescor casi de comedia inglesa aunque sea norteamericana, una película que pasó casi desapercibida y que merece la pena recuperar.

lunes, 5 de agosto de 2013

VACAS (1992)


    Ópera prima de Julio Médem, ya es una obra maestra, es una película que no puede dejar indiferente a nadie. Película de culto (al menos para mí) representa ya desde este primer eslabón una cadena que esperemos que dure todavía décadas. La genialidad de Médem en retratar obsesiones de una manera única comienza con buen pie desde el momento en el que Manuel, el aizkolari cobarde, queda completamente alucinado con el ojo de una vaca. Ese ojo lleno de moscas que es el único testigo ( al menos para él) que sabe de su bajeza. Más tarde, ya anciano, pintará obsesivamente vacas, que no dejan de ser alegorías de su remordimiento.  Porque Manuel Irigibel, buen leñador vasco, no puede superar un atávico terror a las armas, a la muerte y queda completamente paralizado en las trincheras mientras los liberales han masacrado a toda la columna carlista a la que pertenece,  incluído Carmelo Mendiluce, también aizkolari, esto es, el que corta troncos con un hacha,  rival en el noble deporte de cortar leña a destajo, la aizkolaritza, tradición vasca y de otras regiones españolas y europeas. Estamos en plena 3ª Guerra Carlista, el frente vasco como siempre, lugar carlista por antonomasia (ver las gorritas rojas de la ertzaintza). Manuel se embadurnará con la sangre todavía fresca de Carmelo, que suplica ayuda moribundo. Pero su miedo le hará hacerse pasar por muerto amontonado en una amalgama informe de cadáveres camino de la fosa común. Aunque un carro le destroza la rodilla, sigue muerto, sin pulso, sin vida aparente. Y ya nunca recuperará su vida normal, será un muerto en vida pintando vacas y soñando con un tronco destrozado y sin vida que es el agujero que conduce al mismísimo infierno.

     De repente veremos a una nueva generación de vascos, las mismas familias (o quizás la misma) con ese odio, unos 35 años después. Manuel anciano y cojo de por vida  pintando vacas junto a sus nietas, ¿influencia daliniana en el autor?. Su hijo, fiel retrato suyo de adolescente, un siempre apabullante Carmelo Gómez que realiza tres papeles en uno. Ahora es Ignacio y la disputa se traslada al terreno que ya anuncia el inicio de la película: la tala de troncos y las apuestas entre vecinos y viandantes. Ignacio contra el vecino Juan, un muy notable Cándido Uranga, que interpreta dos valiosos papeles. Aunque parece que la disputa va más allá del deporte, vemos el odio entre caseríos tan cercanos. Triunfa Ignacio, que se hace popular y recorre las tierras euskaldunas en loor de multitudes mientras Juan se resiente de su derrota, se aisla del mundo, hasta de su familia: se vuelve loco y tendrá una relevancia en el desenlace de la trama de suma importancia, en un regreso al carlismo de su padre, ya en plena Guerra Civil Española.

    Otros personajes son de gran importancia, no solo el abuelo que continúa obsesionado por las vacas y por el agujero profundo, sino sus nietos y los habitantes del caserío contiguo: Pilar Bardem, como Paulina es como la mamma siciliana de su clan, dominando a todos, incluso a Juan, ya derrotado. Aparece también una todavía prometedora Ana Torrent a pesar de su carrera infantil con Saura. Ella es Catalina, la hermana de Juan.  Aquí aparece una especie de aventura shakesperiana, ya que ella se enamora del rival de su familia y, en particular de su hermano, el fortachón Ignacio y van a procrear en un adulterio que destruirá el matrimonio. Sin embargo, el fruto de su infidelidad recurrente, es su hijo Peru Irigibel que siente una admiración por su medio hermana Cristina ( Emma Suárez). Ambos se idolatran, ambos se quieren, ella 15 años mayor que él, pero estarán muy unidos.


   A lo largo de toda esta trama propia de Cien años de soledad, de esta saga, vemos el deterioro cada vez mayor de Juan, el hermano de Catalina, dictador y violento, se volverá completamente loco no recuperando su cordura hasta su enrolamiento en las filas nacionales, en la guerra del 36. Vemos también el amor cada vez más intenso entre los medio hermanos, vemos las escapadas amorosas, ya con automóvil, de Ignacio y Catalina que tanto disgustan a Madalena ( Klara Badiola), su mujer y madre de sus hijos "legítimos".  Vemos también como la historia nos habla del exilio por razones económicas hacia américa de parte de la familia Irigibel y el retorno de Peru como fotógrafo en la Guerra Civil y cómo, otra vez, surge el amor, un amor fraternal pero real, como la vida misma, quizás imposible, pero no por ello menos intenso. Cristina no ha podido olvidar a Peru y este, casado  y con hijos, regresa al caserío en pleno comienzo de la sublevación militar, como fotógrafo para un periódico inglés. Pero en realidad regresa por Cristina a la que nunca podrá poseer. Los momentos dramáticos son muy intensos pero finalmente el loco tío de Peru le salva la vida.


    Las interpretaciones están a la altura del magnífico y potente guión de Médem, tanto los ya nombrados Carmelo Gómez, Ana Torrent y Emma Suárez. Especial atención al anciano Txema Blasco, que es el primer componente de la saga de leñadores, el que se hace pasar por muerto, el que queda atrapado en el ojo de la vaca y, después, en todo tipo de artilugios que, como una cámara fotográfica, consigan atrapar la realidad a través del interior de un agujero.  Karra Elejalde quizás sea el más flojo pero no desmerece en el conjunto, su papel, espontáneo e intermitente resume todas las tensiones dramáticas del guión.

 
   La mezcla de todos estos efectos visuales y el impacto que producen en el espectador, la música de Alberto Iglesias que desconcierta y aumenta la tensión dramática y el simbolismo ya presente en esta primera obra completa de Julio Médem. En la retina propia quedan elementos como el ya citado tronco muerto del árbol, que es como un descenso a los infiernos tradicionales vascos, el espantapájaros que, mediante un resorte, siega en forma circular todo lo que se atreva a pasar por allí o el muñeco-trampa que, hacha en mano, pretende atrapar a cuantos jabalíes se atrevan a adentrarse en el pequeño mundo que constituyen estos aislados caseríos. Pero es que el mismo bosque, con su maleza, nos conduce a un escenario terrorífico y tensional, emocional que nos mantiene en vilo durante todo el metraje. Una historia original y perturbadora que es simplemente Julio Médem en estado de gracia.