jueves, 13 de septiembre de 2018

El pianista

   
  El pianista es, quizás, la mejor obra de su director, el polaco Roman Polanski. Basándose en un hecho verídico, narra las trágicas circunstancias de un pianista judío en la Varsovia ocupada por el ejército nazi, la Wehrmacht. Wladyslaw Szpilman (Adrian Brody) tendrá que sobrevivir, primero acompañado de su familia, siendo trasladados como ganado al Guetto de la capital polaca y, posteriormente, en una absoluta soledad tras ser trasladados sus familiares al campo de exterminio de Treblinka

   Es una película más de nazis, de sus salvajadas en la europa de Hitler, la europa sometida al poderoso ejército alemán, pero no es una película cualquiera de nazis: es una excepcional visión de las atrocidades que se cometieron en el Guetto de Varsovia y es una extraordinaria historia de esperanza, repleta de un gran humanismo, el de aquellas personas que deciden arriesgar sus vidas para salvar al mayor número de personas posible de su seguro exterminio en Varsovia o en los campos de trabajo y también el de aquellas que deciden apostar, arriesgar,como decimos, su posición, su cómoda posición dentro de una burguesía polaca que podía haber estado quieta, inmóvil ante las atrocidades que veían a diario para salvar al pianista Wlado Szpilman, un extraordinario músico polaco que consigue evitar su deportación primero y después ocultarse de los nazis en diferentes lugares de la ciudad de Varsovia. Incluso tendremos tiempo para descubrir, en una tregua narrativa, que los nazis no eran unas simples máquinas de matar, sino que también eran personas con sus sentimientos (algo que no está tan claro dentro del cine de nazis). Este quizás es otro de los grandes logros de la película. 

 El pianista, para conseguir su objetivo, tendrá que enfrentarse a numeras pruebas, a constantes peligros y en varias ocasiones a punto estará de perecer en el intento.

   Todo en esta película está excepcionalmente narrado, desde su inicio hasta su final, con una cuidada y preciosista ambientación recreando excepcionalmente la Varsovia ocupada , el Guetto de Varsovia y la destrucción de esta a finales de la II Guerra Mundial por orden de Hitler. La narración es tremendamente dura e impactante, desde el inicio hasta el final. Realmente Polanski no nos da tregua, desde el principio vemos que la historia va a ser narrada sin cortapisas ni moralinas de ningún tipo y nos va a provocar un nudo en la garganta ante todo el horror que vamos a ir viendo a lo largo del film. Tan bien recreada está la historia que más bien parece que estemos asistiendo a un documental rodado en directo, en esa Varsovia triste dominada por los alemanes.

   Desde el principio, Wlado, el protagonista, con su maestría al piano, pone la nota lírica y la luz ante tanta desolación con su sonido, con ese Chopin que resuena en el estudio de grabación cuando, de repente, una bomba cae en los estudios de la radio polaca donde está grabando su interpretación. Después, cuando toda su familia ha sido humillada, como el resto de judíos, marcándola con la estrella de David y trasladada como si fueran bestias a un barrio acotado y cerrado por un muro, nuestro protagonista sigue tocando su piano en un bar en el que trabaja. También en la parte final de la película, tras años sin poder tocar el piano por haber tenido que estar totalmente escondido, vuelve a entonar el emotivo sonido para un oficial nazi. Este, cercana ya la derrota de los alemanes, también se conmoverá ante la interpretación de Wlado y lo ayudará a sobrevivir en los últimos momentos de la ocupación germana. La música y la barbarie se funden en un armonioso retrato del exterminio judío, dotando a la película de gran belleza narrativa dentro de la tremenda crudeza que nos narra.

  Como escenas a destacar cabe reseñar, ya en el guetto, la falta de escrúpulos y el lavado de cerebro a que habían sido sometido estos seres humanos, en el papel de soldados nazis, siendo capaces de humillar a seres desvalidos, que no son considerados humanos: la escena en la que los judíos deben hacer cola para cruzar la calle por donde pasa el tranvía y unos soldados nazis obligan a los desnutridos y desvalidos viandantes a bailar para ellos. O como son capaces de sembrar el terror ejecutando a sangre fría a cuantos judíos les vengan en gana. Una de las características del terrorismo fascista: la arbitrariedad, excepcionalmente narrada. La escena más terrible de toda la película es aquella en la que un grupo de soldados llegan por la noche al Guetto para sembrar el terror y asesinan a una familia que está cenando tranquilamente en su hogar, no sin antes lanzar por el balcón a un anciano minusválido que no se puede levantar ante sus requerimientos. Espeluznante escena que nos desvela la macabra forma de actuar los nazis, particularmente denigrante contra los discapacitados, a los que veían como un estorbo que era necesario eliminar. Esta escena resume toda la película, con un traveling de cámara abajo-arriba, que va anunciando la tragedia, desde la llegada del coche con los soldados, las luces que se apagan en todo el edificio, tratando de pasar desapercibidos sus habitantes, hasta la subida al tercer y último piso y el asesinato del anciano en silla de ruedas. De lo mejor de la película, sin duda.

   Toda la historia del Guetto de Varsovia está excepcionalmente narrada, desde su construcción, en ese corral de seres humanos que crean los nazis, pasando por la actuación de los soldados alemanes por las calles, usando el terrorismo para tener a los judíos totalmente sometidos, como a ganado cercado y la visión de la resistencia, que también está presente en la excepcional narración de la sublevación del Guetto, anunciada ya en la escena de la deportación, donde un anciano se niega a ser tratado como un esclavo y anuncia la necesidad de una rebelión antes que una sumisión sin lucha. La necesidad de una muerte digna antes de una muerte deshonrosa.


   Las interpretaciones están todas a un nivel excepcional, pero la de Brody en el papel principal es memorable y obtuvo por ello el Óscar de la academia. Se pone en la piel de ese hombre marcado por la tragedia en una laboriosa y cuidada interpretación, una interpretación que marca la carrera de un actor. Sencillamente soberbia, en todos sus matices. El resto del reparto está magnífico, desde el hermano rebelde que no quiere ser ayudado ni siquiera por un policía judío del Guetto, hasta la familia al completo, especialmente el padre, que resume muy bien las penalidades de las personas desvalidas y ancianas ante la barbarie. Pero Brody los devora a todos, es una película hecha para él, como si no nos imaginásemos a otro actor haciendo creíble lo increíble que Adrian nos muestra. Sobresaliente.
    La banda sonora de Wojciech Kilar es excepcional, trufada de diversas piezas de música clásica, en especial de Chopin, el gran pianista polaco. Es una película para estar dispuestos a pasarlo mal, a sufrir por lo que vamos a ver, en un metraje quizás un tanto largo, que se hace más pausado en su parte final, como no queriendo acabar nunca ese sufrimiento del protagonista, pero que merece la pena ser sufrido y ser vivido. Lo mejor es que es un film de los que dejan huella indeleble en nuestro corazón, una película que deja poso. No es una película más de la II Guerra Mundial y sus horrores, es una película que no nos podemos quitar de la cabeza: pensar cómo el ser humano es capaz de llegar a ver a otros seres humanos como escoria, como animales, como el hombre es capaz de lo mejor y de lo peor. Un drama desgarrador que encumbró, un poco más si cabe, la excepcional trayectoria de Roman Polanski.