viernes, 28 de junio de 2013

CINCO METROS CUADRADOS (2011)

     Esta película es un buen producto nacional, sorprendente, una película trepidante que no deja indiferente a nadie, en donde las contradicciones de nuestra sociedad consumista de ladrillos aparece plena ante la delincuencia de buena parte de los mangantes que han hundido a este país. Es una historia de la burbuja inmobiliaria, del empacho de cemento en el que nos hemos venido sumergiendo constantemente en nuestra reciente historia centrada en la desgracia de una inocente pareja de trabajadores que tienen un sueño: el de emanciparse y hacer una vida en común en una vivienda por la que ya han desembolsado buena parte de sus ingresos y que descubre, de la noche a la mañana, que lo han perdido todo: que no hay piso ni dinero y que un desalmado contructor ha huído dejándolos en la estacada y en la más absoluta miseria material y moral.


    El drama ya está dibujado. Sorprenden las magníficas interpretaciones del duo protagonista  ya que no lo esperamos por ser quien son: el duo de la telecomedia exitosa tantas veces repetida por televisión. Están soberbios, a cual mejor, en unos papeles dramáticos que bordan como anillo al dedo. Álex ( Fernando Tejero) y Virginia ( Malena Alterio) adquieren un piso sobre plano en el extrarradio de una ciudad cualquiera, en este caso se supone que en la costa ( está rodada en parte en Ciudad de la Luz, en Alicante) pero podría ser cualquier ciudad española en la última década. Van a lo barato, como la mayoría, huyendo de los prohibitivos precios del centro. Como todos, desembolsan sus escasos ahorros en la entrada del piso, como todos, aceptan esa losa que nos convierte en esclavos del capital llamada hipoteca a 40 años.

    Ya falta poco para su boda, para unirse en matrimonio y entonces, llega el mazazo: el edificio a medio terminar es precintado y las obras se paran. El promotor no aparece. Todo su esfuerzo ha sido en balde: años y años de trabajo de hormigas y de privación saltan por los aires, el dinero no está. Comenzará así un duro peregrinar en el que surgiran inevitables roces, peleas, discusiones y rupturas sentimentales. A pesar de que se unen en plataforma para protestar pos sus violados derechos y escogen la dura y sufrida vía judicial poco consiguen. Esto llevará con el paso de los meses a la más absoluta desesperación y a la búsqueda de soluciones tajantes por parte de Álex.


   La peli es una denuncia contra la corrupción urbanística en España, más en concreto en la costa mediterránea. Guarda relación con la serie "Crematorio" que ya comentamos tiempo atrás. La escena inicial donde un constructor y un político se ponen de acuerdo para edificar en terrenos protegidos, saltándose las normativas del medio ambiente nos remite al cine de crítica social, un cine de denuncia siempre necesario aunque poco habitual por estos pagos. Utiliza el esquema de thriller para despertar mayor atención y a fe que lo consigue. El guión es meritorio y el ritmo de las secuencias y muchas composiciones de planos están muy logrados. Así se logra crear un malestar, una tensión en el ritmo narrativo y en el propio espectador que observa impotente una situación que bien le podría ( nos podría) haber pasado.  

     Alex se va convirtiendo en una olla a presión pero a fuego lento, no de sopetón, esa tensión acumulada va cociéndose a pequeños pasos, y se va quedando sin salidas, nadie le ofrece una solución razonable: el sistema se vuelve su peor enemigo. Así llegará al punto de ebullición poniendo en riesgo su propia integridad y jugándose el tipo por conseguir, a la desesperada, arreglar por las bravas el asunto. ¿está justificada la violencia contra un sistema y unas personas que engrasan la máquina terrorífica en la que vivimos cuando desprecian y humillan al común del ciudadano, dejándolo sin salidas?. Es una buena pregunta a la que el guión no da una respuesta bastante clara.


   En cuanto a las interpretaciones, al margen del duo Alterio-Tejero, Tejero-Alterio, tanto monta, hay que destacar a un siempre correcto Emilio Guitiérrez-Caba que consigue atrapar el odio del espectador y que tanto nos recuerda a muchos mafiosos del día a día español, a tantos Bárcenas del ladrillo patrio.  Es posible que la historia esté muy llevada al límite  y el final sea un tanto inverosímil, quedando bastante abierto por otro lado pero no hay que obviar la situación humana y psíquica a la que pueden conducir a un ciudadano cualquiera.

lunes, 24 de junio de 2013

LOS AMANTES DEL CÍRCULO POLAR (1998)

  Un cúmulo de sensaciones y emociones arrebatadoras y perturbadoras se asientan en aquel espectador que tenga un mínimo de sensibilidad después de visionar esta obra de arte. Podemos poner todos los reparos que queramos, que si esnobismo, que artificiosos alardes poéticos, que si pedantería intelectualoide, engaños argumentales o tomaduras de pelo. Pero esto es cine señores y de muchos quilates, cine con mayúsculas porque todo eso también es cine.

  Reconozcámoslo, Médem lleva a cabo una de  sus más geniales creaciones. Consigue atrapar con ese cine circular y simbolista, lleno de imágenes sugerentes y evocadoras de una belleza deslumbrante. Es de esas películas que, después de ser vista, se estanca en nuestra imaginario durante mucho tiempo porque es una película capicúa, como no se cansan de repetir sus dos protagonistas esenciales, Otto ( Fele Martínez) y Ana ( Nawja Nimri), es decir, es una película que puede ser vista de principio a fin al igual que desde el final al principio: inicio y fin son el mismo, los impresionantes ojos de Ana en los cuales se refleja el rostro compungido de Otto dan inicio y final a esta extraordinaria historia de amor. Médem busca eso precisamente, jugar con el espectador creando un conjunto de símbolos que se repiten y giran contínuamente alrededor de él.
  Sin embargo lo que Médem quiere contarnos es una historia de amor poco convencional, la de dos chiquillos casi adolescentes que, por las casualidades del destino ( algo que a su autor tanto gusta representar) se encuentran en un colegio religioso de EGB en los primeros ochenta, en donde separan a niños de niñas. Allí se enamoran profundamente y por esos azares de la vida acaban viviendo juntos como hermanastros: la madre de Ana, viuda, se enamora del padre de Otto, separado. Aunque al principio Otto y Ana, Ana y Otto viven cada uno con sus madres, es Otto el que da el paso de estar mucho más cerca de Ana, yéndose a vivir con su padre y dejando a su madre sola, algo que después tendrá terribles consecuencias y que darán un nuevo salto mortal en la historia.

   Mucho de lo que nos impacta es que nadie conoce el amor de estos dos adolescentes hermanastros, el secretismo con el que llevan su amor, en una sociedad todavía arcaizante, llena de prejuicios morales. Pero ellos siguen adelante porque su amor está por encima de todo lo comprensible a pesar de que la vida los separará irremediablemente y los volverá a unir en el círculo polar, en una Laponia en la que ambos habían soñado años antes como si de un juego se tratase y que en realidad acabará resultando ser el momento final de su eterna unidad. 

   Porque Ana y Otto son uno, están unidos desde que nacen aunque ellos no lo sepan por una serie de azares del destino que se remontan al origen del nombre de él, a un aviador alemán que ha bombardeado Guernica en la Guerra Civil Española y que ha sido salvado del olvido y de unas ramas que lo retienen en lo alto de un árbol por su abuelo. Este mismo aviador, Otto, logrará huir a Finlandia no sin antes enamorarse y casarse con una desvalida chica vasca que será el amor de su vida y que engendrará a Álvaro, el tercer amor de Olga, la madre de Ana. Y precisamente este Otto, el original, será el cauce del destino final del amor inmortal del duo protagonista cuando, ya mayor, consigue la preciada cabaña a orillas de un lago para Ana. Un lugar en el que se refleja la belleza de un sol que nunca llega a ponerse, que planea sobre el horizonte, el lugar en el que Otto, el protagonista, va a lanzarse en paracaídas, como  60 años antes había hecho el anciano sobre una España en Guerra.

   Todo este aparente galimatías se resuelve con facilidad si nos olvidamos de lo accesorio y nos mantenemos fieles a la historia central de ese amor apasionado, adolescente, de una fuerza sobrecogedora, aunque parezca casi imposible que Álvaro y Olga no descubran nunca a Otto y Ana en la cama desnudos durante tantas y tantas noches apasionadas de amor.  Cierto que siempre se pueden observar pequeñas fallas en el guión pero, ¿en qué película no las hay?. Esas escenas del amor adolescente, esa imagen del beso debajo de la cama ya algo más mayorcitos, la cruel separación después de la muerte de la madre de Otto, ese encuentro en la plaza mayor donde nosotros deseamos que se vean...pero no lo hacen, los autobuses rojos, en varias ocasiones, las imágenes en sueños de Otto tras su intento de suicidio. Son imágenes que se intercalan con situaciones casi oníricas en esa tensa espera cargada de soledad y diría de frialdad de ambos contendientes.

    Porque Ana resulta fría al iniciar una relación con un profesor que le saca media vida e igualmente al romperla y viajar a Finlandia en busca del amor que ambos se prometieron. También Otto resulta inquietantemente gélido en su aventura aeronaútica, ya anunciada ( un tanto pedantemente) en el bombardeo de avioncitos de su adolescencia. Parecen seres oblícuos, que poco tienen que decirse y, sin embargo, en todo momento, se mantiene el amor apasionado que solo se verá truncado en ese final que nos acongoja por su dramatismo pero que, al mismo tiempo, esperamos desde el principio. Un final amargo y dulce al mismo tiempo, un accidente de circulación en el preciso momento en el que ambos se unen y una pupila dilatada que indica el último estertor de Ana viendo a Otto a su lado, una  muerte dulce.

   Como siempre en Médem, simbolismos mágicos, tramas argumentales muy elaboradas, quizás forzando excesivamente la máquina pero cine en definitiva y con mayúsculas. Música muy adecuada del oscarizado Alberto Iglesias. E interpretaciones muy conseguidas en todos los secundarios que adolecen de algo de ese alma que nos transmite la historia en los dos protagonistas principales ya de adultos. Pero prevalece un magnífico argumento, se impone el amor por encima de todo que nos hace perdonar la falta de voz de Nawja Nimri o los excesos de Fele Martínez.  Una película imprescindible en la filmografía del controvertido y genial Julio Médem.

lunes, 17 de junio de 2013

KATMANDÚ, UN ESPEJO EN EL CIELO(2011)

  Una excelente reflexión sobre las injusticias de una sociedad atrasada, aún medieval, en pleno siglo XXI. Es Nepal, un país fuertemente jeraquizado y separado en clanes y castas en donde las diferencias de riqueza y de educación marcan la realidad de un país paupérrimo, con unas tasas de analfabetismo abrumadoras. Ahí es donde Bollaín vuelve a acertar, en mostrarnos una realidad a veces un tanto oculta por la imagen que tenemos de ese mundo plagado de religiosidad budista y, sobre todo, induísta que nos abruma en estos tiempos de incertidumbre en occidente.



 
  Lo cierto es que la película consigue atraparnos con esa sensibilidad que siempre sabe sacar a relucir la directora española. Lo hemos visto recientemente en otras películas suyas como la extraordiaria y ya comentada "También la lluvia", donde las contradicciones de una sociedad fragmentada salen también a relucir tratando con gran humanidad todos estos asuntos tan de actualidad. Desde luego que el papel protagonista de Verónica Etxegui es de lo mejor, esta actriz, poco a poco, va forjándose una carrera cada vez más completa. Su papel está lleno de dulzura y amabilidad hasta conseguir que soltemos alguna que otra lagrimilla.

   La historia es la de una profesora, Laia, activista de los derechos de los niños que se embarca en la ardua tarea de educar, de inyectar futuro, en una sociedad todavía muy arcaica. Se va a topar con múltiples trabas que nos van a mostrar lo delicado de la situación del Nepal, un país encerrado en sí mismo, corrupto y fuertemente segregado socialmente. Acepta un matrimonio de conveniencia para no ser deportada, tiene que sobornar a funcionarios para obtener los papeles necesarios para abrir una  escuela infantil en el lumpen de Katmandú, la capital del país, en una zona de chabolas en donde las mujeres se niegan a que los niños acudan al colegio para que trabajen aportado algo de dinero que les permita su supervivencia, su alimentación. Laia conseguirá convencer a las madres para que permitan a sus pequeños escolarizarse a cambio de darles ella de comer. Pero las dificultades no pararán de llegar, con una serie de desgracias que ponen de relieve la fragilidad enorme de una realidad social desesperada.
   Vemos el drama de la prostitución de  menores, en una chica de la escuela, la primera a la que Laia llega a impartir sus nuevos métodos pedagógicos que es enviada por sus padres a India con la promesa de un trabajo y que acaba en manos de las mafias. Observamos ese primer drama terrible, el de una niña a la que quitan su infancia y su dignidad. Después también vemos el drama en las carnes de la propia Laia que, enamorada de su marido, se enfrenta a su incomprensión por lo que hace obligándola a elegir entre él y su vocación. Y también el drama de su amiga y compañera de enseñanza, Sharmila ( Sumyata Battari), una nepalí que desea ser madre, que vive al borde de la degradación familiar por atreverse a tratar con esa parte de la sociedad que es escorada, vilipendiada, olvidada por las castas superiores a las que ella pertenece. Cuando quede finalmente embarazada rechazará el feto por ser niña y decidirá abortar exponiéndose a perder su propia vida.

    Un viaje a los bajos fondos de la sociedad nepalí que permite a Laia descender a sus propios infiernos personales, a sus contradicciones internas. Basado en una historia real, la de la maestra catalana Victoria Subirana, que en los 70 marchó a Nepal para alfabetizar a una sociedad ciertamente tercermundista.

  Quizás lo peor de todo el conjunto sea el horrible doblaje que tiene  la película al español, en especial el de la protagonista, y que desdibuja bastante el conjunto del film. Resulta  exasperante e irritante el desfase sonoro y la falta de emoción en muchas de las escenas y que lastran lo que podía haber sido una gran película. Tampoco me parece que acierte la directora al introducir ese popurri de lenguas, ora en inglés, ora en español, ora en nepalí. Resulta desconcertante como mínimo aunque si lo que trataba era de caminar hacia el docudrama ciertamente lo consigue, pero creo que esa no era su verdadera intención.En cuanto al guión podría haber incidido mucho más en el drama y solo pasa de manera superficial por los asuntos más espinosos, como si estuviésemos viendo un telereality, un programa de tele-relidad, en la que una española nos muestra su trabajo y vida en el lejano y perdido mundo Nepalí. De lo mejor son las escenas del interior del país, lejos de la horrenda capital que da título a la obra: unos extraordinarios planos de las cumbres del himalaya, con esos picos siempre nevados y los pueblos del interior, mucho más atrasados si cabe que la propia urbe nepalí.

  En definitiva un ejercicio filmico interesante, no de lo mejor de su autora por defectos que lastran el guión, tanto técnicos como de texto pero que resulta muy emocionante. La visión de todos estos dramas tan contidianos pero tan alejados de lo que vemos en los telediarios y en nuestro bonacible mundo capitalista nos permite sacar a relucir esa mala conciencia respecto a nuestra lujosa forma de vida.

domingo, 9 de junio de 2013

LINCOLN ( 2012)

   Después de ver en pantalla gigante la última obra de Spilberg, salgo con un sabor agridulce porque he visto una gran obra cinematográfica, unas interpretaciones magníficas, sobre todo un enorme, fabuloso, gigante, las palabras se quedan cortas para hablar de esta interpretación de Daniel Day-Lewis en el papel protagonista. El regustillo amargo puede estar centrado, en mi caso, en el excesivo metraje y en la lentitud de la película. Aunque no es óbice para dejar de alabar esta excelente recreación de la lucha final de Lincoln por conseguir la aprobación de la decimotercera enmienda aboliendo formalmente la esclavitud en los Estados Unidos. Luchas enfrentadas que nos ponen de manifiesto la actualidad de lo que se cuenta en la película, las dificultades que una verdadera democracia impone a los acuerdos entre ejecutivo y legislativo cuando estos están verdaderamente separados. Y como, en una situación extrema, en plena Guerra Civil, prácticamente derrotado el ejército confederado, hay que convencer a los diputados, representantes de pequeños distritos que no están dispuestos a renunciar a sus convicciones o al interés de sus electores anteponiendo estos, incluso a las necesidades nacionales o a la abolición de la esclavitud por imposición de un presidente que actua ciertamente como un dictador cuando trata de doblegar al legislativo. Y a fe que lo consigue, como bien sabemos, pero también con una dura lucha, tan violenta en lo dialéctico como la propia conflagración armada.

  Me recuerda a las grandes películas del cine norteamericano de los  60 y 70 que abordaban el cine político, esa maravillosa y recomendable Tempestad sobre Whasington, siempre revisable, del genial Otto Premingger. En otro plano y época pretérita evidentemente. En esta ocasión Spilberg logra extraer la esencia misma del personaje, humanizándolo, lo vemos como cercano a nosotros, como un hombre más, lejos de esa imagen de líder sobrehumano que logró llevar a su nación a la unidad tras la guerra y que puso en pie la abolición de la esclavitud.

    En ese asunto se centra el guión, en los titánicos esfuerzos del presidente, con la oposición incluso de su propio gobierno, de aprobar cuanto antes, incluso por delante de la ansiada paz, la enmienda que declare abolida toda clase de esclavitud, haciendo patente la declaración de igualdad que la propia constitución preveía. Y a fe que la lucha es enorme, primero debe convencer a su gabinete y, después a los representantes de su partido, el republicano, sobre todo al ala más conservadora, reticente a votar a favor. Ahí contará con el apoyo de un magnífico Tadeus Stevens ( Tommy Lee Jones) que está que se sale en una caracterización acertadísima ( al igual que el resto de protagonistas). El líder del ala radical del partido republicano mueve sus hilos y lleva a cabo una serie de intervenciones en la cámara de representantes que conmueven y que consiguen atraer a su causa a todo el partido republicano. Sin embargo, eran necesarios 3/4 partes de los votos y para ello necesitaban,  además, el voto de 20 representantes demócratas, contrarios a la abolición en principio ( primero acabar la guerra y después ya se vería). Pero Lincoln sabía que si no se aprobaba la enmienda, una vez terminada la guerra, se olvidarían de ello y dejarían de aplicar su decreto presidencial que garantizaba la igualdad. Para no que todo ello no cayera en agua de borrajas, se debía tratar de aprobar la enmienda de inmediato. 

  Para lograr convencer a los demócratas, van a utilizar la corrupción política, algo muy poco frecuentemente mostrado en la imagen impoluta que Lincoln guarda en el imaginario norteamericano. Pero no son los yankees pacatos en este sentido y, al menos en su cine, muestran todo, incluidas las miserias de su ídolos. Lo importante, en aplicación de Maquiavelo, es lograr un bien mayor aunque haya que utilizar la treta que haga falta. En  este sentido, Lincoln autoriza a W.N. Bilbo ( James Spader), periodista y abogado a sobornar  a un grupo de congresistas a los que ofrecen cargos públicos si votan a favor. También intervienen otros miembros del gobierno y hasta el propio Lincoln que, con sus discursos, trata de persuadir a los representantes. Pero será duro, la minoría demócrata tiene entre sus filas a afilados oradores que son capaces de echar abajo cualquier argumentación a favor de los negros.
 



   También es muy interesante el dilema moral que se le presenta al propio Lincoln: si es preferible abolir inmediatamente la esclavitud aunque eso cueste muchas más muertes en el frente o llegar ya a la paz con el sur a pesar de que nunca se pueda aplicar la abolición en estos estados. Optará por lo primero, pero las dudas están presentes, incluso cuando su hijo mayor decide alistarse en el ejército.
  
    Memorables son los debates en la cámara, una cámara en la que se abuchean y hay dialéctica de gran altura, pero una cámara en la que priman intereses divergentes. Emocionante el momento histórico en el que se comprueban que están los votos necesarios. Incluso se sigue la votación en el cuartel general de los Estados Unidos mediante el telégrafo. Se van anotando los votos, en una interminable y agónica votación. Los soldados negros aguardan emocionados el resultado final. El general Grant está presente es esos trascendentales momentos en otra extraordinaria caracterización.
  En general los actores están todos muy acertados, desde el gran Day-Lewis ( con su tercer Óscar de la academia), pasando por una acertada Sally Field como mujer de Lincoln, que sabe en todo momento ser una mujer temperamental que se enfrenta y aconseja a su marido, el citado Tomy Lee Jones y un largo etcétera de actuaciones muy logradas.

  Una gran película que nos devuelve ese cine político bien elaborado, con una historia de guerra como telón de fondo. Un cine soberbio, bien rodado como siempre en un maestro como Spielberg, un buen guión, una magnífica fotografía y una escenografía muy conseguida. No se porqué no tuvo el Óscar a la mejor película a pesar de obtener 2 y 13 nominaciones. Cine épico de grandes vuelos, del que poco abunda.

miércoles, 5 de junio de 2013

DIARIO DE UN SKIN ( TV) (2005)

    Podríamos enlazar muy fácilmente este irregular telefilm español con una película americana magnífica, American History X, por la temática común que abordan: el mundo de los cabezas rapadas, el movimiento skin. Pero aquella era una buena película y esta es más bien floja. Sería una visión cañí pero no por ello menos peligrosa o edulcorada del mundo neonazi en donde vemos las delirantes ideas que albergan estos auténticos enfermos mentales, su relación con el deporte y el fútbol en particular: con los grupos de hinchas radicales de los equipos.

    La película narra un hecho verídico: la inmersión del periodista Antonio Salas ( Tristán Ulloa) como topo dentro de un grupo de skins madrileños. La historia nos cuenta que un compañero de Salas, sudamericano, es apaleado hasta la muerte por una pandilla de cabezas rapadas. Salas, destrozado por el que iba a ser su cuñado y amigo, decide contactar con los ultras a través de diversos foros de internet con el objetivo de infiltrase y obtener información que le lleve a descubrir a los autores materiales e intelectuales del crimen de su amigo. Poco a poco va dejando de lado su función periodística para adentrase en su faceta vengativa: reunir cuantas más pruebas sea posible, mediante la utilización de cámaras ocultas fundamentalmente. 

   Se va a hacer llamar Tiger y, muy pronto, cambiando su propia estética a la neonazi, se hace amigo de un personaje que tiene una librería de temática skinhead. Este personaje es Panzer ( Fernando Cayo) que es de lo poco salvable de esta película dicho sea de paso. A partir de esa amistad se adentra en un grupo asociado a los Ultra Sur madridistas y que pronto descubre que están dirigidos desde arriba por otras personas, los auténticos inductores del crimen de su compañero.  De manera hábil pero arriesgada a punto estará de ser descubierto aunque sale siempre airoso de todas las encrucijadas y logra no ser descubierto. Así obtiene información determinante los responsables del homicidio: los jefazos de la organización. Alertado por un avezado policía y amonestado por su jefe en la redacción se verá prácticamente solo ante el peligro. 

   Obviamente, y para disimular, tiene que ser un auténtico skinhead, un nazi de los pies a la cabeza. Y no sólo en la estética sino en la forma de actuar y hasta de pensar. Llegará un momento en el que está como siendo abducido por una secta y comenzando a pensar como ellos. Hasta su novia ( hermana del asesinado compañero) llega a sufrir sus iras y malos modos poniendo en peligro su relación.  Tiger será implacable con las prostitutas, los negros y los homosexuales, al menos eso hará creer a sus compinches que no sospecharán nada. Llegará a entrevistarse con el jefe supremo, ligado a mafias de vigilantes de seguridad. Pero dentro de la propia policía el camino se le cerrará, llegando a un punto muerto que está muy cerca de arruinar todo su trabajo y hasta su vida.

    La película ( en realidad es una adaptación para televisión, un telefilme) deja mucho que desear en varios aspectos. El guión, que es una adaptación de la exitosa novela de Salas, es muy flojo. Carece de credibilidad, parece elaborado por alguien muy poco experto en esas lides. No te crees la  historia en ningún momento y nos remite a escenas que pretendiendo ser duras no dejan de ser tópicos y lugares comunes además, mal rodados.

  Los actores están peor que mal. Ulloa en sus momentos más bajos, Cayo se salva un tanto de la quema, como buen actor que es, pero tampoco llega a convencer del todo. No obstante realiza una digna labor.  Casablanc salvable como casi siempre. Como curiosidad una siempre estridente Macarena Gómez, como Leire, bastante pasada de rosca. Lo peor quizás sea la falta de profundidad en los personajes y el escaso realismo que transmiten.

   La dirección no es una maravilla tampoco, los movimientos de la cámara, los puntos de vista subjetivos, las persecuciones no están muy logradas. Parecen la obra de un aficionado. No obstante si que es un producto visual digno de ver, sobre todo de cara  a la juventud. Aunque esté lleno de lugares comunes consigue transmitir lo peor de la extrema derecha radical: el odio, fundamentalmente eso. Y la complicidad de gente muy importante en estos grupos aparentemente espontáneos. Es quizás esa la mejor enseñanza que podemos extraer de todo lo que vemos. Telefilme reality hecho por y para televisión.
   

lunes, 3 de junio de 2013

WILDE (1997)


  Interesante retrato del afamado y genial escritor británico Oscar Wilde, en una Inglaterra prejuiciosa, de moral pacata y conservadora, en la etapa victoriana que dió con sus huesos en la cárcel por sus relaciones homosexuales tras un juicio que sirvió de escarnio público para él y su familia heterosexual   y que lo condujo a un estado de postración física e intelectual que pagó muy caro en su propia salud, que no en su labor creativa que continuó tan lúcida como siempre.

 
   La historia está muy bien trazada, cronológica y sentimentalmente porque, en el fondo, es una historia de amor. Un amor desbordante que Wilde sentía por la vida sin más, por el amor, por la naturaleza, por su familia e hijos y por su amante Alfred Douglas ( Jude Law) en el que cree descubrir la belleza pura y auténtica, un ser al que jamás dejó de querer a pesar de su alejamiento de dos años en la cárcel.

  Vemos durante la película a un Oscar Wilde desbordante: ocurrente, inteligente en casi todo lo que decía y hacía. Incluso en su peculiar relación con el padre de su amante, el  marqués de Queensberry ( Tom Wilikinson) que lo denunciará por sodomía. Sin embargo él  no  perderá nunca la calma, será un auténtico gentelman inglés, intentando dialogar con él y evitar el escándalo por evitar sufrimiento a su mujer y su familia.



   El guión se centra en ese problema que era ser homosexual en la sociedad inglesa que le tocó vivir, deja de lado otros aspectos interesantes o, al menos, los toca de pasada, sobre todo su carrera literaria e intelectual. Sin embargo consigue mantener al espectador a la espera de un destino que ya conoce de antemano.  Dentro de la película vemos la utilización del cuento el gigante egoísta   que el protagonista utiliza y sirve de nexo entre las distintas partes de la narración, cuando juega con sus hijos en el jardín e intenta explicar de esta sutil manera quién es en realidad su padre y que deben aprender y saber el gran amor que por ellos siempre a pesar de su naturaleza sexual.


La ambientación está muy lograda y detallada, consiguiendo el director un buen conjunto visual que nos cautiva. El ritmo de la película es pausado pero no se hace tedioso en ningún momento. Las imágnes del sufrimiento y trabajos forzados de Wilde en prisión son conmovedoras y nos hacen reflexionar sobre la injusticia y la discriminación en una sociedad supuestamente avanzada.

 Lo mejor de esta película es la actuación del actor británico  Stephen Fry que consigue reflejar la extraordinaria y poliédrica personalidad del autor inglés. El actor británico consigue una magnífica caracterización del genio inglés: no sólo en el aspecto, sino en sus  ademanes, en su forma de caminar y hablar y en su extraordinario sentido del humor.  Jude Law realiza una convincente labor teniendo que lidiar con un personaje también  es muy complejo, que gusta y desagrada por igual. El resto de actores secundarios también brillan a gran nivel: la esposa de Wilde, Constance (Jennifer Ehle), en particular representa ese papel de sufrimiento por una situación que le desborda, junto a sus dos hijos, abandonará a su marido y cambiará su apellido.

   Un biopic del escritor británico que resulta interesante y tremendamente conmovedor. Un gran documento para entender una sociedad conservadora y plagada de prejuicios. Y un precioso retrato del amor y del desamor. Recomendable.
  

SÉ QUIÉN ERES ( 2000)


   Curioso thriller nacional con connotaciones políticas aceptablemente dirigido por la directora Patricia Ferreira, en su ópera prima, y que pasó bastante desapercibido en su momento pero que nos ofrece una buena trama policíaca y unas espléndidas interpretaciones, en especial la del argentino Miguel Ángel Solá, que consigue actuar sin deje lingüístico materno con la dificultad que eso entraña. Ana Fernández tambíen brilla a gran altura, aunque a menor nivel que este primero. 
    Evidentemente el mayor lastre que tiene la película es su nacionalidad, puesto que la producción, de haber sido hollywoodiense posiblemente estaríamos hablando   de una estimable obra de  cine negro, aunque últimamente en la industria californiana también han metido mucho la pata.


   La acción transcurre en diversos escenarios.El primero es un psiquiátrico gallego, bastante destartalado por cierto, al cual llega una joven psiquiatra, ávida de conocimiento y  con muchas ganas de reciclarse tras su paso por un hospital madrileño, desengaño amoroso incluído. Allí va a conocer al personaje que será el eje de toda la trama: Mario ( Miguel Ángel Solá).  Es un personaje inquietante pues, en principio, nada recuerda desde un punto concreto de su vida, en el año 77, en plena transición política y ese dato será clave para el posterior desarrollo de los acontecimientos. 

   Sufre el síndrome de Kosakoff: sus recuerdos duran segundos, se olvida de todo lo que ha hecho y conocido en la escena inmediatamente anterior, lo cual atrae el interés de Paloma ( Ana Fernández). Pronto el tratamiento comienza a desvelar contradicciones, temores a algo desconocido por él en esos momentos pero que abre la historia a un pasado convulso de la historia de España. Paloma se ve cada vez más intrigada por la historia que Mario consigue ir recordando lentamente gracias a una medicación controlada de anfetaminas ( el mismo tratamiento para la hiperactividad de los niños).  Poco a poco la doctora se ve atraída por la personalidad de Mario. Surgirá así una estrecha relación médico-paciente que pondrá a prueba los afectos mutuos.

    Muy pronto alguien querrá asesinar a Mario,no sabemos bien porqué pero es alguien de la policía o los servicios secretos. Aquí aparece un jovencísimo Luis Tosar de esbirro asesino con su correspondiente gabardina a lo Humprey Bogart. Después de sobrevivir al intento de homicidio Paloma consigue ocultar a Mario en una casa de campo de una amiga íntima y, mientras tanto, investigar qué está pasando. 

   Intenta que Mario recupere su memoria. Él hace unos dibujos a carboncillo sin mucho sentido pero que después serán clave en la resolución del asunto. Y comienza a recordar cada vez más cosas, la protagonista siente que está utilizando demasiada medicación pero él no quiere olvidar de nuevo y  más ahora que ha encontrado a su verdadero amor.  La historia se vuelve un tanto rocambolesca, con poca sensación de verosimilitud, pero que consigue, como mínimo, mantener la atención del espectador ante el desenlace final.


    Podemos enmarcar la película en el período convulso de la transición española, cuando los servicios secretos del régimen tenían que lidiar con todo tipo de extremismos dispuestos a destruir al nuevo régimen naciente ( por la derecha y por la izquierda). El ruido de sables era ensordecedor y alguien se tenía que ocupar de desactivarlo. Los asesinatos contra los altos mandos militares impulsaron toda una guerra sucia amparada por las altas instancias de seguridad. Y la puntilla la puso la legalización del Partido Comunista, en un Sábado Santo donde Suárez, por sorpresa, engaña a toda la cúpula militar a la que había prometido que jamás lo haría. Ello generará que muchas corrientes de extrema derecha traten de paralizar el proceso.

   Ahí aparecerá este grupo parapolicial que tratará de impedir que Mario recupere su memoria porque pondría en peligro un secreto que todos quieren olvidar y un asesinato político dentro de la maraña de relaciones y subterfugios utilizados en la España de la transición.  El relato es un tanto superficial, solo esboza a los personajes, no profundiza mucho más y deja algunos huecos de importancia que no son aclarados. Los saltos temporales tampoco están muy bien explicados  Un desenlace algo frío y previsible que lastra una  película que podía haber dado mucho más de sí teniendo en cuenta el punto de partida inicial. Las amnesias son un recurso un tanto manido para dar emoción a la trama, la forma de curarla es poco creíble y el tramo final nos presenta un personaje clave que no había aparecido en el resto del metraje y que toma el relevo, que margina a los protagonistas a un lugar casi secundario.

     
  Lo mejor como decimos el papel de Solá que salva en gran parte las lagunas que el guión nos presenta. Da coherencia a la película, a una trama negrísima y política que desvela los agujeros de una transición de la que queda mucho todavía por conocer.  Aceptable ópera prima de Ferreira aunque intuimos una falta de medios cinematográficos que no permiten a esta interesante historia llegar a la altura de otras primeras películas de la talla de "Tesis".