jueves, 30 de mayo de 2013

THE QUEEN ( LA REINA ) ( 2006)


  The queen ( La Reina) es Hellen Mirren. Y esta afirmación no es baladí.  Porque lo que debemos destacar de esta película es la fabulosa interpretación de la actriz inglesa, interpretación que justamente le valió el Óscar de la academia. Todo lo demás puede parecer accesorio viendo su actuación. Sin embargo la película tiene un interés que casi se convierte en obscenidad. Porque Stephen Frears pone la cámara en el interior del palacio de Buckingham y en Balmoral cuando la familia veranea en Escocia. Entra en en las habitaciones particulares de la reina y nos enseña la intimidad regia con una gran naturalidad, es como si hubiese perforado el muro del palacio londinense y hubiese insertado una cámara oculta ( aunque no utiliza este tipo de planos-visión). El derecho a la intimidad salta por los aires desvelándonos todo lo ruín y humano que una familia corriente puede llegar a expresar, a vivir en definitiva puertas adentro de su domicilio. Este es uno  de los grandes logros del film porque la familia "espiada" no es la del común de los mortales sino, como decimos, la de la Jefa del Estado y de la Iglesia de Gran Bretaña. Ahí es nada.

   Y además esa cámara que nos desvela las miserias de la reina aparece en el peor momento de su reinado cuando acaba de morir la Princesa Diana. Estamos en septiembre de 1997. Por su actitud fría y distante se va a producir una crisis de consecuencias imprevisibles. El pueblo británico, todavía en estado de shock, comienza a mostrar una enorme indiganción por su actitud. Indignación que a punto estuvo de dejar muy tocada la centenaria institución inglesa. Solo una decidida y enérgica actuación del del Premier Tony Blair ( Michael Sheen), un primer ministro laborista, hizo posible la reconducción de un asunto que estaba a punto de estallar en las narices a la familia real.  La reina Isabel II no sentía especial simpatía por la princesa Diana porque esta había provocado uno de los mayores escándalos que se recuerdan en una casa real: se había divorciado del Príncipe de Gales, Carlos, heredero y futuro rey. Además Diana se había mostrado como una mujer liberal al tratar de rehacer su vida pese a tener la pesada carga de ser madre de príncipes y del  futuro heredero. Eso exasperaba a la reina que creía que no era digno de su situacíon su licenciosa vida privada. Una hipocresía total y absoluta teniendo en cuenta las andanzas de su familia sanguínea. 

   Cuando se produce la muerte de la ex-princesa de Gales en un túnel de la ciudad parisiense Isabel se mostrará sorprendida y disgustada por el deceso pero no sabrá darle la importancia y solemnidad requerida a un suceso que atañía a la que ya era considerada como "la princesa del pueblo" por la gran popularidad y simpatía que había despertado Diana entre los británicos. La reina se mostrará distante y fría tratando de no darle la importancia que en realidad tenía para el pueblo británico la impactante noticia. Tanto es así que, ni corta ni perezosa, no cambiará sus planes de marcharse  durante unos días a Balmoral junto a su marido el príncipe Felipe en pleno duelo nacional por Lady Di. 

     A partir de ese momento vemos reflejada en la película la parte política del asunto, los hechos que, rápidamente y en cuestión de días, diríamos de horas, se desencadenan por la actitud real. Observamos de que forma el Primer Ministro habla con la reina por teléfono y trata de reconvenirla para que acepte su rápido regreso a Londres en donde multitudes enfervorecidas y lacrimosas depositan centenares de coronas fúnebres a la puerta de palacio donde ni tan siquier ondea en señal de duelo la bandera nacional. Blair se va a dar cuenta enseguida ( hay que pensar que llevaba poco tiempo en el cargo) de la importancia política que la situación podía albergar y que podía incluso perjudicar a su propio gobierno, no solo a la monarquía. Isabel se muestra tajante de no querer regresar y plantea el tipo de funeral que se debe hacer a Diana. Por supuesto se niega a que sea un funeral de estado. Hellen Mirren dibuja un perfecto y detallado retrato de una persona con una elitista educación y visión del mundo y, a la vez, una falta de sensibilidad humana que asombra al espectador.

    Blair supo captar el sentimiento de un pueblo y transmitírselo a Isabel II que fue cambiando de actitud: primero compareciendo en televisión ofreciendo unas breves palabras de duelo y después aceptando un funeral de estado. Resulta paradójico que un político laborista con una mujer que se muestra a lo largo de toda la película como contraria a la monarquía decide apostar fuerte por la reina tras reunirse con su gabinete de crisis, con un conjunto de asesores que ven una oportunidad para afianzar su prestigio personal utilizando a la monarquía, apareciendo como el salvador de una situación que no creemos que fuera tan extrema como se dibuja. Algo de político hábil y dispuesto a marcar una larga etapa en la política británica se observa en la actitud del primer ministro y su equipo.

  Maravillosas son las escenas en las que la reina queda sola en la campiña escocesa preocupada en extremo por el destino de unos ciervos, un destino incierto mientras todo un pueblo llora la muerte de su tótem, de una mujer que pasaba a la categoría de  mito. Y con los mitos no conviene jugar. Menos si eres un Jefe de Estado no elegido por las urnas. La película consigue alcanzar un sutil equilibrio entre lo serio y lo caricaturesco. El guión está bien construído aunque en ocasiones puede hacerse tedioso. Debemos ver la película como un ejercicio de introspección en una mentalidad arcaica, casi antidiluviana y su choque con otra mentalidad más abierta y de otra época, la de su propio hijo y la de Blair, que establece con la reina unos diálogos en los que finalmente se impone la firmeza del poder ejecutivo aunque la reina trata de pastorear al político aconsejándole casi como si de un hijo se tratara. Es el choque entre dos épocas en el que triunfa Blair pero dejando su propio espacio y opinión a la soberana con la sombra alargada del cadáver de Diana presente en todo momento. Para que no nos alejemos de los hechos reales el director introduce imágenes televisivas de aquel momento en las que se observa el clamor popular por un entierro digno para su heroína y por conseguir que la reina sea otra vez su reina, que escuche a un pueblo que en el fondo quiere volver a entregarse a su reina como siempre lo había hecho desde que muy joven asumió la tarea de simbolizar a una nación.


   El resto de actores, incluído Sheen, hacen un buen trabajo de caracterización porque tienen que parecerse a los personajes reales que interpretan aunque no llegan a la altura de la Mirren. Un acierto porque parece que estemos viendo un documental de aquellos momentos, reviviendo en nuestros propios recuerdos aquellos acontecimientos. A destacar también el papel de la reina madre, un personaje que mantiene una imagen impoluta como abuela querida por el pueblo pero que revela una mentalidad ultraconservadora. Un buen documento histórico revelador de la personalidad de un personaje casi eterno en un momento muy delicado para su posición. Una película que nos indica también el nivel de libertad y democracia de un país en donde se pueden contar cosas insospechadas de todo un jefe de estado, además en pleno ejercicio. ¿Aprenderemos alguna vez?

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