jueves, 23 de mayo de 2013

UNA VIDA MEJOR (2011)

    Una vida mejor es una película que narra con bastante crudeza los sinsabores de una pareja que busca en el mundo financiero, como todo hijo de vecino, poner en pie un negocio de hostelería a través de una serie de préstamos bancarios a los que no podrán hacer frente. Y ahí empieza el drama que se va tornando en crítica a la actual crisis económica que nos asola. Carga las tintas contra el propio organigrama administrativo del Estado cuando, al no superar una rutinaria inspección, no obtienen la licencia de apertura y, con ello, los ingresos necesarios para hacer frente a las deudas que han contraído con el banco, la principal, y con otras financieras, los préstamos personales que necesitaban para pagar todos los gastos que les van surgiendo.

   Se trata, ante todo, de una película realista que nos muestra de manera objetiva como el poder económico, la administración y la banca, ahogan a una clase media-baja cada vez más baja, más humillada, que lucha para salir adelante y mejorar su escasa calidad de vida en una sociedad donde la desigualdad se va haciendo cada día más patente. 
  

   Ella es Nadia (Leïla Bekhti)  una camarera de origen inmigrante con un hijo pequeño, Slimane, que jugará un papel importante a partir de la segunda mitad del film. Yann (Guillaume Canet) es un cocinero profesional que la conoce cuando intenta pedir trabajo en la empresa hostelera en la que ella trabaja. Inmediatamente consigue que ella le conceda una cita al terminar su trabajo y lo que parecía una inocente cena sin mayor trascendencia acaba con él en casa de ella pasando la noche. Pronto comienzan a salir y a planificar una vida juntos con la ilusión de montar un negocio que se les va de las manos en cuanto al presupuesto y a la necesidad imperiosa de un capital del que carecen.


  Entonces entra en juego el temido banco. Utilizando alguna treta consiguen un préstamo que pronto se muestra insuficiente para cubrir la compra y posterior reforma de la casa que pretenden transformar en restaurante rural. Todo parece caminar con paso lento pero seguro aunque pronto se dan de bruces con la amarga realidad: los impagos aparecen pronto, el banco se entera de sus tejemanejes y va a por ellos sin piedad. Así, la relación se deteriorará inexorablemente hasta que ella se marcha a Canadá a trabajar después de una desagradable discusión en la que llegan a las manos. Ella pide como último favor a su ex cuidar de su hijo hasta que pueda reunirse con ella más adelante pero la cosa se irá complicando hasta que nos enteramos que a Nadia las cosas no le han acabado de salir bien y está entre rejas.  

  En un último intento de salir a flote el protagonista roba a los mafiosos cobradores de los alquileres del miserable edificio en el que malviven. Aquí aparece el asunto de las inmobiliarias y su falta de sensibilidad justamente con los que más padecen la crisis. Entonces deberá huir lo más rápidamente posible para coger el avíon y plantarse en Québec, lugar en el que sus deudas ya desparecerán, donde el registro de morosos no le impidirían rehacer su vida. El niño será testigo de todo lo que sucede a su alrededor y sabrá adaptarse estupendamente a la situación dolorosa, si bien desconocerá hasta el final el trágico destino de su madre.



   Se trata de una película fallida. Aunque la historia podría ser verosímil, de eso no cabe duda, porque aborda temas de gran actualidad, sin embargo tanto algunos aspectos de la relación como la posterior huída hacia delante, hacia un futuro incierto en el extranjero, como nuevos exiliados de su patria por culpa de la crisis no acaba de ser contada con la credibilidad necesaria. Tampoco los actores dan la talla aunque lo que quizás más lastre la película sea el débil guión que convierte una situación creíble en una inversímil a todas luces con una ñoña intervención del niño que espera para reunirse con la madre dramáticamente encarcelada.

  El duo protagonista, como decíamos, no roza la excelencia. Bien al contrario, no acaban de creerse sus propios papeles, tan solo los secundarios están a la altura: obreros, pobres que vivien en un triste suburbio de las afueras, mafiosos, directores de oficina. Ellos son los que dan algo de brío a la película que, no obstante, sirve de crítica al terrible sistema neoliberal que nos asola en estos tristes momentos. Si queremos ver una especie de documental de los estragos que han causado los banqueros con su crédito barato y fácil en una sociedad cada vez más desprotegida esta puede ser una buena opción pero como producto artístico no resulta tan sugerente.

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