sábado, 11 de mayo de 2013

TAMBIÉN LA LLUVIA (2010)


 Magnífica película de cine dentro del cine, con el trasfondo de la conquista española de América.  El equipo de rodaje de una película sobre el papel de los españoles en la conquista de América y su relación con los indígenas y la aparición de Fray Bartolomé de las Casas denunciando los abusos contra los indios se dispone a seleccionar extras para algunas de las escenas.  Están en Cochabamba ( Bolivia) en el año 2000 y surgen graves problemas con la población cuando Costa ( Luis Tosar) se niega a aceptar a más extras. Él es el productor y quiere ajustar el presupuesto lo máximo posible. La cola de personas era muy grande y, al enterarse las gentes de que, después de pasar varias horas al sol y casi deshidratarse, tienen que volver sin  nada a sus casas, se monta una pequeña revuelta.  Es la primera escena de la película la que nos va a dejar ya un mensaje claro de por dónde van a ir los tiros: la lucha entre españoles e indígenas, que todavía no se ha cerrado, el problema del indigenismo con el trasfondo histórico de la película que se va a rodar sobre la conquista. A ello se sumará la grave tensión que se vive en Bolivia por la llamada Guerra del Agua consecuencia de la privatización y venta  del suministro de agua a una empresa multinacional, el malestar entre las clases menos favorecidas, representadas por los indígenas, se hará patente a lo largo de toda la narración.

     El director de la película que se va a rodar es Sebastián ( Gael García Bernal) y trata de mediar en este problema inicial que nos plantea el argumento, consiguiendo apaciguar los ánimos contratando a uno de los líderes del motín, Daniel ( Juan Carlos Aduviri) un indígena que estará, a pesar del equipo director de la película, encabezando las luchas anticapitalistas en Cochabamba contra la privatización del agua.

   Lo más interesante de esta película, además de la extraordinaria factura técnica de Iziar Bollaín, es el paralelismo que se establece entre el tema de la película que los dos protagonistas principales, productor y director, Costa y Sebastián, quieren rodar, sobre la conquista de América, es decir, sobre la imposición de una cultura foránea sobre otras, y el problema real que se está produciendo con la guerra del agua en Cochabamba, entre intereses indígenas y una compañía multinacional. Es como si el problema de la imposición desde fuera hacia los indígenas no hubiese cesado, lo que podíamos llamar neocolonialismo, y todo ello en un contexto marcado por el rodaje de una película que no hará sino reabrir nuevas heridas.

  Podía Bollaín haber realizado una película de protesta, panfletaria, sobre este sangrante asunto, pero se aleja de ese tono y se centra en la realidad de ese trío de personajes que se establece entre el director, Sebastián, el procuctor español, Costa y el actor indígena, Daniel. La tensión entre los tres, especialmente entre Costa y Daniel estará latente durante todo el film, como queriendo poner de relieve que, cinco siglos después de la conquista, los problemas entre los españoles y los indígenas siguen sin solucionarse.

   Además hay escenas del presente que nos retrotraen a la conquista, sin pretenderlo el equipo de rodaje, que se ve inmerso en la triste situación de los más desfavorecidos. Los protagonistas, disfrazados de indígenas, vuelcan un coche de la policía, que en este caso representa la violencia, la fuerza que lucha contra el indigenismo. Así se enlazan, de forma sutil, dos períodos históricos tan distantes transmitiendo la directora que, con el paso de los siglos todo sigue igual.

    También es una historia de redención, de cambio de mentalidades, de concienciación ante la situación de injusticia por parte de Costa, un magnífico como casi siempre Luis Tosar, que evoluciona durante el metraje. Al principio es un frío y calculador productor que sólo se interesa por Cochabamaba porque puede explotar la mano de obra barata, pero después reacciona positivamente ante la injusticia que se está cometiendo con los habitantes desvalidos en esa guerra del agua. Priorizará todos sus intereses a la salvación de una chica india malherida en los enfrentamientos. Por tanto, la película también nos transmite unos valores universales que se imponen finalmente, valores como la solidaridad y le empatía, aunque no siempre ocurre así en la realidad, por desgracia.

   Sin embargo Sebastián, el director, solo tiene en mente acabar la película, su película a toda costa, sin reparar en la situación dramática que está viviendo el país. Trata de forzar la máquina todo lo posible por lograr su interés. Curiosamente, uno de los actores de la película, un ebrio Karra Elejalde, es el único que  mantiene la cabeza fría y es coherente con lo que es necesario hacer finalmente.

    Por tanto vemos una gran película, con un guión magnífico, muy bien desarrollado, con momentos de gran tensión dramática trufados de imágenes muy sugerentes de la conquista de América, las denuncias de Fray Bartolomé de la Casas y el genial paralelismo que introduce con las luchas sociales del mundo capitalista actual. También es genial la relación que establece dentro del propio equipo de actores de la película que se tiene que rodar, no solo el borracho Elejalde, sino los conflictos contínuos entre actores y equipo director de la película, conflictos que refleJan las disparidades de opiniones que todavía pululan en los subconscientes de la sociedad actual respecto a la conquista de América.

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