lunes, 20 de mayo de 2013

CONSPIRACIÓN EN BERLÍN (1966)

    Película típica y tópica de espionaje en la Alemania de la Guerra Fría, concretamente en un Berlín de los 60, en color, lejano ya de la postguerra. Un Berlín dinámico y occidental en el que un agente secreto británico, un decepcionante George Segal, acude a la capital alemana   para investigar y seguir la pista de unos asesinatos de varios espías a  manos de un grupo neonazi.  Quiller ( George Segal) se reune con Pol ( Alec Guiness), que lidera un grupo secreto de agentes alemanes que luchan contra las inflitraciones de grupos nazis o neonazis. Allí recibe instrucciones para comenzar sus pesquisas aunque no tiene mucho por donde empezar a investigar. Se encuentra con una bella profesora de infantil que parece tener algún conocido que había tenido relación con la célula neonazi. Ella tiene un  papel ambiguo porque no sabemos si realmente está  implicada en la organización secreta pronazi que tiene el objetivo de restaurar el III Reich de sus  cenizas mediante una serie de atentados terroristas que conmocionen al país. La chica, Inge ( Senta Berger) juega el típico papel de rubia tonta que se acaba acostando con el espía, pero que como digo parece saber mucho más de lo que parece, más inteligente de lo que a priori podíamos pensar.

   Quiller irá tirando del hilo, jugándose el tipo y entrando en contacto con los terroristas, llegando a ser secuestrado y torturado por estos. Su líder es Oktober ( Max Von Sydow), un cruel ex-nazi que no duda en poner en práctica sus aprendizajes en el mundo nacional socialista. Su objetivo es apoderarse de informaciones de la inteligencia británica. Pero Quiller hace honor a su hombría y no canta, aguanta y no revela ninguna información. La escena es bastante paradigmática de lo que es la película: nada vibrante, poco efectista, floja en definitiva. Parece que el protagonista no oponga resitencia y, sin embargo, es liberado de una manera un tanto bochornosa, por no decir penosa y poco creíble por parte de lo que se nos presentaba como un peligrosísimo grupo de criminales. Aunque la estética es neonazi, tampoco llega a ser creíble del todo ni siquiera el  mismísimo Von Sydow.

   Finalmente la trama acabará bien, aparentemente, ya que la enigmática profesora, amante del espía quedará en su puesto de trabajo, con los inocentes infantes pero con un halo de misterio, con una mácula de sospecha por parte del propio Quiller y del espectador.  Es una película que es un quiero y no puedo en todos los sentidos: no sabemos si nos están tomando el pelo, si realmente el guionista (el premio Nobel de literatura Harold Pinter)  ha jugado con nosotros y ha tratado de ofrecer una especie de sátira de toda esa realidad en un ambiente demasiado poco sugerente.

  El reparto es magnífico, con grandes actores que, no obstante, no están a la altura de lo que podríamos esperar aunque el guión lastra demasiado sus escasas posibilidades.  Y la dirección deja también mucho que desear, no consigue transmitir ni siquiera las mejores posibilidades que la película podría habernos ofrecido. 
  
   Los decorados y la ambientación, en general, quizás sea lo mejor sin ser nada del otro mundo. Esas evocadoras imágenes de Berlín desde un rascacielos con un plano aéreo de la catedral con la espeluznante torre-rascacielos elevada en la reconstrucción de la ciudad están bastante conseguidas. No tanto las escenas de noche que no consiguen transmitir un ápice de temor o duda en el espectador. El final, como comentábamos, es el remate  de un desacertado film de suspense policíaco, de espías en la Guerra Fría que es más fría que nunca en esta película. Evidentemente una película prescindible en el género aunque el elenco protagonista, el guionista y hasta la sinopsis nos puedan equivocar en el intento. 

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