
Es una película más de nazis, de sus salvajadas en la europa de Hitler, la europa sometida al poderoso ejército alemán, pero no es una película cualquiera de nazis, es una excepcional visión de las atrocidades que se cometieron en el Guetto de Varsovia y es una extraordinaria historia de esperanza, repleta de un gran humanismo, el de aquellas personas que deciden arriesgar sus vidas para salvar al mayor número de judíos posible de su seguro exterminio en el Guetto o en los campos de trabajo nazis y también el de aquellas que deciden apostar, arriesgar como decimos, su posición, su cómoda posición dentro de una burguesía polaca que podía haber estado quieta, inmóvil ante las atrocidades que veían a diario para salvar al pianista Wlado Szpilman, un extraordinario pianista polaco que consigue evitar su deportación primero y despúes ocultarse de los nazis en diferentes lugares de la ciudad de Varsovia. Incluso tendremos tiempo para descubrir, en una tregua narrativa, que los nazis no eran unas simples máquinas de matar, sino que también eran personas con sus sentimientos. Este quizás es otro de los grandes logros de la película. El pianista, para conseguir su objetivo, tendrá que enfrentarse a numeras pruebas, a constantes peligros y en varias ocasiones a punto estará de perecer en el intento.
Todo en esta película está excepcionalmente narrado, desde su inicio hasta su final, con una cuidada y preciosista ambientación recreando excepcionalmente la Varsovia ocupada por los nazis, el Guetto de Varsovia y la destrucción de esta a finales de la II Guerra Mundial por orden de Hitler. La narración es tremendamente dura e impactante, desde el inicio hasta el final. Realmente Polanski no nos da tregua, desde el principio vemos que la historia va a ser narrada sin cortapisas ni moralinas de ningún tipo y nos va a provocar un nudo en la garganta ante todo el horror que vamos a ir viendo a lo largo del film. Tan bien recreada está la historia que más bien parece que estemos asistiendo a un documental rodado en directo, en esa Varsovia triste dominada por los alemanes.
Desde el principio, Wlado, el protagonista, con su maestría al piano, pone la nota lírica y la luz ante tanta desolación con su sonido al piano, con ese Chopin que resuena en el estudio de grabación cuando, de repente, una bomba cae en los estudios de la radio polaca donde está grabando su interpretación. Después, cuando toda su familia ha sido humillada, como el resto de judíos, marcándola con la estrella de David y trasladada como si fueran bestias, a un barrio acotado y cerrado por un muro, nuestro protagonista sigue tocando su piano en un bar en el que trabaja. También en la parte final de la película, tras años sin poder tocar el piano por haber tenido que estar totalmente escondido, vuelve a entonar el emotivo sonido para un oficial nazi. Este, cercana ya la derrota de los alemanes, también se conmoverá ante la interpretación de Wlado y lo ayudará a sobrevivir en los últimos momentos de la ocupación germana. La música y la barbarie se funden en un armonioso retrato del exterminio judío, dotando a la película de gran belleza narrativa dentro de la tremenda crudeza que nos narra.

Toda la historia del Guetto de Varsovia está excepcionalmente narrada, desde su construcción, en ese corral de seres humanos que crean los nazis, pasando por la actuación de los soldados nazis por las calles del Guetto, usando el terrorismo para tener a los judíos totalmente sometidos, como al ganado y la visión de la resistencia, que también está presente en la excepcional narración de la sublevación del Guetto que los propios judíos que ya se anuncia al principio en la escena de la deportación, donde un anciano se niega a ser tratado como un esclavo y anuncia la necesidad de una rebelión antes que una sumisión sin lucha. La necesidad de una muerte digna antes de una muerte deshonrosa.
Las interpretaciones están todas a un nivel excepcional, pero la de Brody en el papel principal es memorable y obtuvo por ello el Óscar de la academia. Se pone en la piel de ese hombre marcado por la tragedia en una laboriosa y cuidada interpretación, una interpretación que marca la carrera de un actor. Sencillamente soberbia, en todos sus matices. El resto del reparto está magnífico, desde el hermano rebelde que no quiere ser ayudado ni siquiera por un policía judío del Guetto, hasta la familia al completo, especialmente el padre, que resume muy bien las penalidades de las personas desvalidas y ancianas ante la barbarie. Pero Brody los devora a todos, es una película hecha para él, como si no nos imaginásemos a otro actor haciendo creíble lo increíble que Adrian nos muestra. Sobresaliente.

Realmente es una obra magistral, profunda y densa, que nos mantiene en tensión contínua, con ese nudo en la garganta del que hablas. No me entusiasma Adrian Brody, pero estoy completamente de acuerdo con tu aportación, es más, no es tan sólo que no imagine a otro actor como pianista, es que a Brody ya no he podido verlo en otro papel sin perder esta referencia.
ResponderEliminarTu análisis es fantástico pero voy a permitirme recomendarte el uso de sinónimos, ya que en ocasiones, el abuso de ciertas expresiones distraen del contenido. Por ejemplo, citas tres veces "como ganado" o insistes recurrentemente en prácticamente todos tus últimos comentarios en completarlos con "trufado" (una palabra que llama la atención y acaba resultando repetitiva). Puedes decir: salpicada, adornada, aderezada... En fin, de todas formas, enhorabuena por tu dedicación y buen hacer en el post y por este blog en general.
Gracias, siempre son bien recibidas tus aportaciones. Quizás me pierde la rapidez y falta de tiempo para releer lo que escribo y de ahí las repeticiones. La verdad es que El Pianista no la había visto y me impresionó, tanto o más que la Lista de Spilberg.
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