Estamos ante otra de esas películas complejas del siempre interesante director canadiense de origen armenio Atom Egoyan. En esta ocasión se trata de un verdadero ejercicio de estilo, de cine dentro del cine, en el cual se utiliza el rodaje de una película sobre la situación del pueblo armenio en Turquía a principios del siglo XX, su genocidio como punto central para desarrollar una trama en la que el estudio psicológico de los personajes es fundamental, como en otras películas de este poliédrico director. Tenemos por tanto cine dentro del cine, pero hay mucho más, ante todo la terrible sensación de desánimo cuando tratamos de entender la masacre del pueblo armenio y el negacionismo de toda una nación, la turca, que a día de hoy continúa sin reconocer lo que fue su propia barbarie, el asesinato premeditado y masivo de toda una población que habitaba en su imperio en la segunda década del siglo XX.
El realizador canadiense consigue tejer una intrincada trama en la que varios protagonistas que no se conocen se entrecruzan e influyen en lo que es la trama inicial, el rodaje del film. Primero tenemos el personaje de Edward Soroyan ( Charles Aznavour) que es el director de la película que, pretende revivir su pasado y el de todo su pueblo masacrado por los Jóvenes Turcos desde 1915, en plena Primera Guerra Mundial, en la región de Van. Allí dialoga con David ( Christopher Plummer) que es el guardia aduanero del aeropuerto y que jugará un importante papel en toda la historia. El policía no le deja que acceda con una granada. Para Soroyan esa granada simboliza toda su lucha vital, que se convertirá en uno de los símbolos-fetiche propios del cine de Egoyan. La granada como fruta prohibida, como salvación vital en el límite de la caquexia. La prohibición de entrar al país con algo diferente, ajeno a Canadá.
Después tenemos diversos personajes, destacando ante todo a Raffi ( David Alpay), un canadiense de origen armenio cuya madre es experta en historia del arte, en concreto en la obra de un pintor turco-armenio, Arshile Gorky y cuya novia, su hermanastra, odia a su nuera-ex-madrastra, culpándola de la muerte de su padre. El cuadro de Gorky, El artista y su madre, es muy importante, es clave en toda la atormentada y turbadora historia que entreteje Egoyan. Porque el cuadro es la prueba evidente de que el pueblo armenio sufrió, porque el pintor sufrió viendo morir a su madre y por eso no podía dibujar sus manos, después de años pintando su obra, de obsesiones y depresinones, basada en una fotografía que milagrosamente logró salvar a la barbarie turca, que masacró, torturó y pasó a cuchillo a toda su aldea. Todo esto que observamos es lo está rodando Soroyan en su largometraje. Los actores de la película que se rueda son importantes. El joven que interpreta al sanguinario oficial turco Jevdet Bay, Alí ( Elias Koteas) es de origen turco en la realidad y discute con Raffi, negando la existencia del genocidio armenio.
En uno de esos juegos circulares propios de Egoyan Alí es novio de Philip ( Brent Carver) que a su vez es hijo de David, el policía que no deja pasar al director con la granada del principio. Además David en su último día antes de jubilarse se enfrenta en la aduana a un encuentro final con Raffi que extrañamente regresa de Turquía con tres rollos de cinta, supuestamente para introducir exteriores en la película puesto que Turquía se negaba a que se rodara en su suelo, pero no sabemos muy bien si miente o dice la verdad puesto que la película ya ha sido montada. ¿a qué ha ido a Turquía verdaderamente?. Muestra algunas imágenes rodadas cerca del monte Ararat pero son de su videocámara. David y Raffi tendrán un duelo final verdaderamente apoteósico y simbólico.
Egoyan es un especialista en el interiorismo del alma humana, en entrar dentro de la mente de sus personajes. Y eso es lo que va haciendo en las dos horas que dura el film, tratando de desentrañar las fobias y filias, los duelos mal cerrados, las angustias de sus personajes pero que son también las de todo un pueblo, de una colectividad. Un galimatías deliberadamente propiciado para conseguir extraer un luz del caos, un mensaje claro y nítido que nos revele la verdad, su verdad, la verdad del pueblo armenio y la mentira nacional turca. Como siempre con una acertadamente sombría fotografía, fría, interior. El rodaje se mueve en pequeños espacios interiores, incluso el estudio de grabación ( recordemos que el rodaje de la película dentro de la película no puede hacerse en Turquía) y vemos el interior de los estudios de grabación, las cámaras y el mundo de los actores, sus fobias y sus filias. La música de Mychael Danna es soberbia, melancólica, mezclando esos sonidos orientales y misteriosos que acentúan el temor de todo un pueblo, nuestro propio temor a descubrir la verdad de las cosas.
Otra buena película de Egoyan, después de su éxito "Exótica" de este director diferente que es capaz de sumergirnos en un mundo peculiar y difícil de entender, en el que hay que bucear y sumergirse para descubrir toda la carga de profundidad que acontece en tras la historia, la principal y la secundaria, no menos importante, los dramas familiares de unos personajes atormentados por su pasado, al igual que los armenios y su pasado negado por Turquía. Un buen ejercicio intelectual con buenas interpretaciones, sin destacar ninguna en concreto. Un trabajo quizás no redondo pero necesario.
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