Españolada, ese es el calificativo que se me ocurre después de ver esta nueva y premiada obra de Daniel Sánchez Arévalo. Y no sé muy bien si eso es malo o es bueno porque la película tiene de todo y muchas cosas de las que hablar. La historia tiene como eje aquella noche memorable en la que España logró, por fin, el campeonato mundial de fútbol, ansiado ahelo de buena parte de una sociedad adocenada. Resulta que en torno a ese día una familia bastante compleja, formada por cinco hermanos, todos con los nombres de los protagonistas de Siete novias para siete hermanos, al parecer película fetiche para sus padres, va a celebrar la boda del pequeño, con dieciocho añitos cumplidos. Se va a casar en el jardín con la que había sido su novieta desde que iban al parvulario, algo bastante surrealista. Anque yo sigo sin saber si todo lo que se cuenta es puro suerrealismo o que nos están tomando el pelo. Situaciones incomprensibles, absurdas diría yo. Veamos: el padre está separado de la madre que al final no acude al evento y además casi está ausente porque sufre un vahído, un infarto en plena boda y en vez de llevarlo al hospital, uno de los hermanos, médico en el tercer mundo, decide tratarlo en la habitación de la casa. La boda se suspende por momentos, hay que esperar. Los invitados se impacientan y mientras uno de los hermanos, deprimido, intenta fingir que roban en la casa para trincar todo el oro en lingotes que su padre atesora. Pero hay más. Uno de los hermanos es disminuído psíquico, hace de tontito pero de esos que se acaban enterando de cosas que nadie más sabía.
En este contexto se desarrolla una película técnicamente bien rodada, con una buena fotografía, unos temas musicales agradables y adecuados para cada situación y unos actores en general aceptables, en especial Antonio De la Torre, que úlitimamente se está saliendo. También Roberto Álamo aporta dosis de ternura y momentos de gran hilaridad con su papel del hermano con pocas luces. Sin embargo el guión es rocambolesco y caótico y supone una especie de actualización de la Gran Familia, aquella película del franquismo con Alberto Closas y Pepe Isbert pero pasándose mucho de rosca. Evidentemente ahora los padres están separados, los hijos ídem de lo mismo, uno tiene depresión, otro inseguridades vitales y hasta el muchachito casi imberbe monta la gorda. Para rematar la faena, tenemos una especie de pieza de musical sustituyendo a la tradicional música de entrada de la novia al altar jardinero donde se van a casar, algo perfectamente prescindible. Y como no una colección de personajes y personajillos, de freakis de manual, que pululan extraviados por esta singular parodia de lo que pretende ser una familia bastante desestructurada con momentos que parecen tratar de emular a aquel caos maravilloso de El guateque, solo que con Raúl Arévalo haciendo un cameo-imitación a lo Peter Sellers.
Pero no podemos obviar que el film transmite unas enormes ganas de vivir, de salir adelante a pesar de las dificultades, del desamor, de la depresión, de la crisis...también contiene escenas de un humor sencillo y cálido. Y también momentos de tensión dramática y pasión amorosa. En realidad podría ser algo así como un compendio de lo que es la propia sociedad española, esa que se agolpó aquella noche de verano para celebrar la victoria en el mundial de fútbol. Y por eso tiene algo de fotografía de esa sociedad compleja y contradictoria: la españa solidaria y la cainita, la romántica y la histriónica...en fin, España. Una película irregular, repleta de un gran caos incontrolado, de momentos hilarantes y otros absurdos. En definitiva una obra contradictoria, como lo es España.
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