martes, 28 de enero de 2014

EL SIRVIENTE ( 1963)


    Película rara, extraña, en ocasiones incomprensible por la infinidad de matices que van apareciendo en una historia que por momentos resulta siniestra y retorcida. El guión del dramaturgo Harold Pinter transmite un gran desasosiego, inquietud y suspense y nos acerca a un relato  de dominio y sumisión psicológica y sexual muy sutil, en el que las convenciones sociales saltarán por los aires. A destacar esas pausas, esos silencios que dicen mucho más que cualquier diálogo, un clásico en el autor británico. Hugo Barret ( Dirk Bogarde), mayordomo, entra a servir en la casa de un joven de buena posición social, soltero pero comprometido,  arquitecto lleno de proyectos, vivaz y trabajador, en el sofisticado barrio londinense de Chelsea. El joven, Tony ( James Fox) parece seguro de sí mismo, con una personalidad arrolladora, conquistadora. Y, sin embargo la llegada de este extraño mayordomo va a ser clave en un descenso a los infiernos en los que Tony será un simple títere en manos de Barret. Tony es lo que se dice un triunfador y pertenece al establishment londinense, se codea con la aristocracia británica y presenta sus proyectos arquitectónicos para la India a varios de sus protectores.  Goza con el privilegio de una bella pareja a la que ama y respeta. Pero no puede ni imaginar que el sirviente que ha contratado para su apartamento se va a ir apoderando de su vida. Este personaje oscuro solo es percibido en su completa personalidad por Susan (Wendy Craig), la novia de Tony. El ambiente opresivo que se respira en la casa es otro de los protagonistas clave, un ambiente que se percibe, casi se respira a lo largo del metraje.

   Tony será sutilmente diseccionado por Barret, como si de un animal de laboratorio se tratase. Incluso logrará eliminar a la molesta Susan introduciendo en la casa a una supuesta hermana que en realidad es su amante. Esta dulce pero tosca chica llamada Vera( Sarah Miles) seduce al dueño de la casa, lo atrapa como una araña en su red. Finalmente Tony será reducido a cenizas y convertido en el monigote que Barret deseaba, un servidor de sus deseos más oscuros. Poco podrá ya hacer Susan cuando encuentra a una persona destruida, vilipendiada, humillada y sumisa  a los designios del malévolo Barret. Aunque tampoco cabe desdeñar la propia fragilidad del dominador, que será ostensible en diversos momentos del film, en el que el sirviente sufre ataques de ira e irritación ante su propia debilidad.

  Partiendo de este intenso drama psicológico, el director, Josep Losey, consigue durante buena parte del metraje tenernos en vilo, sufriendo por los avatares de la pareja protagonista. Sin embargo la película, que recibió excelentes críticas en su momento se hace bastante tediosa por momentos y excesivamente previsible llegando a la parte final en un estado casi comatoso que no consigue remontar el vuelo. Todo lo contrario, es un final ambiguo donde no sabemos de verdad si lo que vemos es más un relato onírico o real, en todo caso poco convincente. Porque hay momentos en los que parece que el varonil Tony está perdiendo los papeles por el mismísimo Barret. Esa ambigüedad suponemos que estará bien recogida en Pinter, pero en la película no está bien lograda, es demasiado corriente y simple.


  Su trabajo de dirección es más que correcto porque consigue con esta película su obra más representativa y creativa. La mayoría de escenas en interior, sabe manejar la cámara en innumerables situaciones de riesgo, con planos y encuadres hiperexpresivos, muy atractivos. A ello se añade la acertada fotografía en blanco y negro de  Douglas Slocombe, que juega con la luz y la sombra, la sinuosidad de los movimientos de cámara y los espejos circulares que distorsionan las figuras y que están presentes durante toda la película.  Se consigue de esta manera esa atmósfera de vicio y claustrofobia que hemos comentado. La música de Jonny Dankworth acentúa ese ambiente casi irreal que se crea en la casa de dos plantas.
   Destaca también en la película el excelente trabajo de los actores, en especial un Dirk Bogarde en el papel del sirviente, el mayordomo Hugo Barret que posiblemente interpreta el papel de su carrera, a pesar de otras apariciones estelares. Es significativa su mirada, en este caso anticipándose a las líneas de diálogo y, en ocasiones, contradiciéndolas. Esta película no sería la misma sin la interpretación de Bogarde y sin su mirada, inquietante y febril.  Como curiosidad mencionar que Bogarde dirigió personalmente partes de la película en sustitución de Losey, enfermo temporalmente .Jamex Fox está también soberbio en su papel, interpretando a esa personalidad que se va moldeando y acaba sucumbiendo a los designios de Barret. Sharah Miles también borda su actuación con un papel en el que el componente provocador y erótico está presente en todo momento.
  
  Temas como la sumisión, el deseo e incluso la homosexualidad son abordados de manera muy sutil y en exceso ambiguo, sin mucha valentía aunque hay que tener en cuenta la época en la que nos encontramos. No obstante Losey consiguie así firmar una obra que tal vez sea una rara avis dentro del cine británico de los sesenta. Quizás se podría esperar más, sobre todo con ese final tan ambigüo pero quizás la obra de Pinter busque deliberadamente esa premisa.  Un cine tremendamente decadente, extraño y transgresor en ese sentido que nos puede dejar perdidamente indiferentes ante lo que acabamos de presenciar.

2 comentarios:

  1. ¡Hola! Me llamo Miguel, y me apasiona tu blog. Me paso por aquí todos los días, en busca de aprender y disfrutar leyendo tus entradas. Me encantan.
    Me encantaría intercambiar enlaces contigo. He creado un nuevo blog dedicado sobre todo al cine, que me gustaría compartir contigo. A partir de mañana, comenzaremos con las entradas. ¡Un saludo, gracias!

    loquedigaelzombie.wordpress.com

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  2. Encantado de compartir información. Un saludo.

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