martes, 7 de enero de 2014

MISSING (DESAPARECIDO) (1982)

   Terror, impacto, crimen, thriller, dictadura, fascismo. Todo eso y mucho más representa el cine político de Costa-Gavras, uno de los cineastas más comprometidos con sus ideales, siempre atento a denunciar en sus películas los desmanes del modelo capitalista y el criminal contubernio entre el imperio norteamericano y las dictaduras más abyectas de América Latina en la segunda mitad del siglo XX. Quizás el mejor resumen de toda la película se encuentra en las palabras del embajador americano en Santiago de Chile. Este, en los días  posteriores al Golpe de Estado de Pinochet, enmedio de la barbarie desatada por los militares, salpicada de asesinatos, secuestros y torturas generalizadas contra todo lo que oliera a oposición al nuevo régimen criminal de extrema derecha, le dice a Ed Horman, un magnífico Jack Lemmon, el padre que busca a su hijo desaparecido algo así como que los Estados Unidos deben garantizar la integridad y los intereses de las más de 3000 empresas americanas en el país del cono sur. Los intereses de un país por encima de la vida de las personas. Nada más y nada menos. Es toda una declaración de intenciones. Costa-Gavras deja constancia en su cine y, en particular, en esta película  de los apoyos americanos a la dictadura pinochetista. Pero podría ser Argentina, Brasil, Paraguay o cualquier otro país americano.  Resultaba mucho más conveniente una dictadura de derechas que garantizara el orden y los intereses económicos yankies que un inestable e izquierdista (un comunista en la retorcida visión de Kissinguer) Salvador Allende. Dicho y hecho. El 11 de Septiembre de 1973 los militares chilenos, al mando del general Pinochet derrocan al gobierno democrático de Allende, imponiendo una dura dictadura militar que gobierna con mano de hierro el país y lleva a cabo una persecución política contra cualquier elemento sospechoso de no ser afecto al levantamiento.

   De pronto una mujer y su suegro buscan desesperadamente al marido, al hijo que ha desaparecido y que, probablemente, jamás encuentren. La historia que nos cuenta el realizador franco-griego se mueve en la línea del cine político de gran altura y se basa en esta ocasión en una  historia verídica. Charles Horman ( John Shea) es un joven escritor y articulista norteamericano de ideas liberales y progresistas que es testigo del golpe militar chileno. Se encuentra en Viña del mar junto a una amiga periodista mientras su esposa Bet ( Sissy Spacek) permanece en su casa de Santiago. Quedando atrapados y sin posibilidad de salir por que el ejército ha ocupado los principales puntos neurálgicos del país, Charles comienza a anotar en un cuaderno todo lo que ve. Cuando regresan a Santiago, enmedio de tiroteos y secuestros Charles desaparecerá. Entonces su padre Ed Hormann ( Jack Lemmon) decide presentarse en Santiago y pedir explicaciones a la embajada americana obteniendo una tibia respuesta que no invita precisamente al optimismo.  

  La película se vuelve endiabladamente entretenida y tenebrosa. Una serie de personajes deambulan por ese escenario de horror, siempre acompañados de tiroteos sin sentido ni orden por las calles de la capital Chilena. Esa banda sonora permanente, que nos sobresalta en cualquier momento del film no desmerece al buen trabajo de Vangelis. Padre y nuera están enfrentados, son de ideologías diferentes. Ed es conservador y piensa que su hijo ha obrado mal acercándose a sectores liberales y señala que "tenemos que defender nuestro modelo de vida". Bet le contradice, afirmando que no hacían nada malo.  Y así era, solo fueron demasiado "curiosos", algo extremadamente revolucionario para los fascistas de toda la vida, los de viejo y los de nuevo cuño. Resulta muy destacable la evolución de Ed, lenta y sin retorno, del hombre mayor y conservador ante el empuje de la barbarie nazi, como es descrito el régimen de terror que se ha impuesto en Chile por uno de los protagonistas. Ed acabará viendo la realidad de lo que hace su querido país, su adorada democracia, apoyando a criminales que secuestran y matan a jóvenes por su ideología. Su agotador  e interminable periplo por hospitales, albergues y diversos puntos de la capital son una pérdida de tiempo. La imagen del Estadio Nacional de fútbol, como si de un descenso a los infiernos se tratase, lleno de detenidos y torturados es estremecedora, las salas atestadas de cadáveres identificados y sin identificar nos remiten a una no resuelta Guerra Civil. Todo eso produce el lento cambio en la mente de Ed...y en la nuestra,  quedando desbordados ante la crudeza de lo que está pasando ante nuestros ojos.


   Ellos se darán de bruces con múltiples trabas administrativas, incluyendo las de su propia embajada, a la que en principio acuden y dan crédito pero que se verá  como un impedimento para la búsqueda más que una solución. La mentira y el embuste para acallar a esta familia desgraciada que ha perdido a uno de sus seres queridos se vuelve moneda común. La tragedia nos invade, con una sensación de derrota total y absoluta. El guión es magnífico pues sabe captar el cruel infierno en el que convierten Chile los facciosos militares y la evolución de las conciencias de los protagonistas, llenas de sensaciones emocionales muy profundas. Es un guión panfletario, pero ¿podía ser de otra manera?. La fotografía es brumosa, acentuando la sensación de desazón, el miedo, la pérdida de esperanza no ya de una familia sino de todo un pueblo.  

  Las interpretaciones son fabulosas, en especial la de un Jack Lemmon al que descubrimos como un actor dramático extraordinario. Es ese padre que evoluciona dentro del drama absoluto en el que se ve inmerso y, feroz y austero, lucha por su único hijo aunque este se hubiera desviado de su ideología primigenia. La nuera, Sissy Spacek también interpreta un papel dramático lleno de fuerza y coraje, primero enfrentándose al padre de su marido y después, con soberbia dignidad, a los embustes de todos los que les hacen creer que lo que ven no es cierto. En realidad todos hacen creíbles sus papeles porque Gavras consigue montar una película casi documental, hiperrealista,de los sucesos acaecidos aquellos días, parece que estemos viendo las noticias o un "informe semanal" de aquel horror, lo cual da mucha mayor veracidad a todo lo que vemos y nos pone los pelos de punta sin descanso, hasta el desenlace final que no por previsto se hace más indigesto a nuestra plácida tarde de cine.

    El director de "Z", esa extraordinaria obra de denuncia política, aprovecha un hecho verídico, la desaparición de un joven escritor americano para narrar lo que a él más le gusta: la barbarie de un modelo inhumano y cruel y el apoyo miserable de la nación que dice defender los derechos humanos a un régimen tiránico. Un auténtico alarde de hipocresía y un film verdaderamente necesario. Una lección magistral de Costa-Gavras.


-FICHA TÉCNICA:

No hay comentarios:

Publicar un comentario