jueves, 9 de enero de 2014

BABY, TU VALES MUCHO (1987)

   Entrentenida y convencional comedia para lucimiento de Diane Keaton, una de las musas del cine ochentero por antonomasia. Es una de esas películas para pasar un rato agradable, recordando aquellos maravillosos años 80 y sonriendo sin parar con la multitud de anécdotas graciosas que nos ofrece esta película que, por otro lado, sirve de documental para conocer la situación de discriminación sexista que la mujer ya padecía entonces. Da una visión sarcástica pero a su vez cargada de crítica de la lucha de las mujeres por eso que se conoce hoy como conciliación de la vida familiar y laboral. En los años 80 ya teníamos esa mujer independiente y liberada, trabajadora incansable, que podía superar en formación y capacidad a cualquier hombre pero que arrastraba ( y arrastra hoy, 30 años después) el lastre que supone su estigmatización por ser madre. Al principio vemos a J. C. Wiatt , la protagonista triunfante en su vida profesional, es líder de un despacho de abogados de la gran manzana neoyorkina, ha ganado por méritos propios su puesto e incluso infunde un enorme respeto y admiración por su tenacidad y capacidad de trabajo, unas 70 horas a la semana que le van a llevar pronto a ser socia del bufete, uno de los más prestigiosos de Nueva York. Ella se ha graduado en Harvard como la primera de su promoción, es una gran mujer pero de pronto, inesperadamente recibe una herencia envenenada: debe hacerse cargo de una criatura, de un bebé de un primo suyo de Inglaterra que apenas conocía y que ha fallecido. 

  Hasta aquí digamos, la parte seria y de denuncia social porque, evidentemente, ella va a ser rechazada y degradada cuando sus jefes descubran que ahora es madre ( aunque sea circunstancial). Y, sin embargo, aquí empieza la comedia. Desde luego para todo aquel que haya sido padre o madre o esté camino de serlo esta es su película. Porque nuestra protagonista, al principio reticente ( llega a intentar la adopción), se va a ir poco a poco enamorando de esa criatura que nos enamora a todos, por poco instinto paternofilial que tengamos. Ella va a ir descubriendo su instinto maternal y va a defender a capa y espada a su niña, renunciando incluso a su carrera profesional y a su marido ( que se niega a convivir con un niño) y abandonando la gran ciudad por una vida más tranquila en un pequeño pueblo. Compra una casa pero todo le sale mal: el invierno se le echa encima y la casa es un desastre, el pueblo le resulta odioso y a punto está de abandonarlo todo pero la pequeña Elisabeth, que así se llama, le proporcionará las fuerzas necesaria para salir adelante.

    La película no es ni siquiera una gran comedia, pero si una comedia ligera y que se hace agradable de ver como decimos. No cabe duda que las peripecias de esta madre, con un gran trabajo cómico de la Keaton, nos logra emocionar, sobre todo cuando vemos a ese pequeño bebé que no para de "maquinar". Además ver esa escenografía, esos decorados, ese Nueva York, esos trajes y peinados nos aseguran una vuelta a los 80 que si bien demuestra que la cinta no ha envejecido nada bien, a aquella generación en concreto nos devuelve una sincera sonrisa. Una película entretenida para desconectar un poco aunque hay momentos en que el guión resbala bastante, sobre todo cuando la chica conoce al chico y todo se vuelve francamente convencional pero tampoco podemos pedir mucho más.  Al final, como era de esperar, triunfará el amor incondicional por esa ricura de bebé aunque la moraleja suene un poco arcaica: teniéndolo todo a su favor para regresar triunfal renuncia a todo para ser una buena madre. Es lo que hay.

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