lunes, 23 de diciembre de 2013

THE EAST (2013)



     The East  es de esas películas que, en apariencia, no parecen aportar nada nuevo pero que en el fondo dejan un mensaje que, no por repetido, deja de ser actual y, sobre todo, necesario. Una nueva vuelta de tuerca al cine ecologista de denuncia social, en esta ocasión centrada en los atentados de una banda terrorista conocida como el título de la cinta, que trata de lanzar a la opinión pública una serie de golpes muy sonados, con el objetivo de despertarla de su letargo, de sacudir con fuerza las conciencias difuminadas por el consumismo y la publicidad en nuestra acomodado estilo de vida occiental. Asuntos como la manipulación de los medicamentos y los grandes beneficios de las farmaceúticas salen a relucir en este sorprendente ejercicio cinematográfico, interesante por la tesis que presenta casi más que por el contenido formal al que nos invita a participar.

  Sarah Moss ( Brit Marling) es una competente agente de contraespionaje que ahora trabaja para una compañía de seguridad. Esta empresa recibe encargos de grandes empresas, algunas multinacionales, que se están viendo atacadas y desprestigiadas por la labor clandestina de The East. Ella deberá contactar con ellos y mediante su habilidad profesional, adentrarse en la organización y desenmascararla, destruirla, sabotearla desde dentro. Esa es su misión. Sin embargo, cuando se encuentre dentro del cogollo de la banda, junto a sus líderes, quedará fuertemente impresionada por su ideología, por sus intenciones y, sobre todo, por su líder, un misterioso joven que también sentirá una fuerte atracción sexual ( como no) por ella.

 Quizás lo más interesante de la cinta no sea la acción ecoterrorista en sí, espectacular en ocasiones, ni tampoco el mensaje de crítica social que hace a las grandes empresas que contaminan impunemente, conscientemente, destrozando poco a poco nuestro ecosistema. Seguramente lo más destacable de la película es la idea que queda flotando cuando se dilucida varios dilemas morales de gran trascendencia. La disyuntiva entre defender la legalidad, la que representan esas empresas criminales que revientan conscientemente el delicado equilibrio ecológico o las vidas de las personas a las que utiliza como cobayas para su rápido enriquicimiento o apoyar firmemente la radicalidad, el por aquí no paso y rebelarse contra el sistema, contra esa legalidad. Y, a continuación, la duda terrible entre apoyar la violencia, el pasar por encima de lo que haga falta para hacer valer tu ideología, por muy justificadas que estén sus razones o rechazarla enérgicamente, debate muy en boga en la actualidad, debate siempre pertinente. 

   La  cinta penetra en ese submundo un tanto oscuro, casi religioso y extremadamente peligroso, un mundo en el que se entra con  facilidad pero del que resulta muy complicado salir. Como aspecto negativo, esperamos más de un grupo de personas que se están jugando la vida por sus ideales, sobre todo no es muy creíble esa especie de comuna hippie convencional, todos los personajes estereotipados, que se reúne en torno al fuego en casa del líder ( aunque la casa esté destartalada). A pesar de ello, de esos revolucionarios un tanto chicks y apacibles, tenemos muchos ingredientes inquitantes y vemos con asombro como cualquiera puede convertirse en un revolucionario, un individuo que puede hacer remover los cimientos del sistema. Quizás por todo ello el guión no resulta del todo convincente, ciertos diálogos son un tanto absurdos por momentos, apectos claves no quedan bien explicados, solo mal sugeridos. El final puede también parecer demasiado previsible si bien es de agradecer que, al menos, la coherencia y los principios de los protagonistas venzan al romance sentimentaloide.


  El plantel artístico está correcto, tanto la protagonista principal, en su doble papel de espía-terrorista, la ya citada Brit Marling, en el papel de la metódica pero débil Sarah Moss, como los otros protagonistas esenciales, Alexander Skarsgard, en el  papel de Benji, ese líder casi mesiánco y firme de la banda o  la pequeña Ellen Page como la débil y fuerte al mismo tiempo Izzy. Destacable por su presencia rotunda el breve papel de Patricia Clarkson como Sharon, la jefa de la empresa de espionaje, firme, tenaz e implacable en la defensa de sus clientes. La banda sonora es de lo mejorcito de la cinta. Halli Cauthery, en especial con ese piano inquietante, consigue transmitirnos ese desasosiego  presente a lo largo y ancho de la historia. La fotografía oscura, matizada, llena de momentos de cielos nubosos y grises reincide en lo ya dicho para la música: lo tenebroso, lo inseguro, lo inquietante. 



  En definitiva, diríamos que es una película irregular, que podía haber dado mucho más de sí, dibujando unos personajes en exceso inestables y exaltados, una imagen en exceso convencional y estereotipada pero que en definitiva permite abrir de  nuevo el debate, un debate nunca cerrado. Ecologismo versus degradación del medio y, lo más importante, violencia versus legalidad. O quizás debiéramos decir violencia versus violencia, justificando así el uso de la fuerza como forma de lucha contra lo presuntamente legal o, mejor dicho, lo legal legalizado gracias a la presión del capital.
 
-FICHA TÉCNICA:

   

  

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