jueves, 26 de diciembre de 2013

PORTERO DE NOCHE (1974)

   Este portero de noche es un drama con connotaciones sexuales y eróticas, centradas en el sadomasoquismo vinculado al terror nazi.   La acción erótico-dramática sucede en un hotel de Viena, en 1957. Un ex-oficial nazi, torturador sadomasoquista que se hacía pasar por médico para violar y después asesinar a mujeres judías, ha cambiado de identidad para huir de la justicia emanada de Nüremberg y, con ayuda de un grupo organizado de antiguos seguidores del partido de Hitler, ha conseguido un empleo en un hotel vienés, el hotel Oper. Pero todo cambia cuando al hotel llega un matrimonio formado por un prestigioso director de orquesta y su esposa judía. Maximilian ( Dirk Bogarde) reconoce a Lucía (Charlotte Rampling) y ella a él. Ambos quedan impactados, sobre todo ella que es la que sufría las violaciones y vejaciones en el campo de concentración. Pero hay que tener en cuenta que ella sobrevivió porque él quiso, porque enamorado de ella, la protegió, de los demás y de él mismo. 

  La organización tiene como objetivo eliminar pruebas y testigos que pudieran haber escapado de los campos del horror para evitar así inconvenientes muy molestos. Maximilian, no obstante, no dice nada porque quiere rememorar aquella posesión sexual de la que disfrutó en el campo de concentración.  La crueldad del verdugo reconvertida en una bella y despiadada pasión. Vemos a través de flashbacks cómo este torturador grababa a sus víctimas, famélicas mujeres judías que posteriormente serían gaseadas para no dejar huella de sus horrores. Sin embargo este caso es diferente. Lucía, después de ser humillada y vejada por Max, acaba sintiendo una fuerte atracción sexual por él. Quizás pueda tratarse de una especie de síndrome de estocolmo, un caso digno de la psiquiatría.


  La cuestión es que, en principio, su encuentro supone un duro golpe para Lucy, queda en estado de shock porque regresan a su memoria todos aquellos horrores, todo aquel sadismo que ya creía haber olvidado en algún cajón remoto de su psique. Quiere abandonar el hotel pero su marido se opone, el concierto es esa misma noche. Ella se verá perseguida por Max. Finalmente el director de orquesta marchará dejándola en el hotel a merced del depredador nazi que la volverá a hacer suya. Pero, sorprendentemente, ella se deja poseer, es sumisa e incluso acepta marcharse a vivir a su apartamento. Las autoridades denunciarán su desaparición y pronto la organización que proteje a los ex-criminales se dará cuenta de que Max, al que están ayudando, tiene a una testigo clave en su poder. 

  En el apartamento revivirán sus macabras escenas sexuales, gracias a los saltos temporales. Ella se entrega definitivamente a su captor, ambos se aman profundamente pero acabarán cercados, obligados a salir de su guaridad por agotamiento, serán literalmente asediados viéndose obligados a subsistir en condiciones infrahumanas, muriéndose de  hambre. Se produce aquí la paradoja de que Max, el torturador vive junto a Lucy algo que ella ya conocía bien: la inanición, la desesperación que los mata de hambre. Casi famélicos deberán dar su brazo a torcer.

   En su momento se consideró una película de culto y hasta supuso un escándalo enorme, hoy en día ha envejecido bastante mal y resulta banstante descabellada. La historia al margen de ser poco creíble está mal contada, no se entiende muy bien la historia de esa organización que, en ocasiones, lejos de dar miedo, da risa. Ese personaje con el monóculo incrustado en el ojo, el bailarín de ballet clásico que solo actúa para Max, etc.

  La directora Liliana Cavani es valiente al tratar el tema de la relación entre víctimas y verdugos y de como la crueldad se puede tornar en una bella y desenfrenada pasión. Y estilísticamente la película está muy bien rodada, con una fotografía cuidada, representando muy bien ese invierno vienés, esa luz tamizada por las nubes, barrunto del drama que se apresta a suceder. Pero poco más, porque la relación sadomasoquista, la atracción-odio de la protagonista no resultan muy convincentes, más bien suena a descabellado.  Y si bien es cierto que la obra consigue atraer nuestro interés en un principio, poco a poco se diluye como un azucarillo y se muestra pesada, absurda y sin sentido.

   Quizás lo mejor sea la interpretación de Charlotte Rampling, bella y majestuosa a pesar de su extremada delgadez y de un siempre correcto y serio Dirk Bogarde, sobrio a la par que elegante y desaforado cuando la pasión sexual así lo requiere. Su mirada refleja muy bien el terror de una psicopatía latente y una pasión desenfrenada.  La música de Danielle Paris también merece elogios, pues sostiene el drama que se está desarrollando, es dulce y tenebrosa a la vez y armoniosa y decida en determinados momentos, generando la tensión propicia para cada escena.

Tenemos pues una película que ha envejecido mal, con demasiados clichés, de la que se podía esperar bastante más ya que es incómoda, dura, pero al mismo tiempo mantiene en alto su hipnótica capacidad para contar una historia de amor de gran intensidad con un final profundamente romántico.
 
-FICHA TÉCNICA:

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