lunes, 7 de octubre de 2013

15 AÑOS Y UN DÍA (2013)

 
  Una historia desgarradora, de sufrimiento familiar, en torno a los errores de un adolescente problemático. A pesar de que el muchacho es de buena familia, educada aunque desestructurada,  Jon será un chaval muy conflictivo del que ya vemos en la primera escena de la película cómo trata de destacar en su grupo de amigos desafiando a la muerte por una simple apuesta.  Sus barrabasadas serán de tal calibre que será expulsado del instituto. Su madre, viuda, ya no puede con él y decide enviarlo al mediterráneo con su abuelo, separado de su madre desde hace décadas. El abuelo es un militar retirado que tratará de enderezar lo que se ha torcido pero que se verá también desbordado por el empuje de rebeldía del muchacho que pronto hará nuevos amigos, se tatuará el emblema de su banda y acabará inmerso en una reyerta en la que un chaval hispano morirá.

  Esta es la historia base en la que la directora vasca Gracia Querejeta introduce su peculiar punto de vista, más centrado en ese sufrimiento familiar y en particular de las mujeres, ya sean madres, abuelas o partícipes en la trama. El personaje principal, Jon, es tan solo la excusa propiciatoria de todos los desmanes que provocan ese dolor, ese padecimiento femenino. La madre, será la que sufra, en parte a distancia, como madre que es del desacerebrado chaval, sufrirá también su abuela y también la amiga íntima del abuelo, policía para más inri. Y sufre también la chica de la banda, que se enamora del chaval. También hay hombres que sufren, en especial el sufrido abuelo que trata de ser un padre estricto, que imponga disciplina al chico pero que consigue el efecto contrario. Como siempre en sus películas Querejeta, que en esta ocasión dedica su trabajo a su padre, recientemente fallecido, bucea en la psicología de los personajes, realiza esa instrospección que nos desvela el interior de sus almas atormentadas. Y también utiliza los silencios, momentos tan dramáticos e intensos como en los diálogos propiamente dichos

  Y sin embargo el guión no acaba de arrancar a lo largo de todo el metraje, es un quiero  y no puedo contínuo en el que el dramatismo desatado no se dispara, se diluye en otros temas de menor enjundia. Es como si el guión abordase una serie de aspectos muy interesantes y no los desarrollara, perdiera la oportunidad  de tomar esos nuevos caminos y quedara finalmente sensiblemente desaprovechado. Hay temas a los que se acerca, como digo, pero no profundiza: la familia desestructurada, la violencia en la adolescencia, el drama del desempleo, la soledad de la vejez, las dificultades de una personalidad poco empática, etc.  Además hay un errático caminar del argumento que, de pronto se trasmuta en un thriller de medio pelo, una investigación policíaca que no aporta nada, descafeinada, que podría haber dado mucho de sí pero se diluye como un azucarillo dejando de lado el tronco principal del argumento que es la relación nieto-abuelo que podía haber sido mucho más trascendente e interesante.


 Todo ello lo suple una magnífica, como casi siempre Maribel Verdú en el papel de Margo, la madre sufridora con apariciones de gran dramatismo a principio y final de la película, en especial su monólogo final, y Tito Valverde que está mejor que bien en el papel del abuelo, Max. El resto del elenco solo correcto:  Belén López como la policía Aledo, amiga de Max y el protagonista juvenil del drama, Jon, interpretado por Arón Piper que es el más flojito de los protagonistas principales según mi punto de vista.  En realidad los protagonistas adolescentes dejan mucho que desear, desde el inmigrante vendedor ambulante a la peluquera y trabajadora de un locutorio. Piper no acaba de convencer, le faltan tablas y mayor convicción en lo que hace.

   En definitiva una película aceptable que por momentos descarrila, por un guión no muy bien enlazado y trabado que pone al filo del desastre un drama sobre esa etapa de la vida de una persona que es la difícil adolescencia y que solo salvan las magníficas apariciones estelares de la Verdú y de Valverde, recuperado en esta película para el cine.
    La factura técnica de la película no deja de ser correcta y sencilla. Querejeta escapa siempre del uso de planos rebuscados o artificios mágicos, haciendo fácil lo difícil y facilitando al espectador inmiscuirse en esa bomba de sensaciones, de desgracias y aspectos positivos, que de todo hay en su cócktel íntimo y personal aunque en esta ocasión desacertado. Es por ello que dentro de la ya nutrida e interesante filmografía de su autora esta  historia de adolescencia mal llevada no acabe ocupando un lugar preeminente, a pesar de su nominación para representar a España en los Óscar.

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