jueves, 24 de octubre de 2013

DÍAS DEL CIELO (1978)

   Maravillosa obra de arte del director de fotografía español Nestor Almendros. Es lo que primero se me ocurre al ver esta delicadeza, esta película que si bien no goza de un guión muy elaborado, su contemplación, su fotografía majestuosa es suficiente excusa para no dejar de visionarla. Lo mejor es dejarse llevar por un conjunto de sensaciones visuales, con unos planos magníficos de los campos de trigo tejanos, del fuego y la luz, de los seres vivos, insectos y animales en la libertad absoluta que nos retrotraen a un estado de la naturaleza pura y virgen. Sin olvidar el resto de imágenes que no se nos borrarán de la retina: los altos hornos, con su luz roja, las escenas de interior con un caravaggiesco claroscuro, los bodegones interiores casi vermeerianos, el tren y las cosechadoras a carbón, con su infernal vómito de humo, el fuego que de nuevo nos enseña su color rojo intenso en un demoníaco caos infernal tras una quasi bíblica plaga de langosta y esa casa inquietante y aislada, huérfana de compañía, blanca y recortada sobre el amarillo de los trigales. Son unas imágenes de una pulcritud y belleza poéticas, fascinantes, deslumbrantes. Terrence Mallick, particular director norteamericano, ofrece siempre este elemento naturalista en todas sus obras. Nos proporciona una visión espectacularmente profunda y unos planos simétricos magistrales. Todo para conseguir una obra redonda, quizás su mejor película.

   Y sin embargo el guión es bastante simple, lo más endeble de la película. Porque a pesar de que Mallick nos quiere transmitir la desesperación y pobreza de una grey arruinada, menospreciada por un capitalismo salvaje que desprecia a los más desvalidos en tiempos de crisis (algo realmente actual) la historia en sí, centrada en las intrigas de un exobrero metalúrgico y su novia acompañados de su hermanita pequeña ( gran idea el que ella sea la que narra voz en off los acontecimientos que devienen) después de trabajar como braceros en los trigales del interior de Texas es de lo más convencional.


 Nos encontramos en 1916, época de crisis y guerra mundial, previo a la entrada de los EE.UU. en la contienda. Tras dejar Chicago en busca de trabajo ocasional, de buscarse la vida como pueden, trabajo duro y mal pagado en el campo, utilizan la debilidad del atractivo patrón de la finca por la chica, Abby ( Brooke Adams), para engatusarlo y quedarse con su fortuna tras descubrir el chico, Bill (Richard Gere), que le queda poco tiempo de vida. Ella aceptará engatusarlo  y llegará a ser su esposa, esperando el rápido desenlace para quedarse con su fortuna y vivir, por fin, en la opulencia en la que tanto habían soñado. Pero sucede que el joven rico no muere, se encuentra cada vez mejor de salud. Y Bill comienza a impacientarse mientras Abby parece cada día estar más a gusto con su marido.

 El patrono (Sam Shepard) comienza a sospechar algo cuando observa a los presuntos hermanos en actitudes acarameladas. Duda de que los tres sean hermanos (con ellos está la hermanita pequeña de Bill, Linda) y finalmente se llegará al dramático final ya anticipado. Pero nosotros ya nos hemos quedado con la luz y el resplandor de Almendros y la melodía escalofriante de Morricone y, "que nos quiten lo bailao".


 El desenlace, como decimos, es previsible y nada original pero lo que importa aquí es el espectáculo visual y acústico, con una magnífica banda sonora firmada por el gran Morriconne, en un ejercicio musical incisivo, netamente bello y que consigue atrapar al espectador. Sin embargo es interesante la narración de la historia, como un recuerdo de la adolescente Linda. Son por lo tanto recuerdos del pasado, un período que quizás no entendía por su falta de madurez, recuerdos fraccionados, parciales y por tanto no completos. Es así que el guión nos cuenta parte de lo que podía haber pasado y siempre visto con los ojos de la chiqulla.

Los actores se desenvuelven lo mejor que pueden, Gere está bien en su papel quinquillero y suburbial, Shepard también realiza a la perfección ese personaje del rico hacendado al que se lo han dado todo hecho pero que tiene los pies en la tierra,  Brooke Adams está correcta, sin destacar en exceso en un papel quizás demasiado arriesgado para ella. La niña Linda está fabulosa como adolescente que narra lo que cree recordar cuando vivió aquellos sucesos tan personales. Para el recuerdo queda su frase final "La vida es muy larga y sólo se vive una vez", en un intente auto justificativo de las miserias cometidas por su hermanito, ese Gere bello y deplorable al mismo tiempo. Una película para el recuerdo por su maravillosa fotografía y puesta en escena, imprescindible desde el  punto de vista estético.

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