Hacía mucho tiempo que no me sumergía en una de estas películas españolas sobre la Guerra Civil que podemos calificar ya como un auténtico género cinematográfico. Aunque yo prefiero llamarlo la Guerracivilmaquia, como una especie de corrida de toros donde siempre vemos las mismas cosas, los mismos lugares comunes: el drama de una gente que tuvo que exiliarse, perseguidos por el fascismo español del general Franco, mucho Cara al Sol y camisas azules, curas a mansalva adoctrinando a los pequeños ( ríete tu de Educación para la Ciudadanía) y otras atrocidades propias de los primeros años 40, la época más dura y deplorable del deplorable régimen dictatorial. Algunas de estas películas merecen el calificativo de buenas, otras muy buenas y hasta obras maestras. Pero otras, por desgracia, aunque utilicen la poética en parte de su desarrollo, aunque la mona se vista de seda...pues ya sabemos. Y es el caso de estos girasoles ciegos, demasiado oscuros a mi entender porque no innovan a pesar de que la novela recibió muchos elogios y premios y de que el guión está coescrito por el genial Azcona. Todo maestro tiene un borrón.

Pero mucho más a un joven diácono recién salido del seminario y futuro cura, con enormes dudas respecto a su fe, después de haber matado como soldado en la guerra y de tener contínuas tentaciones carnales. Él. Es Raúl Arévalo en el papel de Salvador, preclaro nombre, que también es de lo más potable de toda la película, aunque un poco sobreactuado a mi modo de ver. Desde el momento en que se encuentra en el colegio con ella, con Elena, que lleva a su hijo siempre a la misma hora, justamente cuando está acabando el Cara al sol en el patio de la escuela de curas ( resulta hasta molesto tener que ver la misma escena vergonzante tantas veces) queda obnubilado, fascinado, intrigado, enamorado por la belleza escultórica y salvaje de la Verdú.
A partir de ahí, lo que suele suceder en estos casos de amores imposibles: entre un cura de derechas, radicalmente nacional y franquista y una mujer que asegura estar viuda pero que no lo está y es republicana y de izquierdas. La antítesis que, por un momento, parece tener visos de verosimilitud, en uno de esos giros típicos cuando dos personas enamoradas se alejan y se dan la vuelta para ver a la otra persona alejarse esperando que la otra también se gire. Elena se gira, intuyendo algo o sintiendo algo por ese amable y joven diácono. Pero poco a poco el jovenzuelo cofunde el culo con las témporas. La persigue y acosa con la excusa de hablar de su hijo, el jovencito sagaz, que hace muy bien su papel. El niño Roger Princep, que hace el papel de Lorenzo. El chaval está muy bien enseñado, siempre dice que es huérfano de padre y que es ferviente admirador de Franco y su movimiento.


No hay comentarios:
Publicar un comentario