martes, 27 de agosto de 2013

LOS GIRASOLES CIEGOS (2008)

    Hacía mucho tiempo que no me sumergía en una de estas películas españolas sobre la Guerra Civil que podemos calificar ya como un auténtico género cinematográfico. Aunque yo prefiero llamarlo la Guerracivilmaquia, como una especie de corrida de toros donde siempre vemos las mismas cosas, los mismos lugares comunes: el drama de una gente que tuvo que exiliarse, perseguidos por el fascismo español del general Franco, mucho Cara al Sol y camisas azules, curas a mansalva adoctrinando a los pequeños ( ríete tu de Educación para la Ciudadanía) y otras atrocidades propias de los primeros años 40, la época más dura y deplorable del deplorable régimen dictatorial.  Algunas de estas películas merecen el calificativo de buenas, otras muy buenas y hasta obras maestras. Pero otras, por desgracia, aunque utilicen la poética en parte de su desarrollo, aunque la mona se vista de seda...pues ya  sabemos. Y es el caso de estos girasoles ciegos, demasiado oscuros a mi entender porque no innovan a pesar de que la novela recibió muchos elogios y premios y de que el guión está coescrito por el genial Azcona. Todo maestro tiene un borrón.

  Me gustó, por ejemplo, la maravillosa La lengua de las mariposas, porque rezumaba buen hacer y sensibilidad en un contexto rural, en parecida época de represión y barbarie. Pero esta obra de Jose Luis Cuerda no me convence, lo siento, no puedo comprar esta versión tan floja de una familia represaliada, con una hija preñada que huye por los montes orensanos hacia Portugal con su novio comunista, con un padre que lleva ni se sabe cuanto viviendo en un agujero detrás del armario de una habitación en situación de muerte civil, volviéndose loco poco a poco, impotente, con una mujer luchadora y aguerrida, que saca adelante traduciendo panfletos nazis del alemán al español. Ella, desde luego, es de lo mejor de toda la película. Ella. Es Maribel Verdú en el papel de Elena, esa madre que además tiene la capacidad de irradiar una sensualidad y bellezas sublimes que, obviamente, deslumbran a cualquiera.


   Pero mucho más a un joven diácono recién salido del seminario y futuro cura, con enormes dudas respecto a su fe, después de haber matado como soldado en la guerra y de tener contínuas tentaciones carnales. Él. Es Raúl Arévalo en el papel de Salvador, preclaro nombre, que también es de lo más potable de toda la película, aunque un poco sobreactuado a mi modo de ver. Desde el momento en que se encuentra en el colegio con ella, con Elena, que lleva a su hijo siempre a la misma hora, justamente cuando está acabando el Cara al sol en el patio de la escuela de curas ( resulta hasta molesto tener que ver la misma escena vergonzante tantas veces) queda obnubilado, fascinado, intrigado, enamorado por  la belleza escultórica y salvaje de la Verdú.


  A partir de ahí, lo que suele suceder en estos casos de amores imposibles: entre un cura de derechas, radicalmente nacional y franquista y una mujer que asegura estar viuda pero que no lo está y es republicana y de izquierdas. La antítesis que, por un momento, parece tener visos de verosimilitud, en uno de esos giros típicos cuando dos personas enamoradas se alejan y se dan la vuelta para ver a la otra persona alejarse esperando que la otra también se gire. Elena se gira, intuyendo algo o sintiendo algo por ese amable y joven diácono. Pero poco a poco el jovenzuelo cofunde el culo con las témporas. La persigue y acosa con la excusa de hablar de su hijo, el jovencito sagaz, que hace muy bien su papel. El niño Roger Princep, que hace el papel de Lorenzo. El chaval está muy bien enseñado, siempre dice que es huérfano de padre y que es ferviente admirador de Franco y su movimiento.

   Todo toma una espiral diabólica, con la historia de Elenita que interpreta Irene Escolar, como de soslayo, por poner algo más ahí pero fuera de lugar, fuera de la trama principal, con el noviete poeta comunista que es Martín Rivas, saliendo a escondidas del país y dando a luz la chavala por el camino. Tragedia garantizada como es obvio. Gran tragedia del marido de Elena. El. Es Javier Cámara y no convence mucho como persona que debe pasar el resto de su vida en un agujero, no cuadra en este papel, su desesperación es obvia, su impotencia también pero algo falla en este personaje que traduce los textos del alemán al español y se los entrega a su mujer. ¿Por qué nadie sospecha?. Es lo que nos preguntamos, como es posible que un republicano no sea descubierto durante tanto tiempo en una ciudad tan pequeña como Orense. Cómo los falangistas acuden al hogar y no se les ocurre nunca registrar la casa. Son cosas que hacen que el guión no sea muy sostenible que digamos por no decir que dejan el asunto en un segundo lugar, cuando podía haber centrado más la historia. Es un drama pero parece que el director prefiere centrarse más en la lujuria de ese cura y en las evasivas de la Verdú.

  ¿A qué viene introducir esa desagradable escena del diácono masturbándose con una almohada pensando en una mártir semidesnuda ilustrada en la biblia?. ¿Era necesario? ¿Es que el cine español simpre tiene que ser tan explícito?. Todas estas cosas son las que arruínan un argumento del que se podía haber sacado algo potable. Jose Luis Cuerda sigue en la cuerda floja, valga la broma. Ni la música ni la fotografía, que son relevantes, consiguen hacerme remontar la debacle de  esta película de la posguerra española en Galicia. Una pena.

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