miércoles, 14 de agosto de 2013

LA CAJA DE MÚSICA (1989)


   Esa maldita caja de música esconde un secreto terrible, tras su mecanismo y  tintineo machacones.   Nos encontramos ante una película de intriga familiar, histórica y judicial realmente impactante y emocionante que me ha planteado muchas inquietudes, algo que dice mucho en favor de su argumento. Es una película de inquietudes flagrantes y descorazonadoras. Logra crear ese necesario nudo en el  estómago cuando estamos ante una gran película de suspense y misterio. Descartemos lo obvio: no es una película más de juicios, a pesar de que buena parte del metraje se desarrolla en una sala del tribunal. Va muchísimo más allá: es una película de emociones familiares que van in crescendo cuando las dudas razonables se tornan en temores y las pruebas en sospechas inquietentes, en quasi certezas.

     ¿Puede que nuestro anciano y venerable padre, todo bondad, todo amabilidad, un "padrazo" que nos ha criado como buenas personas, como personas íntegras y sociables y que nos ha dado una carrera y nos ha entregado lo mejor de su vida para criarnos un mal bicho, un ser capaz de lo peor que puede dar el ser humano?. La duda estará presente a lo largo de todo el metraje, es su leiv motiv.


   Si bien es cierto que el tema de un emigrante húngaro anciano acusado de haber sido un nazi durante la ocupación alemana de Hungría podría resultar un tanto manido, aunque hay que tener en cuenta su datación, de 1989 y la trayectoria del director, Costa-Gavras, siempre valiente en sus películas, decidido a denunciar los males de nuestra sociedad, las injusticias capitalistas y los crímenes contra la humanidad, sean o no de nuestro tiempo.

    Este personaje, Mike Lazslo, fantásticamente interpretado por Armin Mueller- Stahl, actor alemán de larguísima trayectoria y que intervino en alguna de las películas-icono de la cinematografía alemana además de en numerosas películas en Estados Unidos en los que demostró su buen hacer ( sobre todo para determinados papeles digamos "siniestros") es el enmigrante húngaro que va a ser acusado por la fiscalía de ser en realidad otra persona, de haberse "colado" en los EEUU después de la Segunda Guerra Mundial bajo otra personalidad, de haber ocultado su identidad engañando a todo el mundo. Ahora es reclamado por el gobierno Húngaro, comunista ( aún no había caído el telón de acero) como criminal de guerra nazi. Por tanto deberá ser extraditado y, más adelante, ser juzgado como tal. 

  Su hija Anne Talbot( Jessica Lange), separada con un hijo, abogada de prestigio, lo va a defender de todas las acusaciones, siempre confiando en la palabra de su padre, de que todo es un cúmulo de insidias indignantes. ¡¡Cómo un honrado ciudadano, cumplidor con su país de acogida, patriota como ninguno, anticomunista, un auténtico yankie, puede ser ahora puesto en duda por esa misma administración!!!. Ese es el argumento de Lazslo, sus hijos y nietos lo creen, ¿cómo se pueden atrever a dudar de su honorabilidad?.¿Cómo va a ser el mismo personaje que Hungría, ese país comunista, reclama como integrante de un grupo parapolicial que asesinaba judíos y gitanos?. La interpretación de Jessica Lange es estremecedora, primero como fiel hija y leal abogada ( aunque no conviene mezclar a la familia en asuntos profesionales y eso también se ve en la película). Esa complicidad traerá más de un problema a Anne. Ella, siempre creyente de la veracidad e identidada actual de su padre obtiene informaciones que desmienten que Laszlo sea el de la foto, el del carnet policial que todos los testigos van reconociendo, se agarra a las argucias propias de un buen abogado, el carnet puede haber sido falsificado, los testimonios son equívocos....ella no quiere creer tampoco como persona, como hija, todo lo que va apareciendo. Tampoco su nieto, Mikey cree a los que maledicen de su abelo, se pelea en el colegio y ha escuchado de él que el holocausto fue una gran metira...eso escucha Anne y lo reprende...¿quién te ha contado eso?...el abuelo...entonces será el otro abuelo.


   Lo que va a ser clave en el desenlace son las flexiones de Misha ( que así era conocido Lazslo). Este comenta a su nieto que el siempre hace flexiones antes de acostarse, porque el físico es tan importante como la mente. Estas flexiones unidas a un  macabro juego con la bayoneta jugarán un papel decisivo no en el juicio, sino en la moralidad de Anne, que se irá desplomando como una mosca, poco a poco, conforme le llegan certezas cada vez  más palmarias. Pero el juicio prosigue y Anne como decía recibe ayudas desconocidas que echan por tierra los testimonios de todos los que, presuntamente, habían recibido abusos de Misha. ¿Será todo un complot comunista contra su padre?.

   La presencia de una Budapest majestuosa pero decadente, con esa luz plomiza, esos coches anticuados tomará un protagonismo decisivo. Juez, fiscal y  abogado viajan a la bella ciudad húngara para tomar testimonio a un viejo anciano agonizante. Esta persona dice haber sido testigo de las violaciones y matanzas de Lazslo. Pero en el hotel, Anne recibe una carta (volvemos a la red de ayuda de los criminales nazis) que desacredita al anciano. El juez irritado manda regresar y el juicio parece visto para sentencia. Pero entonces Anne pide a sus taxistas que detengan el coche en el puente sobre el Danubio. Pasea por el lugar en el que los testimonios decían que su padre había convertido el Danubio en rojo y se imagina todo lo que pudo haber pasado 40 años antes. Por si fuera poco, decide visitar por su cuenta y riesgo a la hermana de un hombre que parece que chantajeaba a su padre en EE.UU. Está deseosa de saber la verdad aunque en lo más profundo de su corazón desea que todo sea mentira.


  Su padre había pagado a un señor un dinero durante varios meses. Este individuo, Tibor Zoldan, también húngaro, había muerto atropellado. Pero había dejado una nota y una dirección que habían llegado a manos de Anne. Esta dirección le remitía a la casa de su hermana en Budapest. Allí, Anne, deseosa de saber la verdad real, no la judicial que ya se ha sustanciado, recoge un billete de una casa de empeños americana. Podría haber arrugado ese papel y haber continuado su vida pero el ansia de saber la verdad puede más que la tranquilidad de vivir atemorizada el resto de sus días, pensando que su padre era ese abyecto criminal de guerra. En la casa de empeños recoje una caja de música. Cuando acciona el mecanismo se oye una dulce melodía. Pero la maldita caja esconde un secreto terrible.                

     Estamos pues ante una extraordinaria película que recuerda a las tramas de Hitchkock, sabemos de la admiración de Costa-Gavras por el director británico de suspense...y como ya comentábamos la historia sirve al director Greco-francés para denunciar algo que jamás debería de prescribir: los delitos contra la humanidad, las redes pronazis y anticomunistas que existieron ( y posiblemente existan todavía) en los años 80 del siglo pasado. También nos permite acercarnos a la reflexión de si es conveniente para una sociedad poner una tupida y densa capa de silencio, de olvido consciente sobre hechos abominables acaecidos en el pasado o si conviene siempre tener presente la historia, sobre todo cuando todavía las heridas permanecen abiertas, cuando todavía hay víctimas vivas o familiares dispuestos a no permitir que su memoria, la de todos ( esa memoria histórica), sea pisoteada o ensalzada. Yo me inclino por la segunda opción: no olvidar y, a ser posible, perseguir penalmente, ante la justicia crímenes que jamás deberían prescribir: los crímenes contra la humanidad. Costa-Gavras no duda por un momento tampoco: a pesar de que los verdugos sean venerables ancianos ocultos bajo una máscara de respetabilidad e integración social, los crímenes no deben prescribir. Esto sirve para todos los países en los que han sucedido estos delitos y que han quedado sin castigo, no solo la Alemania nazi o sus satélites durante la guerra sino que es un mensaje universal, válido para cualquier lugar y tiempo, ya sean países latinoamericanos ( donde por cierto sí se han perseguidos esos crímenes) como otros en los que se violaron sistemáticamente los derechos humanos, caso español, por no irnos muy lejos.

   En cuanto a las interpretaciones hay que señalar a una portentosa Jessica Lange que hace un papel duro y desgarrador, difícil. Obtuvo una nominación a los Óscar de la academia. Y el ya comentado actor alemán Armin Mueller- Stahl que sabe jugar muy bien con un papel a su medida: da pena y compasión pero cuando mira al público durante el juicio vemos la mirada de la fiera, la mirada del mismísimo diablo.

   La banda sonora  de Philippe Sarde está interpretada por la Sinfónica de Hungría y es excepcional. El guión es extraordinario, basado en la novela homónima, sabe crear esos momentos de tensión y de relajación dentro de la exhasperación que supone la visión del peor de los dramas humanos y de la eterna duda existencial.  La fotografía sirve para aumentar ese suspense, describiendo los presentimientos que todos vamos teniendo, esa luz tenue nos da muy bien el tono general de la película, ese Budapest decadente es extraordinario.

  Una reflexión final: la injusticia muy frecuente de la "verdad judicial" que poco o nada tiene que ver en ocasiones con la realidad y que solo la historia es capaz de desentrañar. Muchas veces quedarán impunes gravísimos delitos y miserables delincuentes no pagarán por ellos por defectos de formas, contradicciones y falsos testimonios o incluso, algún juez corrupto. No digo nada del jurado popular, al que respeto, porque en esta película no existe y, sin embargo, el juez de origen judío es de una pulcritud espectacular, que casi hiere.
 

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