jueves, 22 de agosto de 2013

A SANGRE FRÍA (1967)

  Excepcional y helador film de Richard Brooks basado en la novela-investigación homónima del excéntrico escritor estadounidense Truman Capote. Brooks nos sumerge en un cine negro puro, apasionante y agotador. Y es que es un Thriller con todas las de la ley, de asesinatos, de delincuentes comunes corroídos por una sociedad inhumana y cruel, hijos de familias desestructuradas que habían dado con sus huesos en la cárcel repetidas veces. También es una Road-Movie de lo siniestro que sobrecoge, que acongoja y que apasiona en dosis parejas. 
    Con actores muy poco conocidos se crea una atmósfera que muestra excepcionalemente la idea primordial del film que no es otra que ese retrato psicológico del duo criminal, ese sinsentido criminal y demente que les lleva a perpretar el atroz asesinato de una tranquila y apacible familia del interior de los Estados Unidos. Un crimen absurdo en apariencia, con un botín de unos cuantos dólares, pero que guarda relación con el pasado tortuoso de los asesinos. Ese momento, el del crimen, aparece muy pronto en el metraje de la película pero el director nos lo oculta, conscientemente, para mostrárnoslo en el tramo final en toda su crudeza, cerca del del juicio, cuando ya estamos derrotados.


   Nos coge por sorpresa y nos levanta de nuestro posible adormecimiento. Es por eso una película incómoda y altamente intranquilizadora. Desde luego, después de ver el largo metraje nos ronda durante un rato el pensamiento del crimen por el crimen, cuando no hay botín ni ningun ajuste de por medio. De si nos podría pasar una noche a nosotros en nuestros hogares, de si existen chavales desarraigados igual que los que vemos durante los más de 100 minutos asfixiantes, llenos de alicientes sorprendentes eso sí, pero agobiantes al fin y al cabo.

   La familia Clutter, sencillo matrimonio mayor, madre enferma y encamada, padre en trance de jubilación e los hijos en plena adolescencia, con ilusiones universitarias, de salir a la vida, sufre ese espantoso crimen por parte de Perry Smith y Dicke Hickock. Pero, en realidad, la maldad que se ha apoderado de ellos los domina y los incita a la violencia, al crimen. El análisis psicológico que Brooks-Capote realiza de ambos es excepcional como ya comentaba. Pero hay mucho más: porque tanto como la vida de esta escoria de la sociedad la película es la historia detectivesca, de búsqueda en un pajar, por parte del comisario Alvin Dewey, un excepcional John Forsythe, sí el de Dinastía, que realiza una labor dura, inflexible y brillante para conseguir detener a la pareja asesina. Esa es la historia y, además, hay una maravillosa reflexión en torno a la pena de muerte, a su pertinencia, su sentido, su conveniencia. Alguien reflexina algo así como: "los matamos pero, después de ellos aparecerán muchos más....su muerte es en vano, no sirve para nada".

  Técnicamente la película es muy buena. El blanco y negro de el tono perfecto y preciso a la narración tortuosa de las andanzas de los asesinos, esa fotografía es extraordinaria, del mejor y más puro  Noir.  Los ambientes que aparecen, entremezclados, de la ciudad y el medio rural, del día y de la noche, esa penumbra está mejor que bien utilizada en cada momento preciso. También el ambiente carcelario está muy bien tratado.  Además los planos  están muy bien rodados, desde diversos puntos de vista, medios planos, primeros, subjetivos, picados y contrapicados...todo para dar esa sensación de ritmo cinematográfico y dramatismo total. Los flashbacks precisos para que veamos los horrores y traumas que acompañaron a esos chicos de pueblo, víctimas en cualquier caso. Para que todo sea redondo en esta gran película tenemos una inquietante música a cargo de Quincy Jones.

  Los actores, poco conocidos a excepción de Forsyte, que borda un serio papel, rayan a gran altura, todos sin excepción, pero especialmente la pareja homicida, Perry ( Robert Blake), extraordinario con esa estética rockera, a lo Elvis, con brillantina y patillas y Dick ( Scott Wilson) ese delgaducho rubio de ojos malignos que en todo momento muestra su frialdad, con esa despreocupación y parsimonia a lo largo de la huida. Una película imprescindible, dura y real, como la vida misma. Y otro libro pendiente de lectura obligatoria, otro más de Capote.

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