Excepcional y helador film de Richard Brooks basado en la novela-investigación homónima del excéntrico escritor estadounidense Truman Capote. Brooks nos sumerge en un cine negro puro, apasionante y agotador. Y es que es un Thriller con todas las de la ley, de asesinatos, de delincuentes comunes corroídos por una sociedad inhumana y cruel, hijos de familias desestructuradas que habían dado con sus huesos en la cárcel repetidas veces. También es una Road-Movie de lo siniestro que sobrecoge, que acongoja y que apasiona en dosis parejas.
Con actores muy poco conocidos se crea una atmósfera que muestra excepcionalemente la idea primordial del film que no es otra que ese retrato psicológico del duo criminal, ese sinsentido criminal y demente que les lleva a perpretar el atroz asesinato de una tranquila y apacible familia del interior de los Estados Unidos. Un crimen absurdo en apariencia, con un botín de unos cuantos dólares, pero que guarda relación con el pasado tortuoso de los asesinos. Ese momento, el del crimen, aparece muy pronto en el metraje de la película pero el director nos lo oculta, conscientemente, para mostrárnoslo en el tramo final en toda su crudeza, cerca del del juicio, cuando ya estamos derrotados.
Nos coge por sorpresa y nos levanta de nuestro posible adormecimiento. Es por eso una película incómoda y altamente intranquilizadora. Desde luego, después de ver el largo metraje nos ronda durante un rato el pensamiento del crimen por el crimen, cuando no hay botín ni ningun ajuste de por medio. De si nos podría pasar una noche a nosotros en nuestros hogares, de si existen chavales desarraigados igual que los que vemos durante los más de 100 minutos asfixiantes, llenos de alicientes sorprendentes eso sí, pero agobiantes al fin y al cabo.
Nos coge por sorpresa y nos levanta de nuestro posible adormecimiento. Es por eso una película incómoda y altamente intranquilizadora. Desde luego, después de ver el largo metraje nos ronda durante un rato el pensamiento del crimen por el crimen, cuando no hay botín ni ningun ajuste de por medio. De si nos podría pasar una noche a nosotros en nuestros hogares, de si existen chavales desarraigados igual que los que vemos durante los más de 100 minutos asfixiantes, llenos de alicientes sorprendentes eso sí, pero agobiantes al fin y al cabo.


Los actores, poco conocidos a excepción de Forsyte, que borda un serio papel, rayan a gran altura, todos sin excepción, pero especialmente la pareja homicida, Perry ( Robert Blake), extraordinario con esa estética rockera, a lo Elvis, con brillantina y patillas y Dick ( Scott Wilson) ese delgaducho rubio de ojos malignos que en todo momento muestra su frialdad, con esa despreocupación y parsimonia a lo largo de la huida. Una película imprescindible, dura y real, como la vida misma. Y otro libro pendiente de lectura obligatoria, otro más de Capote.
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