Cómo matar al perro de tu vecino, como no podía ser de otra manera con ese título, es una comedia costumbrista, algo amanerada y cursi pero con un muy buen guión y magníficas interpretaciones que hacen de esta parodia de un escritor de teatro en decadencia que se ve inmerso en una enorme crisis de insomnio por culpa del perro de un vecino un brillante producto que consigue hacernos pasar una agradable hora y media disfrutando en muchas escenas de momentos hilarantes, muy divertidos. Todo en ella es delirante: recuerda un poco a esas comedias alocadas de un woody allen en apuros que toma caminos erróneos que parecen no conducir a ninguna parte pero que adquieren todo su sentido al final. También recuerda a ese magnífico humor inglés, siendo una producción norteamericana.



Entrará en acción una familia que se traslada enfrente de los McGowen. Se trata de una madre divorciada con su hija tullida. La madre admira al escritor y la niña parece un poco repelente. Sin embargo, este pequeño diablo con una discapacidad en una pierna, será la clave de bóveda del desenlace final de la historia. Al principio Peter detesta que su mujer haga de canguro con la niña pero poco a poco irá cogiéndole cariño. No en vano le da unas ideas fabulosas que apunta mecánicamente en un pequeño bloc y que después trasladará a su obra. La niña despierta en él todo el instinto parternal que jamás tuvo y generará las escenas más emotivas del film.
El guión como señalaba anteriormente es certero, con grandes muestras de brillantez que dulcifican el camino al espectador. Aunque tiene aspectos de comedia al uso, supera el nivel de esas películas ñoñas de una tarde de domingo. Maravillan todas esas conversaciones, es un humor inteligente muy por encima de las mediocres comedias convencionales. Cuando le preguntan si le gusta fumar (porqué fuma compulsivamente) asevera: "no me gusta el tabaco, pero pero me ayuda a escribir". Todas estas situaciones rocambolescas, como en el caso de sus escapadas nocturnas con su fan- fanático, sus problemas con la próstata y la dolorosa revisión de la misma, sus disputas acaloradas por asuntos triviales y otras situaciones más, en especial su relación con la niña, Amy ( Suzi Hofrichter) convierten esta película en una agradable velada.
A destacar el papel de Kenneth Brannagh que demuestra que no solo es capaz de hacer espléndidos papeles dramáticos, shakespearianos o de cualquier otra clase, sino de adentrarse en una comedia ligera, en un papel que no está hecho precisamente para este tipo de actor. También Robin Wright está fantástica, en un momento excepcional de su ascendente carrera cinematográfica que después la condujo a papeles de mayor importancia. Es la mujer dulce, comprensiva y, a la vez, de gran caracter y personalidad. Esta pareja demuestra química y dan ese frescor casi de comedia inglesa aunque sea norteamericana, una película que pasó casi desapercibida y que merece la pena recuperar.
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