lunes, 15 de julio de 2013

EL COCHECITO (1960)

   Otra de esas "joyitas" con que el cine nacional nos obsequiaba en pequeñitas dosis en la época franquista. Una más de Rafael Azcona como co-guionista junto al director italiano Marco Ferreri, que ya habían tenido un enorme éxito con la genial "El pisito" una parodia grotesca de un hombre sencillo que se ve abocado a casarse con una anciana a la espera de heredar. En este caso la idea tiene mucho que ver también con la vejez. Se trata del histriónico y siempre recordado Pepe Isbert ( el de Bienvenido Mr. Marshall) que, muy entrado en años, se encapricha de un cochecito para minusválidos. ¿Cuál es el problema?. Qué el anciano está estupendamente de las piernas, intentará fingir una enfermedad para que su familia le permita tener el cochecito.

    El problema es que el venerable anciano, Don Anselmo Proharán, ha hecho mucha amistad con un grupo de tullidos que se lo pasan pipa yéndose a pasar las tardes a la campiña madrileña y hasta a hacer carreras de cochecitos motorizados por el centro de Madrid.  Y claro, la envidia de verlos a todos motorizados le corroe, el quiere volver a tener amigos, a salir con ellos y encargará el dichoso cochecito, a espaldas de su familia que son su hijo Carlos ( Pedro Porcel), procurador que mantiene a toda la familia y a un pasante, Jose Luis López Vázquez con pelo que es el novio de la nieta de Don Anselmo, interpretada por una jovencísima Chus Lampreave.

   Para conseguir el preciado motocarro, fingirá una invalidez que el médico familiar enseguida detecta falsa y el follón con su familia se acrecentará. Al final tomará el camino del medio para conseguir el dinero robando a su propia familia, incluso empeñando las joyas de su difunta mujer que son herencia de su hijo cometiendo así un flagrante delito. Desesperado tras ser descubierto y viendo que pierde el cochecito decide tomar medidas mucho más drásticas.

   La película se podría calificar de comedia dramática con elementos propios de los guiones de Azcona: el esperpento, el cine negro, la ironía, elementos surrealistas. Todo ello dentro de un cine quasi neorrealista. Escenas memorables, como ocurre con Azcona, en el bufete donde Don Anselmo trata con naturalidad a un individuo que va a consulta por abuso de poder. Como siempre en época franquista tuvo que salvar, !!y de que forma¡¡ a la censura porque en realidad bajo la apariencia de comedia ( que lo es) se esconde una dura crítica social a la España de los 60, un país todavía atrasado económica y socialmente. El mundo de los discapacitados y su difícil integración socio-laboral, la pillería y el engaño como forma de subsistencia, la marginación y exclusión social de amplias capas de la población, el apartamiento de los ancianos como  personas que estorban por su dependencia económica ( recordemos el escaso nivel de las pensiones), la falta de comunicación con ellos y la indiferencia. El infantilismo de la senectud, el desprecio a los diminuídos psíquicos, el trabajo infantil ( nada menos que en un cementerio),etc.

   A pesar de todo ello el film quiere hacernos pasar un buen rato, sacarnos una sonrisa por las situaciones ridículas y esperpénticas a las que la sociedad propende, las miserias del ser humano, en definitiva. Y a fe que lo consigue. Sin ser una película que permita la sonrisa contínua, por su densa negrura intrínseca ( no falta como siempre en Azcona y Ferreri el humor negro) si que es simpática y divertida. La escena del cementerio, cuando van en cochecito a La Almudena ( precioso el plano de la fachada modernista del camposanto) y cómo dejan unas flores a sus seres queridos y ya aventuran que les robarán las flores es deliciosa.

  La música de Miguel Asins Arbós que ya participa en "El verdugo", la obra maestra de Berlanga-Azcona, nos introduce en una mezcla de populismo y situaciones raras, extrañas, muy propias de la temática del film. La fotografía de Juan Julio Baena dispone planos largos y distantes que propician un alejamiento de los personajes hacia el espectador, junto con planos cortos que acercan el drama en las caras de los protagonistas. Muchos planos exteriores de Madrid que ofrecen un aspecto casi documental de aquella ciudad que fue.


    El trabajo de los protagonistas es excepcional, especialmente el de José Isbert ( "Americanos, os recibimos con alegría") que borda un personaje lleno de matices, es el cascarrabias pero también el viejo verde, el enfermo imaginario y hasta el olvidado y apartado viejo que nadie quiere ya seguir sosteniendo ni escuchando. Es ese Isbert, el actor que logró crear un estereotipo de abuelete, entre picarón y entrañable, que ha devenido en necesariamente carismático. El resto de actores también brillan a gran altura, aunque unos escalones por debajo del genio manchego. Atención a una María Jesús ( después Chus a secas) Lampreave, en un papel casi testimonial. Como anécdota dos frailes que visitan el bufete del hijo de Don Anselmo y que son el propio Azcona y Saura, el director.

   Una película imprescindible en la Historia del cine Español, premio de la crítica en el festival de Venecia y que, junto a la también obligada de El pisito, marcan la etapa española del director italiano Marco Ferreri. 
  

 

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