martes, 2 de julio de 2013

CHOCOLAT (2000)


      Dulce parábola del buen rollo, chocolate en vena para cambiar el mundo que nos rodea. Esta película no puede disgustar a nadie, salvo a gente muy puntillosa o  conservadora que crea que las cosas siempre deben ser como ellos creen. A través de una sencilla chocolatería Vianne ( Juliette Binoche) va a remover las conciencias de un anquilosado pueblecito de la Francia profunda en los años 50 del siglo XX. 
En ese pueblo, Lansquenet, se concentran todos los tópicos de la carcundia: el alcalde es un noble que controla la moral de sus vecinos, es un ultracatólico y a través de la iglesia escribe los sermones del joven e inexperto párroco  dirigiendo sus críticas contra todo aquello que altere la tradicional moral. Paradójicamente, su mujer lo ha abandonado pero él dice que está de viaje. Está también el venerable anciano con su perrito enamorado de una bella viejecita que guarda luto por su marido muerto en servicio en la Primera Guerra Mundial. Encontramos a una mujer maltratada que se libera con una poco disimulada cleptomanía. Bien pues todo este mundo singular y típico va a cambiar para siempre con el viento del norte, ese que arrastra a Vianne y su hija Anouk.

   Y va a cambiar en plena pascua, cuando las normas estrictas del buen cristiano debe guardar ayuno en todos los sentidos. Ella introduce a través de sus dulces de chocolate todo un mundo desconocido para esa arquetípica sociedad, un mundo de nueva sexualidad y formas de vida más liberales que provocará el escándalo de los sectores más conservadores de la población aunque un espíritu de rebeldía ante la opresión también se despierte en el ánimo de muchos de ellos, los de espíritu más abierto.

   El alcalde ( Alfred Molina) representa lo viejo y antiguo, con la estatua de su antepasado de sangre azul presidiendo la plaza mayor. Ahí, delante de lo viejo, surge lo nuevo, la chocolatería de Vianne, el futuro, el porvenir que ataca los cimientos de lo arcaico. La chocolatera además de guapa y amable, muy enrollada, sabe ganarse a la gente, sabe percibir la necesidad de cada cliente. Sería una excelente relaciones públicas. Su problema ( y por ende el de su hija) es que su origen es legendario, casi mitológico, relacionado con el cacao en el mundo maya ( de ahí el nombre de la chocolatería) la lleva de pueblo en pueblo cuando el viento del norte sopla con fuerza. Pero en este pueblo echará raíces que le serán muy difícil arrancar. No solo por la aparición de un fugaz Jonny Deep que enamora con su estética hippie y su guitarra al viento y que hará que se centre más en sus propios sentimientos sino su propia hija, cansada de vagar errabunda por la vida. Y un hecho definitivo que le hará plantearse si su existencia tiene que estar ligada a la de su madre a la que lleva siempre consigo.
Caroline ( Carrie Ann-Moss) es la secretaria del alcalde, le sigue en sus ideas porque está enamorada de él. Ve con malos ojos que su madre, Armande ( Judi Dench), una anciana enferma y que va por libre, alquile el local a Vianne. Y también es una madre controladora de su hijo al que impide acercarse a su abuela aunque la dulce chocolatera logrará solventar todos estos problemas, como tantos otros.



    Lo cierto es que Binoche acapara la mayor parte de la atención con su papel de Vianne, la chocolatera, llevando todo el peso interpretativo de la narración pero las actuaciones del resto del elenco son magníficas, tanto Alfred Molina como el conde de Reynaud y Carrie Ann-Moss en el papel de Caroline  hacen un trabajo magnífico. Dejamos a parte a la gran Judi Dench que es Armande madre de la anterior y casera de la chocolatería. Borda como siempre un personaje hecho a su medida, dulce y triste al mismo tiempo, pero decisivo a la postre. Deep es casi testimonial como comentábamos y Leslie Caron como madame Audel es la bellísima anciana que enamora a su particular romeo.
  
     Lasse Hallström continua con este film su exitosa carrera cinematográfica en la que rara vez defrauda, como sucede con Chocolat. La música de Rachel Portman es deliciosa y muy vivaz, resulta inconfundible. Creo que Chocolat resulta una dulce utopía mágica, que nos derrite el corazón con su ternura y sensibilidad.

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