
Interesante retrato del afamado y genial escritor británico Oscar Wilde, en una Inglaterra prejuiciosa, de moral pacata y conservadora, en la etapa victoriana que dió con sus huesos en la cárcel por sus relaciones homosexuales tras un juicio que sirvió de escarnio público para él y su familia heterosexual y que lo condujo a un estado de postración física e intelectual que pagó muy caro en su propia salud, que no en su labor creativa que continuó tan lúcida como siempre.
La historia está muy bien trazada, cronológica y sentimentalmente porque, en el fondo, es una historia de amor. Un amor desbordante que Wilde sentía por la vida sin más, por el amor, por la naturaleza, por su familia e hijos y por su amante Alfred Douglas ( Jude Law) en el que cree descubrir la belleza pura y auténtica, un ser al que jamás dejó de querer a pesar de su alejamiento de dos años en la cárcel.
Vemos durante la película a un Oscar Wilde desbordante: ocurrente, inteligente en casi todo lo que decía y hacía. Incluso en su peculiar relación con el padre de su amante, el marqués de Queensberry ( Tom Wilikinson) que lo denunciará por sodomía. Sin embargo él no perderá nunca la calma, será un auténtico gentelman inglés, intentando dialogar con él y evitar el escándalo por evitar sufrimiento a su mujer y su familia.

La ambientación está muy lograda y detallada, consiguiendo el director un buen conjunto visual que nos cautiva. El ritmo de la película es pausado pero no se hace tedioso en ningún momento. Las imágnes del sufrimiento y trabajos forzados de Wilde en prisión son conmovedoras y nos hacen reflexionar sobre la injusticia y la discriminación en una sociedad supuestamente avanzada.

Un biopic del escritor británico que resulta interesante y tremendamente conmovedor. Un gran documento para entender una sociedad conservadora y plagada de prejuicios. Y un precioso retrato del amor y del desamor. Recomendable.
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