miércoles, 25 de septiembre de 2013

HABITACIÓN EN ROMA (2010)

  Vuelta de tuerca en el barroquismo del imaginario de Médem, pero en parte fallida vuelta en esta ocasión.  Ese mundo tan especial y, en ocasiones, caótico del director vasco queda aquí reducido y encorsetado en una habitación de hotel.  En esta ocasión para mayor gloria de las dos intérpretes de este diálogo lesbiano: Elena Anaya (Alba) y Natasha Yarovenko (Natasha). El argumento de la película permite a Médem rodar una buscada instrospección y alcanza a rozar un sentimiento humano puro de amor, sexual y sensual, erótico y emotivo. Logrará una atmósfera repleta de erotismo dentro de la pequeña estancia. Ambas irán reconociendo, poco a poco, que algo más que una simple amistad les une. A pesar de sus diferencias culturales, físicas y geográficas crecerá un sentimiento que acabará por derrotar las barreras mentales de ambas. Serán amigas, amantes y cómplices: relatarán sus vidas y compromisos, reconocerán sus amores previos, pretendidamente sólidos que acabarán derribados.
 
  Dos personas que se cruzan por azar en la vida, además, en la bella ciudad italiana y marchan por una estrecha calle romana, Via dei coronari, sin saber todavía lo que les depara la noche. Alba invita a su nueva amiga a subir a su habitación. Ella, carente de experiencias lésbicas, acaba aceptando. En la fachada del hotel de Alba tenemos tres astas de banderas. Dos están ocupadas pero una permanece vacía, como símbolo de lo que puede deparales su encuentro. Pronto comienzan a descubrir en la habitación del lujoso hotel que tienen algo más en común que el sexo. Son dos mujeres que Médem nos muestra insistentemente desnudas pero con una complicidad que va más allá de los simples convencionalismos en estos casos. Se produce una interconexión emocional entre ellas que dará paso a una romántica noche que no querrán que finalice nunca y que, después de despuntar el alba deberán abandonar para no volver a verse jamás, ¿o quizás no?. Especial atención muestra el director en la decoración de la habitación que es casi tan protagonista como el duo de actrices principales: los cuadros, esas pinturas renacentistas que Natasha conoce de memoria y el eterno cupido que desde el techo está siempre presente de manera alegórica.

  

 Aparentemente parece que la historia no es que tenga mucho más que ofrecer en muchos aspectos y, profundizando un poco parece toda una reflexión quasi filosófica sobre el amor. Los diálogos tratan de avanzar en este camino pero se hacen monótonos, repetitivos, salpicados de las escenas puramente eróticas. Alba lleva la voz cantante en la cama y en una amistad que va creciendo con el metraje. Natasha, que juega con su identidad confundiendo a Alba con su verdadero ser, no se atreve a reconocer que se ha enamorado y que ya nada será como antes en su vida. Ella está prometida y se va a casar en breve, tiene una hermana gemela que anda por Roma investigando el renacimiento, además es tenista profesional. Aunque no llegamos a saber si es ella la tenista y su hermana la doctorando en historia del arte o al revés. Las dos se divierten( juntas, en la ducha, cantan "volare")  y se aman pero en la cama quien demuestra mayor ímpetu y dominio de la situación es Alba que mantiene una relación con otra mujer en su país y que ha sufrido la pérdida traumática de un hijo. En realidad ambas tienen mucho que contarse: ambas han sufrido. Y entoces la película deja de ser puro sexo, dos tías en bolas, todo el rato desnudas y achuchándose ferozmente y empieza a ser la historia de ambas, sus miserias y logros en la vida. 

 
     Decía que la historia no era muy original. No en vano Médem se ha basado en otra película. Habitacíon en Roma es una secuela de "En la cama" de Matías Bize y además no podemos obviar las influencias de El último tango en París. Es esto lo que nos aleja del Médem puro y auténtico que parece ausente en este film. El desarrollo de la historia se llega a hacer tedioso, algo desconocido en el director español. Parece no avanzar, como si la noche no llegara a su fin. Diálogos breves interrumpidos por sexo lésbico a raudales. Interrupciones para ver el ordenador, google maps para visualizar sus respectivos hogares.  El amor y la muerte como símbolo ya que  ambas han conocido la tragedia está tan solo apuntado en el guión. Y, por el contrario, hay momentos supuestamente cómicos que podrían ser prescindibles, como el karaoke o el juego sexual con una botella.

  
  La interrupción nefasta del camarero que rompe esa ilusión de dos únicos intérpretes a lo largo del metraje, un camarero italiano predispuesto a todo que llega a proponer un trío. Verdaderamente absurdo lo de este personaje, prescindible por completo. Lo mejor llegará con el final, que emociona en unos momentos en los que, despuntando el alba, en esa Roma milenaria, con el cielo romano que verdaderamente parece el paraíso, las dos amantes llegan al máximo de compenetración unidas piel con piel en una bañera en la que dan vueltas sin parar. El desayuno bajo la tenue luz romana es lo que da cierto sentido a la película, esa compenetración de dos almas que saben que tenían que encontrarse en algún lugar del universo porque estaban hechas la una para la otra.

  En cuanto al duo protagonista hay que señalar que están ambas correctas, Elena Anaya mucho mejor, con más seguridad en lo que está haciendo, convincente en su papel de lesbiana. Yarovenko mucho más floja, a veces forzada. Al margen de ellas, una fugaz  aparación en un video de Nawja Nimri, que no se puede siquiera comentar y el desafortunado camarero italiano cierran el elenco protagonista.  Quizás lo más desconcertante es que, al estar rodada en inglés, el doblaje resta naturalidad a las interpretaciones.

La banda sonora es magnífica con temas excelentes de Russian Red ( la maravillosa Loveng strangers) y esos temas barrocos y cadenciosos, cual arias de ópera de Jocelyn Pook que se van repitiendo en los momentos más románticos y singnificativos quizás demasiado machaconamente.

   Técnicamente la película está muy bien realizada, como siempre sucede con Julio Médem aunque en mi opinión abusa de primeros planos y busca perspectivas inverosímiles en esa oscura habitación, planos cenitales que ayudan a forzar la tensión dramática. Utiliza magistralmente el travelling ascendiendo y descendiendo desde la calle hasta el interior. Sin embargo no creo que dentro de su filmografía acabe ocupando un lugar destacado este film. Quizás una oportunidad perdida, como ese final incierto, esa bandera en el asta de la esperanza, un final ciertamente increscendo, lo mejor de la película.

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