martes, 6 de agosto de 2013

Cómo matar al perro de tu vecino (2002)

 

  Cómo matar al perro de tu vecino, como no podía ser de otra manera con ese título, es una comedia costumbrista, algo amanerada y cursi pero con un muy buen guión y magníficas interpretaciones que hacen de esta parodia de un escritor de teatro en decadencia que se ve inmerso en una enorme crisis de insomnio por culpa del perro de un vecino un brillante producto que consigue hacernos pasar una agradable hora y media disfrutando en muchas escenas de momentos hilarantes, muy divertidos. Todo en ella es delirante: recuerda un poco a esas comedias alocadas de un woody allen en apuros que toma caminos erróneos que parecen no conducir a ninguna parte pero que adquieren todo su sentido al final. También recuerda a ese magnífico humor inglés, siendo una producción norteamericana.

   Es un humor inteligente  aunque podía haber llegado más lejos si hubiese arriesgado un poco más porque en muchas de sus escenas acaba resultando convencional. Pero no nos adelantemos. La historia nos cuenta la vida marital de Peter y Melanie McGowen, unos acertadísmos Kenneth Brannagh y  Robin Wright. Él, como decía, dramaturgo de éxito en los 80 pero de fracaso en fracaso en los 90. Está inmerso en una nueva obra que le trae por el camino de la amargura. Ella es una bellísima profesora de danza que vive obsesionada con ser madre. La verdad es que Peter no está muy por la labor pero periódicamente acuden al ginecólogo con la esperanza de que el embarazo se haya producido. Bueno, más bien ella que él, que no se ve, ya cuarentón, cuidando a un niño: ello podría laminar su creatividad artística. Hay que tener en cuenta que tiene que cuidar de su suegra que está en estado de demencia casi irreversible.

    Brannagh es el personaje central de todo el largometraje, es un tipo culto y refinado que se exhaspera con la vulgaridad y mediocridad del común de los mortales. Además ha dado con unos actores muy malos que no saben entender el texto que les ha ofrecido. Tampoco el productor de la función lo comprende muy bien y, entre todos, le obligan a cambiar páginas completas de su obra. Cómo está en crisis y en baja forma se plega a tamaño despropósito pero en su vida corriente está irascible e insoportable. No aguanta a nada ni a nadie y para colmo, una noche, escucha los ladridos insistentes de un perro de su vecino y el insomnio se apodera de él. 

    En realidad, como dice en una entrevista que acaba como el rosario de la aurora, "yo tan solo padezco insomio 4 veces al año....y dura tres meses". Ese tipo de frases son las que dan fuste a esta comedia. En todo momento su pareja, Melanie es dulce y ejerce una acción calmante en él, aunque esté cercano a la desesperación.  La situación se va complicando, como suele suceder en estas comedias de enredo: un ladrón que se hace llamar Peter McGowen amenaza la apacible urbanización angelina. Pronto Peter, insomne perdido, saldrá a pasear y se encontrará con el energúmeno, que en realidad es un paranoico seguidor del escritor. Juntos pasaran las noches con unas divertidas conversaciones de por medio. Una escena memorable es cuando la policía detiene al verdadero Peter pensando que es el ladrón.

   Entrará en acción una familia que se traslada enfrente de los McGowen. Se trata de una madre divorciada con su hija tullida. La madre admira al escritor y la niña parece un poco repelente. Sin embargo, este pequeño diablo con una discapacidad en una pierna, será la clave de bóveda del desenlace final de la historia. Al  principio Peter detesta que su mujer haga de canguro con la niña   pero poco a poco irá cogiéndole cariño. No en vano le da unas ideas fabulosas que apunta mecánicamente en un pequeño bloc y que después trasladará a su obra. La niña despierta en él todo el instinto parternal que jamás tuvo y generará las escenas más emotivas del film.

     El guión como señalaba anteriormente es certero, con grandes muestras de brillantez que dulcifican el camino al espectador. Aunque tiene aspectos de comedia al uso, supera el nivel de esas películas  ñoñas de una tarde de domingo. Maravillan todas esas conversaciones, es un humor inteligente muy por encima de las mediocres comedias convencionales. Cuando le preguntan si le gusta fumar (porqué fuma compulsivamente) asevera: "no me gusta el tabaco, pero pero me ayuda a escribir". Todas estas situaciones rocambolescas, como en el caso de sus escapadas nocturnas con su fan- fanático, sus problemas con la próstata y la dolorosa  revisión de la misma, sus disputas acaloradas por asuntos triviales y otras situaciones más, en especial su relación con la niña, Amy ( Suzi Hofrichter) convierten esta película en una agradable velada. 

   A destacar el papel de Kenneth Brannagh que demuestra que no solo es capaz de hacer espléndidos papeles dramáticos, shakespearianos o de cualquier otra clase, sino de adentrarse en una comedia ligera, en un papel que no está hecho precisamente para este tipo de actor. También Robin Wright está fantástica, en un momento excepcional de su ascendente carrera cinematográfica que después la condujo a papeles de mayor importancia. Es la mujer dulce, comprensiva y, a la vez, de gran caracter y personalidad. Esta pareja demuestra química y dan ese frescor casi de comedia inglesa aunque sea norteamericana, una película que pasó casi desapercibida y que merece la pena recuperar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario