Nota: El comentario contiene spoilers*
La
vida de Adèle nos muestra una verdad cortante, seca y violenta: la del amor sin
tregua, apasionado, sin dulcificaciones innecesarias. Se trata de una historia
de amor y desamor entre dos mujeres excepcionales y opuestas entre sí. Una
pequeña gran joya del
último cine francés que va a perdurar en la memoria de muchos cinéfilos,
repleta de momentos de una ternura memorable, realistas y bellos, al fin y al
cabo. Adéle
(Adèle Exarchopoulos) es una jovencita de apenas 15 que no ha acabado el
instituto. Vemos que sus primeros escarceos sexuales rebosan dramatismo, su
identidad sexual no está del todo definida, sus relaciones con los chicos son
problemáticas. La sociedad, con su familia a la cabeza, la incitan a
llevar una vida convencional, a salir con chicos. De esta manera mantiene
su primera relación sexual. Sus amigas, verdaderas vívoras, la jalean, son
soeces y vulgares, no son buenas estudiantes, se preocupan por lo mundano y
superficial. Adèle es diferente, su mundo interior es opuesto al de la mediocridad
anodina de una adolescencia prefabricada. Por un tiempo sigue el juego pero
pronto entrará alguien en su vida, alguien que la arrollará emocionalmente, con
la que descubrirá lo que es el amor sin concesiones.
Una noche
decide salir con un compañero de clase que
es homosexual visitando alguno de los garitos de ambiente de la ciudad. Allí
conoce a Emma (Léa Seydoux), una chica más mayor que ella, licenciada en bellas
artes y con una personalidad fuerte y arrebatadora. Desde el comienzo hay una
fuerte atracción amorosa entre ambas. El amor infinito entre dos personas, la lealtad,
la belleza del sexo puro entre dos mujeres diferentes pero con almas gemelas,
la seguridad que ofrece Emma, con su madurez, a Adèle son de una ternura
encomiable. Pero la homosexualidad, todavía más si es entre
mujeres, sigue siendo un tabú social por mucho que en la moderna Francia ( y en
otras sociedades occidentales) se haya aprobado el matrimonio entre personas
del mismo sexo. Vemos a lo largo del metraje las enormes dificultades que
el mundo interpone entre las amantes. La mentira a la familia se torna
necesaria para sostener algo que sigue siendo visto como antinatural, el miedo
a decir la verdad está patente en todo momento, con sus compañeras de clase y después con la
sociedad en su conjunto.
Pero esta es una historia de lucha, de superación ante todas esas
adversidades para demostrar simple y llanamente que lo más puro que un ser
humano puede ofrecer a otro, su amor, no puede ser cercenado por los
convencionalismos de cada época. Y ese amor tierno y romántico se ve reflejado
en el sexo, del que la película no huye sino que se nos muestra descarnado,
duro y real, en especial en una interminable escena lésbica en dónde observamos
la sublimación pura del deseo sexual, en dónde las dos amantes se convierten en
un solo ser capaz de arribar al éxtasis irremediable del amor. En ese momento
Adèle descubre que jamás será la misma porque ha encontrado su punto de
llegada, ha descubierto su verdadera identidad sexual y que esta se puede
desarrollar en plenitud con el ser amado.
Vemos como la relación se comienza a agrietar en lo que podríamos
destacar como la segunda parte de la película, la rutina, las nuevas
relaciones, la vida las va separando poco a poco hasta la fractura
irremediable. El espectador sufre con el sufrimiento de unas personas a las que
había creído predestinadas para amarse eternamente. Nuevamente la película no
escatima en detalles sobre ese desamor: la violencia a la que ambas llegan se
nos muestra con total realismo. Adèle se siente desamparada y confundida, queda hundida, como quedaríamos
todos tras una ruptura tan dolorosa, intenta recuperar a Emma pero su vida, sin
ella percatarse, ya es otra vida que discurre por otros caminos y diverge por
completo de la de su amante.
El guión, francamente bueno, mantiene una estructura lineal en el tiempo, sin
flashbacks, a lo largo de un par de años
durante los cuales se avanza más o menos rápido en función de esas dos partes
de la que hablábamos y no escatima en dramatismo y crudo realismo, con escenas
de una gran dureza. A nivel técnico la cámara nos ofrece continuos
primeros planos que remiten a la inmanencia de Adèle,vemos por sus ojos, vemos
sus ojos, vemos constantemente sus movimientos, su vida, su cuerpo y su cara,
hasta los más mínimos detalles, sin trampa ni cartón, con un realismo
abrumador.
La
fotografía es magnífica, tanto en interiores, en ocasiones con muy poca luz,
como en los exteriores luminosos de las calles y parques de la ciudad. Por otro
en su interpretación, las dos protagonistas realizan una labor magnífica pese a
su juventud, aunque quizás la labor de la protagonista principal peque de bisoñez y rigidez en muchas de las
escenas, lo que denota su falta de experiencia. En definitiva una película que sorprenderá por su realismo en las escenas
sexuales y que brillará con luz propia dentro del nuevo cine francés por su
belleza. A nadie dejará indiferente y despertará amor y odio a partes iguales,
lo que suele ser indicio de que estamos ante una gran obra, a pesar de su largo
metraje y la lentitud y parsimonia, casi pictórica, con la que transcurre gran
parte de la película.
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