viernes, 8 de noviembre de 2013

SLUMDOG MILLONAIRE (2008)

  Cinta de denuncias sociales a raudales que deja al espectador bastante incómodo con lo que ve aunque con la sensación de haber visto algo grotesco, demasiado real para ser verdad. Después de verla, tanta fama como tenía, puedemos decir que es un trabajo solamente interesante de Danny Boyle, que no es decir mucho para una película con esa sobredosis de premios en vena (ocho Óscars de la Academia). Pero siendo valiosa, no es para tanto.  Es más bien un docudrama de la India y sus miserias. Vale que es una constatación de los dramas sociales de los suburbios de los países que antiguamente se denominaban como "en vías de desarrollo", en concreto de India y de Bombay o Mumbai, como se dice ahora. Y también de acuerdo con que el cine debe de ser comprometido y denunciar los abusos de un capitalismo que es todavía más salvaje en los países pobres, de un sistema político que hace la vista gorda con las mafias y la injusticia y que permite unas desigualdades sociales entre multimillonarios y miserables de unas proporciones colosales. Todo eso está muy bien reflejado en Slumdog Millonaire pero insisto, no es para tanto. Me explico.

  La historia se entreteje de una manera un tanto inverosímil. Todo surge a partir de  un famoso programa de televisión, que en España se llamó ¿Quiere ser millonario?. Sí, ese del comodín de la llamada y del público en el que contestando correctamente a unas cuantas preguntas, cada vez  más enrevesadas y difíciles, puede uno llegar a ganar un milloncete de euros. En este caso, rupias. Pues nos encontramos a un muchacho que se dedica a llevar el té a sus jefes de un centro de telecomunicaciones donde se explota al personal ( primera denuncia social). No se sabe muy bien como el muchacho, Jamal Malik (Dev Patel) consigue concursar y, de manera sorprendente, comienza a acertar una pregunta tras otra. La productora se pone nerviosa y cuando se produce un receso de un día en la grabación del programa la policía lo detiente y lo maltrata ( segunda denuncia social). Piensan que tiene un micrófono o que hace trampas.

    Un detective de la policía local le aprieta tanto que Jamal no tiene más remedio que decir la verdad: no hay trampa ni cartón, efectivamente él sabe las respuestas. Sin embargo, y ahí está el meollo de la cinta, no es por sabiduría, por estudios o por un interés innato en la cultura o en la actualidad, sino por puro azar. El azar terrible de tener que vivir situaciones de enorme dramatismo, vejaciones, accidentes, torturas y un sinfín de situaciones que no puede dejar de olvidar. En esas escenas, el niño, el adolescente, el muchacho observa cosas que le dan las respuestas a las preguntas del programa. Y es de esta manera como descubrimos, poco a poco, pregunta a pregunta, la triste vida, la miseria moral de un país con un crecimiento económico descomunal pero a costa de consentir los malos tratos, la miseria chabolista, ese Slum que el título señala, esos nuevos parias chabolistas. Es un conjunto de sufrimientos que sería demasiado prolijo de relatar pero podemos decir que Jamal y su hermano malviven y sufren explotación infantil, sobreviven en chabolas infectas, son reclutados en las calles en las que sobreviven robando, cual pilluelos, por una mafia terrorífica de la que logran escapar acabando en el Taj Majal engañando turistas. En esta secuencia suge una nueva crítica de Boyle, al turismo desmesurado que solo ve lo que quiere ver, que disfruta de la magnificencia de los monumentos y ve con parsimonia todo el hálito de miseria que se desarrolla alrededor (tercera denuncia social).

   Por otro lado tenemos la historia de amor del niño Jamal y Latika (Freida Pinto), su temprana separación en la huida de los hermanos de esa mafia infecta y torturadora y su posterior reencuentro, ya de mayores, cuando Jamal la encuentra como esclava del jefe de la mafia (cuarta denuncia social). Una argumento demasiado previsible y no muy emocionante. Es de esperar todo lo que va a suceder aunque Boyle trate de hacerlo atractivo con la historia de las preguntas y los consiguientes flashbacks a una realidad todavía peor que la deplorable actualidad de esa India trincona y desarrollista a toda costa, con esos lumpenes de miseria, con esos Slums de vergüenza. Nada que no supiéramos. Pero se pasa de frenada con la crueldad, los personajes son demasiado sádicos, desde esa mafia que deja ciegos a los niños para ponerlos a pedir en el metro hasta esa policía que se hicha a golpear a los niños. Un exceso de Danny.

  En lo que si acierta y mucho la película es en ser reflejo de la crueldad con que los medios de comunicación manipulan en sus programas ( quinta crítica social), especialmente en los concursos, algo magníficamente apuntado en la magnífica "Quiz Show". Desde que vemos al presentador del concurso ( el Sobera hindú) sabemos que no le está sentando nada bien que un mequetrefe se lleve el premio gordo, se nota en su rostro y hasta en su humor ácido que no hace nada de gracia. Después hasta intentará engañar al chaval de manera deplorable aunque no conseguirá su vil propósito. Es esta una de las  partes más destacadas del guión. 

Técnicamente Boyle realiza una labor un tanto deslabazada, mueve en exceso la cámar y ofrece planos generales de los barrios, contrapicados y picados. Resulta un tanto caótica su dirección, como poco pensada, asemejando en ocasiones un docudrama social o en ocasiones diríamos que a la estética de un videoclip. En cuanto a los actores, verdaderamente prodigiosos los niños, interpretando escenas de gran complejidad y dramatismo, muy duras y muy bien resueltas. Los adultos ya dejan mucho más que desear, por no hablar del final a lo Bollywood, lamentable. Por tanto lo que tenemos es una película entretenida que sobrecoje en buena parte de su metraje pero que ha sido demasiado sobrevalorada y que pierde fuerza con el tiempo, con la pérdida de novedad que arrojó su estreno. Lo positivo que debemos extraer de esta producción británica es la evidencia de la maldad, inherente al ser humano, desde la cuna hasta la tumba, aunque era algo que ya sabíamos. En eso acierta la película: es un magnífico documental de las injusticias, de las diferencias de casta y de clase social y un acicate para seguir en la lucha, una lucha que jamás terminará. 

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