Obra maestra de ese subgénero que es el drama carcelario, Papillon es una magnífica película de denuncia de las condiciones inhumanas del presidio francés de su Guayana americana en la primera mitad del siglo XX, antes de la Segunda Guerra Mundial, cuando avergonzados por la situación inhumana que se vivía al otro lado del atlántico, decidieron su supresión. Un canto, asímismo, a la amistad, al sacrificio en favor de otra persona en un entorno envilecido por una brutalidad que atentaba contra la vida humana. Basada en la novela autobiográfica de Henry Charrière, Papillon (mariposa en Francés) es un hombre condenado a cadena perpetua por asesinato, un crimen que no ha cometido. Todos le llaman así por la mariposa que lleva tatuada en el pecho. En el buque-cárcel de camino hacia el penal americano conoce a Louis Dega, condenado por haberse hecho enormemente rico falsificando bonos del estado. Enterado de su situación Papillon se acerca a él y le propone darle su protección a cambio de que este le entregue como recompensa el suficiente dinero como para comprar una barcaza con la que escapar hacia américa central y ya desde allí regresar a Francia. Tras un incidente provocado por el propio Papillon, Dega queda absolutamente aterrorizado y busca la ayuda protectora del protagonista principal de esta historia.
Tras arribar a la colonia francesa podemos comenzar a observar lo inhumano del trato que se da a los presos. Incluso descubrimos con pavor como se condena a muerte por guillotina a aquel preso que ose escapar con reiteración o cometa algún delito de sangre (todavía se usaba la guillotina en los dominos franceses). Los presos se verán sometidos a trabajos forzosos, sucumbiendo muchos de ellos por la dureza del régimen. Cuándo uno trate de huir del horror será condenado a pasar dos años de aislamiento en una celda minúscula, sin poder siquiera salir a caminar. Si después de este terrible castigo tratase de fugarse por segunda vez estaría recluído en el pequeño cubículo 5 años, asilado del resto de presos. También vemos cómo muchos de los que alcanzan la libertad quedan sin embargo unidos como por un cordon umbilical invisible al sistema que los ha maltratado, convirtiéndose en cómplices de ese régimen carcelario totalitario de la Guayana, cazando hombres, aquellos que se atrevieran a buscar una libertad que se les ha escapado de las manos por sus errores.
Pero Papillon va mucho más allá. Después de fracasar en su primera huida es conducido a la reclusión, a esa celda en la que estará dos años. Solo cada cierto tiempo pueden sacar la cabeza por un agujero para que les desparasiten y les corten el pelo. Las celdas no tienen techo, sino que están formadas por barrotes longitudinales, siendo vigilados desde arriba por guardias que patrullan por un camino elevado. El rancho con el que les obsequian a través de un agujero es deplorable. Pasado el tiempo y de manera sorpresiva Papillon comienza a recibir un extra en su alimentación consistente en trozos de coco, lo cual mejora ostensiblemente su alimentación. Recibe asimismo una nota de ánimo de Dega, que es el que ha sobornado a los carceleros. Pero desgraciadamente será descubierto por la superioridad, que le obliga a revelar el nombre de su cómplice, que correrá la misma suerte que él. Debe chivarse pero Papillon antepone su amistad sobre las crueles condiciones a lo que lo someten por no "cantar": queda en total penumbra y a mitad de ración. Sin luz y sin comida no doblega su ánimo y se pasa los dos años comiendo insectos y cucarachas para poder sobrevivir. Cuando finalmente sale del agujero, casi ciego tras dos años sin ver la luz, pasa a la enfermería desde la cual, inasiqueble al desaliento, planeará una nueva fuga después de los intentos de Dega para evitarla.
Dega, cuando ve aparecer a Papillon en una camilla, sabedor de su mutismo para salvarlo a él, se emociona, tratará de hacer lo posible por el, impele a sus abogados a ayudar a su amigo a que la pena se acorte y puedan salir. Después de apelar consigue que la pena quede reducida a 3 años, tres largos años tras los que serán definitivamente libres. Pero Papillon no puede esperar a lograr una libertad de la cual jamás debió de ser privado, intentará una nueva fuga que, en este caso, dará sus frutos. Logrará huir, esta vez acompañado de Dega que se une a la huída en el último momento y rompiéndose una pierna. Solo Papillon logrará internarse en la selva y escapar, descender a los infiernos en un poblado apestado por la lepra y llegar al paraíso junto a una tribu en la que encuentra un amor inocente y puro. Sin embargo será cazado finalmente y retornará a la prisión, pasando 5 largos años en el agujero.
El guión, basado en la novela citada de Charrièrre, que cuenta en primera persona sus penalidades en la Guayana, está magnificamente elaborado por el siempre genial Dalton Trumbo (represaliado por la caza de brujas de Mc Carthy), que firmó algunos de los mejores guiones de la historia del cine. En este caso consigue el doble objetivo que casi siempre trataba de lograr en sus guiones: la obra de denuncia de las injusticias y la oda a la amistad como valor supremo. Resulta una obra de denuncia soberbia, poniendo de relieve la contradicción que suponía este régimen de terror en un país adalid de los derechos humanos y la democracia.
El trabajo de Schaffner ha podido envejecer mal pero sigue siendo excepcional en buena parte de su metraje. Cierto es que hay un momento en el que la trama pierde fuerza, justo cuando Papillon ha logrado su libertad absoluta y vive apaciblemente en una especie de selvático paraíso. Pero no llega a decaer pese a que el metraje es muy largo. La fotografía a cargo de Fred J. Koenekamp que trabajó con el director en Patton logra las tonalidades adecuadas para cada escena, ya sea en interiores como en exteriores, desde la primera escena por las calles de una ciudad francesa en un día nuboso que anuncia el futuro de los presos pasando por la luz que exhala el mar extenso e indómito y azul o esa selva virgen, verde y tremendamente opaca.
La pareja protagonista nos ofrece dos lecciones de interpretación cada uno en su estilo, a saber: Steve McQuenn ( Papillon ) como protagonista principal vuelve a ser ese hombre duro, insobornable, honesto, sincero sufridor y luchador impenitente por la libertad y Dustin Hoffman ( Louis Dega) que continua por sus fueros creciendo como actor tras sus extraordinarias interpretaciones en películas como el graduado o Perros de Paja. Ambos son el soporte principal que eleva esta cinta a la categoría de obra inmortal. El resto del plantel raya a una gran altura pero a la sombra de McQueen-Hoffman, dos titanes de esta profesión.
La banda sonora no deja de ser también maravillosa, obra de Jerry Goldsmith, llena de matices y momentos de gran emotividad, con esa melodía de melancolía que resume magníficamente el espíritu de la película. La canción de Nicoletta Toi qui Regarde la Mer es extraordinaria, tanto la música como la letra y queda indeleble en nuestra memoria.
Nos encontramos por tanto ante una verdadera joya dentro del drama carcelario, con un final que resume muy bien el espíritu de la película, un final de una gran emotividad que nos sacará alguna que otra lagrimilla, donde vemos que la amistad puede llegar a ser lo más maravilloso de esta vida y su inevitable final una pérdida irreparable.
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