martes, 19 de noviembre de 2013

SILENCIO EN LA NIEVE (2011)

  Impactante escena inicial. Un buen número de caballos congelados en medio de un frío horripilante, que se palpa en la propia imagen y estremece. Estamos en las grandes llanuras de Europa Oriental en pleno inviero de 1943. Al menos, dicen los españoles, habrá comida para unos cuantos días. Magnífico entretenimiento el que nos ofrece Gerardo Herrero, director y realizador de cine, en esta película en la que la trama se ambienta en un contexto poco trabajado en el cine español contemporáneo: la Segunda Guerra Mundial y el papel de los españoles en ella a través de la División Azul. Además de contemplar un fresco bastante ilustrativo y realista de su misión en el frente ruso, apoyando al amigo Hitler, consigue atraparnos con una historia detectivesca, un buen thriller policíaco, casi un Holmes-Watson, protagonizado por Carmelo Gómez y Juan Diego Botto. La historia se centra en la aparición de un asesino en serie justo en el corazón de las tropas españolas, un asesino con alguna motivación presuntamente diabólica que deja escrito a navaja en los torsos de los que asesina una serie de frases. Entonces el soldado raso Arturo Andrade, que interpreta Juan Diego Botto es encargado por la superioridad de investigar y obtener resultados rápidos para tapar el asunto lo más rápido posible. No le pilla de imprevisto porque ya  había sido inspector de policía. Le ayuda el sargento Estrada, interpretado por Carmelo Gómez. Es curioso como se trastoca la cadena de mando y un soldado dirige a un sargento, una idea brillante del guión. 

    La cosa se complica cuando empiezan a encajar las piezas y unen esas frases, en las que se divide la propia película: Mira que te mira Dios, Mira que te está mirando, Mira que has de morir, mira que no sabes cuando. Alguien relacionado con algún tipo de rito masónico, algún quintacolumnista rojo que se ha infiltrado en el ejército azul de Franco, algún traidor o, quizás, alguien que persigue un objetivo. Con todas estas cartas y una espléndida y realista puesta en escena Herrero nos consigue transmitir esa sensación de agobio propia de un policíaco de nivel. La iluminación es muy certera y en todo momento, en los exteriores nevados, casi impraticables, la luz tenue del invierno, del durísimo invierno ruso y en los interiores sombríos, extraños, casi diabólicos aciertan a transmitir al cinéfilo esa sensación de desamparo y de tierra quemada, de pérdida de tiempo y hasta de hastío por la inutilidad de una misión suicida para la que muchos no estaban preparados. Esa luminosidad tan bien elegida para la fotografía de este film es otro gran acierto porque refleja unas sensaciones muy buscadas: miedo, angustia, drama, crimen, violencia.


    El guión también, como ya habíamos comentado, nos sumerge al fondo de un pozo de difícil salida, nos desconcierta la historia y no sabemos como en esa circunstancia tan deplorable, tan al filo de la navaja, los rusos prestos a llegar a ese lugar del frente, los bombardeos contínuos, esta historia puede salir a flote y a fe que lo consigue. No obstante la solución a la trama principal peca de ingenuidad lo cual no desmerece para nada el conjunto narrativo que hemos vivido. Otro gran acierto se encuentra en saber sacarnos de la cabeza el contexto general, es decir, no ver a estos dos individuos como dos fascistas que resuelven un crimen entre fascistas, sino que consigue abstraernos de ello y consigue representar valores positivos en los protagonistas, algo muy poco frecuente cuando se trata de poner el foco en el bando nazi. La guerra solo es el escenario y nada más.


  Los actores rozan un gran nivel, particularmente un actor que ha ido creciendo artísticamente en cada film que interpreta: un  Juan Diego Botto que consigue trasmutar una misión agria y fea en algo agradable, simpático para el espectador.  Carmelo Gómez también realiza una gran labor, fiel a su estilo duro y sobrio. El resto del reparto, en un segundo plano, brillan también en gereral es ese contexto duro y dramático, cruel en sí mismo. La música de Lucio Godoy reafirma ese contexto general de desesperación e inhumanidad tan propicio a una guerra de exterminio en el que los protagonistas saben que han sido enviados al matadero, aunque ese matadero sea un lugar de placer para los ideologizados fascistas españoles. Una película destacable de Gerardo Herrero, entretenida y que no decae salvo en algún momento muy puntual. Una historia fictícia que como ficción histórica funciona a pesar de algunos lastres que podremos observar a lo largo del metraje.

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