Gravity es todo un despliegue visual y efectista en una situación límite magníficamente narrada e interpretada, una maravilla del nuevo cine que dejará una huella indeleble en los próximos años. Aunque quizás peca de tecnicidad, pues está rodada para ser vista en tres dimensiones y supone un nuevo avance en este campo. En ese sentido es más una obra de innovación técnica que de novedad argumental. Y sin embargo, la historia acaba cautivando. Cuando los astronautas están anclados a la nave nodriza como si fueran fetos en la barriga de una madre, siendo el espacio vacío la placenta, el cordón umbilical que los une se rompe, un imprevisto accidente (reflexionemos: un satélite ruso que explosiona, ¿casualidad?) destroza la nave y, de paso, los deja flotando en el espacio interestelar, a la buena de Dios, sabedores de que la delgada línea que separa la vida de la muerte es minúscula.
Así comienza esta historia dramática, donde el espectador lo pasa mal y sufre con los avatares de la doctora Ryan Stone ( Sandra Bullock) que, siguiendo con el símil anterior, sobrevive sobre todas las cosas, a pesar de los duros avatares que le tocan vivir. Ella no tiene experiencia, es su primera misión espacial, pero está rodeada de todo un equipo de científicos y astronautas que la ayudan, en concreto Matt Kowalsky( George Clooney) la acompaña, enfundados en sus trajes, para reparar un imprevisto en el exterior de la nave. Pero entonces llega la onda expansiva, la basura que, a velocidad supersónica, amenaza con destruirlo todo. Ella queda separada, sale despedida, ha perdido la orientación y viaja hacia el abismo interestelar mientras observamos, con ella, como todo da vueltas a una velocidad enloquecida. A punto de morir encerrada en esa cárcel posiblemente de un ataque de pánico antes que de falta de gravedad, es rescatada in-extremis por su compañero pero cuando intentan regresar a la nave el desastre es total y absoluto, todo se ha ido a hacer puñetas y están solos, flotando a unos cuantos kilómetros del planeta azul. Deben actuar con rapidez pues el oxígeno dentro del envoltorio que los protege se va agotando, en especial el de la doctora que ha hiperventilado en su desventurada desconexión. Pronto deberán recorrer un largo camino para contactar con la estación espacial internacional.
Más allá de la película de ciencia-ficción nos abruma la historia de supervivencia, la soledad, el miedo, el drama, el recuerdo de la hija perdida, la agonía y la lucha titánica por vivir pero sí que hay que destacar que todo esto, que forma parte del guión, no es innovador. Es una buena historia que emociona y atrapa pero aquí lo que prima es lo estético sobre lo ético. Técnicamente sublime, Cuarón podemos decir que atrapa el espacio dentro de la película como pocas obras lo han hecho. Su dirección es segura y brillante, diríamos que de un gran virtuosismo, utilizando el plano secuencia con gran acierto al comienzo del film, un plano que se hace insportablemente interminable, como el resto, incluso en interiores y continúa con ese buen hacer que hace que la imagen sea extraordinariamente poderosa, de una potencia sin igual. Después de su inolvidable e impactante Hijos de los hombres, ha regresado por la puerta grande a la realización cinematográfica.
Todo ello sería imposible sin la labor de fotografía de Emmanuel Lubezki, fiel compañero de Cuarón que logra aquí, con unos medios tecnológicos desbordantes, una obra estética total, posiblemente la mejor imagen que en cine se haya dado del espacio exterior y del planeta tierra desde este, sin descuidar tampoco las calidades de la luz, una luminosidad pura que irradia en el rostro de la Bullock. La música de Steven Price, de una gran épica, actúa como un eco gravitatorio que envuelve ese espacio insonoro y apunta el dramatismo de una persona que se encuentra sola, en un vacío que no solo es extraterrestre sino existencial.
En cuanto a los protagonistas destaca la enorme presencia de Sandra Bullock, quizás su mejor interpretación, para la que tuvo que realizar una gran labor metódica y física que ha merecido sobradamente la pena. Clooney acompaña bien, está correcto como casi siempre y destacar además de las voces de la radio esa inmensidad que es el espacio exterior, auténtica metáfora del terror y del peligro acechando constantemente. Gravity marcará un antes y un después a nivel técnico y visual, como ya hemos comentado, será largamente recordada y no solo por sus óscars aunque no alcanzará jamás la profundidad y alcance de 2001, la obra maestra de Kubrick con la que se la ha querido comparar.
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