sábado, 7 de julio de 2012

Un Dios salvaje


     Una auténtica carnicería. Esto es lo que nos ofrece el genial Polanski en esta adaptación de la obra teatral de Yasmina Reza, rodada en europa pero ambientada en Nueva York. Cuatro  grandes actores, luchan en un reducido espacio escenográfico que llega a convertirse en una claustrofóbica estancia de la que parecen atrapados y sin posibilidad de salir. Hay algo magnético, inquietante, enigmático diría yo que les impide abandonar ese apartamento con vistas. Reminiscencias de la semilla del diablo por el tenso clima que se llega a respirar conforme avanza el metraje.
    Los protagonistas son dos matrimonios que se reúnen para dialogar sobre la pelea que han tenido sus hijos en el parque. Todo comienza de manera tranquila, pacífica. Las dos parejas se ponen de acuerdo en unos puntos básicos de entendimiento, llegando a la conclusión que uno de sus hijos agredió de manera salvaje al otro. Lo más interesante es cómo la tensión va creciendo y lo que al principio eran puntos en común poco a poco se transforma en desavenencias constantes hasta llegar a un completo desacuerdo.
    Polanski consigue en un reducido metraje trastocar la cara bienpensante de la sociedad, el mundo "civilizado", representado en ambos matrimonios, hasta descubrirnos unos personajes con sus miserias internas, demostrando la verdadera cara de la sociedad occidental, nuestros prejuicios, nuestras vergüenzas más ocultas.
    Cada personaje describe una trayectoria personal, individual que lo arrastra a mostrar su peor cara, alcohol incluído. Los cuatro acaban ebrios y en ese punto parece posible un nuevo pacto, un nuevo entendimiento que finalmente se frustra por las contradicciones de los propios individuos.  El matrimonio como institución también es destruido por Polanski- Reza saliendo a la luz los enormes problemas de pareja que arrastran ambas.
     Para finalizar, comentar que hay una tensión latente en todo lo que rodea a la habitación principal, los libros de arte que intentan dar una imagen más "intelectual" de lo que es del personaje de Jodie Foster, destruidos por el vómito irreflenable de Kate Winslet , las contínuas llamadas de la madre de  John C. Reilly ( que es en realidad una protagonista más de la película)  y  como no el jarrón con las flores, dónde acaba el móvil de Cristoph Waltz, esas flores amarillas que centran toda la escena principal y que anuncian la imposibilidad de un acuerdo. ( grancias Arantxa por tu aportación).



2 comentarios:

  1. No, gracias a ti por esta interesante disección de la película. Lo mío son tripas, lo tuyo una crítica "de verdad".

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  2. Con un poco de tiempo y dedicación pueden salir buenos textos. Gracias a ti por lo de las flores que realmente si que juegan un papel fundamental y son la única víctima mortal del enfrentamiento. Saludos.

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