domingo, 2 de marzo de 2014

GORDOS (2009)



 Tobogán emocional, película de subidas y bajadas, batiburrillo maravilloso de historias contrapuestas en las que prima lo sentimental, en el que Daniel Sánchez Arévalo nos sumerge en muchas películas, muchas tramas en las que prima la tragicomedia, con momentos de drama intenso y otros de comedia ligera. El punto en común de los protagonistas es una terapia grupal a la que acuden acomplejados por su obesidad.  A partir de ese momento comienza el baile de historias, el baile de gordos, a saber:  El gordo amargado, ex-presentador homosexual de teleprogramas que anuncia unas pastillas-milagro para adelgazar y que acaba preso de la bulimia y acude a pedir ayuda más por inercia que por otra cosa. Su vida es una mierda y, para colmo, su socio de toda la vida lo ha abandonado y es motivo de burlas y chanzas por doquier. La gorda joven y puritana acompañada de su novio ultracatólico que será sojuzgada durante demasiado tiempo. El gordo supuestamente feliz con mellizos que se odian eternamente. La joven gorda ejecutiva acomplejada porque su novio, de viaje en el extranjero, no conoce su actual volumen corporal. Y el terapeuta, de abdominales marcadas pero con un lío sentimental bastante gordo.


    Es cierto que las cinco historias están muy descompensadas entre sí, son como películas diferentes, con situaciones y subtramas de lo más diversas y por tanto el guión no deja de ser un constructo desigual, pero cada una de las historias tiene gancho, pegada y giros inesperados  aunque quizás se hagan demasiado explícitas en determinados momentos, en especial un exceso de corporalidad y de sexo, si bien el cine de Sánchez Arévalo es todo él así, excesivo, irreverente, irrespetuoso, trangresor.  Como ejemplo fantástico el cristo iluminado, fosforescente, preparado para afrontar el desnudo de sus vírgenes seguidores.


  Las interpretaciones están a un buen nivel tanto en el plano dramático como en el cómico, desde el histriónico Enrique un Antonio de la Torre magnífico como suele ser habitual, pasando por una inspiradísima Pilar Castro, en su papel de sufridora, Paula (Verónica Sánchez), bordando su faceta dramática, con el distanciamiento conyugal y los problemas que conlleva el embarazo para toda mujer, Abel (Roberto Enríquez) que está aceptable en su papel de terapeuta que parece tenerlo todo bajo control pero que poco a poco va destruyendo su propia existencia y hasta la joven Sofía (Leticia Herrero) dando muy bien en el papel de puritana que se soltará  el pelo, rebelándose contra su carca pareja, Álex (Raúl Arévalo) que domina a la perfección ese registro ultra puritano que sucumbe al pecado pero que se acaba por hacer insoportable la vida a los demás, papel por el que fue premiado con un goya. Finalmente Fernando Arbizu en el papel de Andrés, el gordo feliz que junto a Teté Delgado forman esa paranoica pareja que tienen unos hijos terribles, quizás la parte más simpática de todas. Finalmente, en esta película coral, destacar el personaje de Leonor (María Morales) que añade una nota muy lograda de acidez a todo el conjunto.

   Quizás el mayor logro de Gordos sea hilvanar en muchas historias  los traumas de unos seres acomplejados y conseguir lanzar el mensaje de la obsesión que la propia sociedad tiene sobre este tema, algo que raya ya en la paranoia colectiva y que desplaza a muchas personas a la marginalidad y el desprecio. El montaje también merece un comentario aparte, difícil empresa ante tantas historias que se entrecruzan entre sí,  por momentos nos abruma la cantidad de cambios y de saltos que la película va ofreciendo, acaba resultantdo excesivo, caótico, desbordante. Varias cosas  dan sentido a este sinsentido de filme y  lo elevan a la categoría de película altamente recomendable. No solo el guión y las actuaciones sino el trabajo de dirección que consigue dar coherencia a todo el conjunto. También la música de Pascal Gaigne, que destaca por su sencillez y profundidad, un compositor que se está labrando una buena fama en la música cinéfila.


   En definitiva una tragicomedia excesiva, irregular, paradójica e incluso entretenida que no nos dejará indiferentes, que nos conmoverá a iguales dosis de las que nos conseguirá crispar. 

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