domingo, 24 de noviembre de 2013

UN HOMBRE PARA LA ETERNIDAD (1966)


  Tomás Moro logró pasar a la esfera de la inmortalidad por la puerta grande, porque fue fiel a sus ideas, a sus creencias, y no se dejó doblegar por el abuso de poder, no aceptado las consignas del tirano rey de Inglaterra Enrique VIII  que habiéndolo nombrado Canciller del Reino en sustitución del cardenal Wolsey, le solicitó su ayuda para obtener el divorcio de su mujer Catalina de Aragón (hija de los Reyes Católicos). La historia nos dirá que Enrique buscaba un hijo varón que Catalina no le podía dar y que con ello pretendía garantizar la sucesión del reino, es decir, que era un asunto de Estado. Pero sus argumentos a favor del divorcio esconden también su atracción por una cortesana llamada Ana Bolena a la que ya sabemos que acabará cortando el pescuezo sin que le hubiese dado el deseado varón. El rey, que es un monarca autoritario, no se detiene ni siquera ante la suprema amenaza del Papa y de la religión católica. Llegará a preferir la excomunión y la ruptura con Roma para garantizar sus intereses. Pero Sir Thomas More, gran humanista (Utopía) fiel a sus ideas, rechazará dar su apoyo al monarca. Al principio se limitará a no pronunciarse, regresando a su hogar con su familia a pesar de que ello le comporte perder sus privilegios. Pero, finalmente,  su silencio será verdaderamente atronador, tan atronador que el rey lo encarcelará en la mítica Torre de Londres para intentar doblegarle, cosa que no consiguió a pesar de la amenaza de ejución.

  Hay varias cosas en esta película que la hacen inmortal y de obligado visionado para los amantes del séptimo arte. Lo primero es un extraordinario guión basado en la obra de teatro del autor del mismo,  Robert Bolt, lleno de fuerza y de situaciones dramáticas que se entreteje dentro de un ambiente que se torna opresor. El perfil de Tomás Moro es maravilloso. Los diálogos están repletos de sabias reflexiones sobre el poder y la moral. Las frases del político y pensador inglés son memorables. Son el fiel reflejo de la sabiduría, el humanismo y la prudencia ante una situación en la que pende sobre su cabeza el filo del hacha de la ejecución sumaria. Seguramente es lo mejor de la película.



   Destacar también la impresionante interpretación de Paul Scolfield en el papel de Tomás Moro, que el solito se echa a sus espaldas la pelicula entera. Su gesto severo y tranquilo, su parsimonia deliciosa, sus frases ya comentadas, todo él mereció con creces el Óscar de la Academia. También realizan una gran labor  Robert Shaw como el Rey Enrique,  Leo Mackern como el pérfido y ambicioso secretario Thomas Cromwell y un obeso y decadente Orson Welles en un pequeño papel como Cardenal Woolsey, al que sustituirá precisamente Moro como Canciller.

   La fotografía y la música son de una calidad magníficas. Sobre la primera destacar la luz de los paisajes en torno al río Thámesis, auténtica vía de comunicación, autopista incesante de barcazas que acercan y alejan a nuestro protagonista y al tiránico rey. Sobre la música de Georges Deleury destaca el tema principal que tintinea en nuestros oídos desde la escena inicial de presentación en que un correo recoje una carta lacrada y secreta a toda velocidad para Sir Thomas del cardenal Woolsey. Al abrir el portón el secretario entrega la carta al paje y estalla la música que estará muy presente a lo largo de todo el film

    Una buena película sobre el reinado de Enrique VIII y su relación con el humanista y católico Thomas More ( traducido al Español como Tomás Moro). Muy bien ambientada, con un magnífico atrezzo y unos diálogos, como decía, inmortales. Un goce para los que nos gusta el cine político y la historia a pesar de que las motivaciones religiosas de Moro se exalten un tanto.  Una pelicula para reflexionar por su actualidad y su carga moral: ¿acaso hoy no matarían en vida o defenestrarían a un político que fuese honesto, que renunciara al poder absoluto por sus convicciones?. Lo dicho, una película más que recomendable, de obligada visión en los tiempos que corren, una película para todas las épocas.

martes, 19 de noviembre de 2013

SILENCIO EN LA NIEVE (2011)

  Impactante escena inicial. Un buen número de caballos congelados en medio de un frío horripilante, que se palpa en la propia imagen y estremece. Estamos en las grandes llanuras de Europa Oriental en pleno inviero de 1943. Al menos, dicen los españoles, habrá comida para unos cuantos días. Magnífico entretenimiento el que nos ofrece Gerardo Herrero, director y realizador de cine, en esta película en la que la trama se ambienta en un contexto poco trabajado en el cine español contemporáneo: la Segunda Guerra Mundial y el papel de los españoles en ella a través de la División Azul. Además de contemplar un fresco bastante ilustrativo y realista de su misión en el frente ruso, apoyando al amigo Hitler, consigue atraparnos con una historia detectivesca, un buen thriller policíaco, casi un Holmes-Watson, protagonizado por Carmelo Gómez y Juan Diego Botto. La historia se centra en la aparición de un asesino en serie justo en el corazón de las tropas españolas, un asesino con alguna motivación presuntamente diabólica que deja escrito a navaja en los torsos de los que asesina una serie de frases. Entonces el soldado raso Arturo Andrade, que interpreta Juan Diego Botto es encargado por la superioridad de investigar y obtener resultados rápidos para tapar el asunto lo más rápido posible. No le pilla de imprevisto porque ya  había sido inspector de policía. Le ayuda el sargento Estrada, interpretado por Carmelo Gómez. Es curioso como se trastoca la cadena de mando y un soldado dirige a un sargento, una idea brillante del guión. 

    La cosa se complica cuando empiezan a encajar las piezas y unen esas frases, en las que se divide la propia película: Mira que te mira Dios, Mira que te está mirando, Mira que has de morir, mira que no sabes cuando. Alguien relacionado con algún tipo de rito masónico, algún quintacolumnista rojo que se ha infiltrado en el ejército azul de Franco, algún traidor o, quizás, alguien que persigue un objetivo. Con todas estas cartas y una espléndida y realista puesta en escena Herrero nos consigue transmitir esa sensación de agobio propia de un policíaco de nivel. La iluminación es muy certera y en todo momento, en los exteriores nevados, casi impraticables, la luz tenue del invierno, del durísimo invierno ruso y en los interiores sombríos, extraños, casi diabólicos aciertan a transmitir al cinéfilo esa sensación de desamparo y de tierra quemada, de pérdida de tiempo y hasta de hastío por la inutilidad de una misión suicida para la que muchos no estaban preparados. Esa luminosidad tan bien elegida para la fotografía de este film es otro gran acierto porque refleja unas sensaciones muy buscadas: miedo, angustia, drama, crimen, violencia.


    El guión también, como ya habíamos comentado, nos sumerge al fondo de un pozo de difícil salida, nos desconcierta la historia y no sabemos como en esa circunstancia tan deplorable, tan al filo de la navaja, los rusos prestos a llegar a ese lugar del frente, los bombardeos contínuos, esta historia puede salir a flote y a fe que lo consigue. No obstante la solución a la trama principal peca de ingenuidad lo cual no desmerece para nada el conjunto narrativo que hemos vivido. Otro gran acierto se encuentra en saber sacarnos de la cabeza el contexto general, es decir, no ver a estos dos individuos como dos fascistas que resuelven un crimen entre fascistas, sino que consigue abstraernos de ello y consigue representar valores positivos en los protagonistas, algo muy poco frecuente cuando se trata de poner el foco en el bando nazi. La guerra solo es el escenario y nada más.


  Los actores rozan un gran nivel, particularmente un actor que ha ido creciendo artísticamente en cada film que interpreta: un  Juan Diego Botto que consigue trasmutar una misión agria y fea en algo agradable, simpático para el espectador.  Carmelo Gómez también realiza una gran labor, fiel a su estilo duro y sobrio. El resto del reparto, en un segundo plano, brillan también en gereral es ese contexto duro y dramático, cruel en sí mismo. La música de Lucio Godoy reafirma ese contexto general de desesperación e inhumanidad tan propicio a una guerra de exterminio en el que los protagonistas saben que han sido enviados al matadero, aunque ese matadero sea un lugar de placer para los ideologizados fascistas españoles. Una película destacable de Gerardo Herrero, entretenida y que no decae salvo en algún momento muy puntual. Una historia fictícia que como ficción histórica funciona a pesar de algunos lastres que podremos observar a lo largo del metraje.

domingo, 10 de noviembre de 2013

PAPILLON (1973)

    Obra maestra de ese subgénero que es el drama carcelario, Papillon es una magnífica película de denuncia de las condiciones inhumanas del presidio francés de su Guayana americana en la primera mitad del siglo XX, antes de la Segunda Guerra Mundial, cuando avergonzados por la situación inhumana que se vivía al otro lado del atlántico, decidieron su supresión. Un canto, asímismo, a la amistad, al sacrificio en favor de otra persona en un entorno envilecido por una brutalidad   que atentaba contra la vida humana. Basada en la novela autobiográfica de Henry Charrière, Papillon (mariposa en Francés) es un hombre condenado a cadena perpetua por asesinato, un crimen que no ha cometido. Todos le llaman así por la mariposa que lleva tatuada en el pecho. En el buque-cárcel de camino hacia el penal americano conoce a Louis Dega, condenado por haberse hecho enormemente rico falsificando bonos del estado. Enterado de su  situación Papillon se acerca a él y le propone darle su protección a cambio de que este le entregue como recompensa el suficiente dinero como para comprar una barcaza con la que escapar hacia américa central y ya desde allí regresar a Francia. Tras un incidente provocado por el propio Papillon, Dega queda absolutamente aterrorizado y busca la ayuda protectora del protagonista principal de esta historia.

   Tras arribar a la colonia francesa podemos comenzar a observar lo inhumano del trato que se da a los presos. Incluso descubrimos con pavor como se condena a muerte por guillotina a aquel preso que ose escapar con reiteración o cometa algún delito de sangre (todavía se usaba la guillotina en los dominos franceses). Los presos se verán sometidos a trabajos forzosos, sucumbiendo muchos de ellos por la dureza del régimen. Cuándo uno trate de huir del horror será condenado a pasar dos años de aislamiento en una celda minúscula, sin poder siquiera salir a caminar. Si después de este terrible castigo tratase de fugarse por segunda vez estaría recluído en el pequeño cubículo 5 años, asilado del resto de presos. También vemos cómo muchos de los que alcanzan la libertad quedan sin embargo unidos como por un cordon umbilical invisible al sistema que los ha maltratado, convirtiéndose en cómplices de ese régimen carcelario totalitario de la Guayana, cazando hombres, aquellos que se atrevieran a  buscar una libertad que se les ha escapado de las manos por sus errores.

    Pero Papillon va mucho más allá.  Después de fracasar en su primera huida es conducido a la reclusión, a esa celda en la que estará dos años. Solo cada cierto tiempo pueden sacar la cabeza por un agujero para que les desparasiten y les corten el pelo. Las celdas no tienen techo, sino que están formadas por barrotes longitudinales, siendo vigilados desde arriba por guardias que patrullan por un camino elevado. El rancho con el que les obsequian a través de un agujero es deplorable. Pasado el tiempo y de manera sorpresiva Papillon comienza a recibir un extra en su alimentación consistente en trozos de coco, lo cual mejora ostensiblemente su alimentación. Recibe asimismo una nota de ánimo de Dega, que es el que ha sobornado a los carceleros. Pero desgraciadamente será descubierto por la superioridad, que le obliga a revelar el nombre de su cómplice, que correrá la misma suerte que él.  Debe chivarse pero Papillon antepone su amistad sobre las crueles condiciones a lo que lo someten por no "cantar": queda en total penumbra y a mitad de ración. Sin luz y sin comida no doblega su ánimo y se pasa los dos años comiendo insectos y cucarachas para poder sobrevivir. Cuando finalmente sale del agujero, casi ciego tras dos años sin ver la luz, pasa a la enfermería desde la cual, inasiqueble al desaliento, planeará una nueva fuga después de los intentos de Dega para evitarla.

   Dega, cuando ve aparecer a Papillon en una camilla, sabedor de su mutismo para salvarlo a él, se emociona, tratará de hacer lo posible por el, impele a sus abogados a ayudar a su amigo a que la pena se acorte y puedan salir. Después de apelar consigue que la pena quede reducida a 3 años, tres largos años tras los que serán definitivamente libres. Pero Papillon no puede esperar a lograr una libertad de la cual jamás debió de ser privado, intentará una nueva fuga que, en este caso, dará sus frutos. Logrará huir, esta vez acompañado de Dega que se une a la huída en el último momento y rompiéndose una pierna. Solo Papillon logrará internarse en la selva y escapar, descender a los infiernos en un poblado apestado por la lepra y llegar al paraíso junto a una tribu en la que encuentra un amor inocente y puro. Sin embargo será cazado finalmente y retornará a la prisión, pasando 5 largos años en el agujero.

   El guión, basado en la novela citada de Charrièrre, que cuenta en primera persona sus penalidades en la Guayana, está magnificamente elaborado por el siempre genial Dalton Trumbo (represaliado por la caza de brujas de Mc Carthy), que firmó algunos de los mejores  guiones de la historia del cine. En este caso consigue el doble objetivo que casi siempre trataba de lograr en sus guiones: la obra de denuncia de las injusticias y la oda a la amistad como valor supremo. Resulta una obra de denuncia soberbia, poniendo de relieve la contradicción que suponía este régimen de terror en un país adalid de los derechos humanos y la democracia.

   El trabajo de Schaffner ha podido envejecer mal pero sigue siendo excepcional en buena parte de su metraje. Cierto es que hay un momento en el que la trama pierde fuerza, justo cuando Papillon ha logrado su libertad absoluta y vive apaciblemente en una especie de selvático paraíso. Pero no llega a decaer pese a que el metraje es muy largo. La fotografía a cargo de Fred J. Koenekamp que trabajó con el director en Patton logra las tonalidades adecuadas para cada escena, ya sea en interiores como en exteriores, desde la primera escena por las calles de una ciudad francesa en un día nuboso que anuncia el futuro de los presos pasando por la luz que exhala el mar extenso e indómito y azul o esa selva virgen, verde y tremendamente opaca.

La pareja protagonista nos ofrece dos lecciones de interpretación cada uno en su estilo, a saber: Steve McQuenn ( Papillon ) como protagonista principal vuelve a ser ese hombre duro, insobornable, honesto, sincero sufridor y luchador impenitente por la libertad y Dustin Hoffman ( Louis Dega) que continua por sus fueros creciendo como actor tras sus extraordinarias interpretaciones en películas como el graduado o Perros de Paja. Ambos son el soporte principal que eleva esta cinta a la categoría de obra inmortal. El resto del plantel raya  a una gran altura pero a la sombra de  McQueen-Hoffman, dos titanes de esta profesión.

   La banda sonora no deja de ser también maravillosa, obra de Jerry Goldsmith, llena de matices y momentos de gran emotividad, con esa melodía de melancolía que resume magníficamente el espíritu de la película. La canción de Nicoletta Toi qui Regarde la Mer es extraordinaria, tanto la música como la letra y queda indeleble en nuestra memoria.

   Nos encontramos por tanto ante una verdadera joya dentro del drama carcelario, con un final que resume muy bien el espíritu de la película, un final de una gran emotividad que nos sacará alguna que otra lagrimilla, donde vemos que la amistad puede llegar a ser lo más maravilloso de esta vida y su inevitable final una pérdida irreparable.

viernes, 8 de noviembre de 2013

SLUMDOG MILLONAIRE (2008)

  Cinta de denuncias sociales a raudales que deja al espectador bastante incómodo con lo que ve aunque con la sensación de haber visto algo grotesco, demasiado real para ser verdad. Después de verla, tanta fama como tenía, puedemos decir que es un trabajo solamente interesante de Danny Boyle, que no es decir mucho para una película con esa sobredosis de premios en vena (ocho Óscars de la Academia). Pero siendo valiosa, no es para tanto.  Es más bien un docudrama de la India y sus miserias. Vale que es una constatación de los dramas sociales de los suburbios de los países que antiguamente se denominaban como "en vías de desarrollo", en concreto de India y de Bombay o Mumbai, como se dice ahora. Y también de acuerdo con que el cine debe de ser comprometido y denunciar los abusos de un capitalismo que es todavía más salvaje en los países pobres, de un sistema político que hace la vista gorda con las mafias y la injusticia y que permite unas desigualdades sociales entre multimillonarios y miserables de unas proporciones colosales. Todo eso está muy bien reflejado en Slumdog Millonaire pero insisto, no es para tanto. Me explico.

  La historia se entreteje de una manera un tanto inverosímil. Todo surge a partir de  un famoso programa de televisión, que en España se llamó ¿Quiere ser millonario?. Sí, ese del comodín de la llamada y del público en el que contestando correctamente a unas cuantas preguntas, cada vez  más enrevesadas y difíciles, puede uno llegar a ganar un milloncete de euros. En este caso, rupias. Pues nos encontramos a un muchacho que se dedica a llevar el té a sus jefes de un centro de telecomunicaciones donde se explota al personal ( primera denuncia social). No se sabe muy bien como el muchacho, Jamal Malik (Dev Patel) consigue concursar y, de manera sorprendente, comienza a acertar una pregunta tras otra. La productora se pone nerviosa y cuando se produce un receso de un día en la grabación del programa la policía lo detiente y lo maltrata ( segunda denuncia social). Piensan que tiene un micrófono o que hace trampas.

    Un detective de la policía local le aprieta tanto que Jamal no tiene más remedio que decir la verdad: no hay trampa ni cartón, efectivamente él sabe las respuestas. Sin embargo, y ahí está el meollo de la cinta, no es por sabiduría, por estudios o por un interés innato en la cultura o en la actualidad, sino por puro azar. El azar terrible de tener que vivir situaciones de enorme dramatismo, vejaciones, accidentes, torturas y un sinfín de situaciones que no puede dejar de olvidar. En esas escenas, el niño, el adolescente, el muchacho observa cosas que le dan las respuestas a las preguntas del programa. Y es de esta manera como descubrimos, poco a poco, pregunta a pregunta, la triste vida, la miseria moral de un país con un crecimiento económico descomunal pero a costa de consentir los malos tratos, la miseria chabolista, ese Slum que el título señala, esos nuevos parias chabolistas. Es un conjunto de sufrimientos que sería demasiado prolijo de relatar pero podemos decir que Jamal y su hermano malviven y sufren explotación infantil, sobreviven en chabolas infectas, son reclutados en las calles en las que sobreviven robando, cual pilluelos, por una mafia terrorífica de la que logran escapar acabando en el Taj Majal engañando turistas. En esta secuencia suge una nueva crítica de Boyle, al turismo desmesurado que solo ve lo que quiere ver, que disfruta de la magnificencia de los monumentos y ve con parsimonia todo el hálito de miseria que se desarrolla alrededor (tercera denuncia social).

   Por otro lado tenemos la historia de amor del niño Jamal y Latika (Freida Pinto), su temprana separación en la huida de los hermanos de esa mafia infecta y torturadora y su posterior reencuentro, ya de mayores, cuando Jamal la encuentra como esclava del jefe de la mafia (cuarta denuncia social). Una argumento demasiado previsible y no muy emocionante. Es de esperar todo lo que va a suceder aunque Boyle trate de hacerlo atractivo con la historia de las preguntas y los consiguientes flashbacks a una realidad todavía peor que la deplorable actualidad de esa India trincona y desarrollista a toda costa, con esos lumpenes de miseria, con esos Slums de vergüenza. Nada que no supiéramos. Pero se pasa de frenada con la crueldad, los personajes son demasiado sádicos, desde esa mafia que deja ciegos a los niños para ponerlos a pedir en el metro hasta esa policía que se hicha a golpear a los niños. Un exceso de Danny.

  En lo que si acierta y mucho la película es en ser reflejo de la crueldad con que los medios de comunicación manipulan en sus programas ( quinta crítica social), especialmente en los concursos, algo magníficamente apuntado en la magnífica "Quiz Show". Desde que vemos al presentador del concurso ( el Sobera hindú) sabemos que no le está sentando nada bien que un mequetrefe se lleve el premio gordo, se nota en su rostro y hasta en su humor ácido que no hace nada de gracia. Después hasta intentará engañar al chaval de manera deplorable aunque no conseguirá su vil propósito. Es esta una de las  partes más destacadas del guión. 

Técnicamente Boyle realiza una labor un tanto deslabazada, mueve en exceso la cámar y ofrece planos generales de los barrios, contrapicados y picados. Resulta un tanto caótica su dirección, como poco pensada, asemejando en ocasiones un docudrama social o en ocasiones diríamos que a la estética de un videoclip. En cuanto a los actores, verdaderamente prodigiosos los niños, interpretando escenas de gran complejidad y dramatismo, muy duras y muy bien resueltas. Los adultos ya dejan mucho más que desear, por no hablar del final a lo Bollywood, lamentable. Por tanto lo que tenemos es una película entretenida que sobrecoje en buena parte de su metraje pero que ha sido demasiado sobrevalorada y que pierde fuerza con el tiempo, con la pérdida de novedad que arrojó su estreno. Lo positivo que debemos extraer de esta producción británica es la evidencia de la maldad, inherente al ser humano, desde la cuna hasta la tumba, aunque era algo que ya sabíamos. En eso acierta la película: es un magnífico documental de las injusticias, de las diferencias de casta y de clase social y un acicate para seguir en la lucha, una lucha que jamás terminará.